Chile,
país presente en el primer Campeonato del Mundo de Uruguay 1930 y
potencia emergente del fútbol sudamericano, fue elegida en el Congreso
de la FIFA en Lisboa en 1956 como sede del VII Mundial a disputarse en 1962. No fue una elección fácil, ya que enfrentó a los chilenos con la eterna aspirante Argentina.
Llegado el momento de las interpelaciones, el dirigente argentino Raúl
Colombo argumentó que su país debería albergar la fase final puesto que
le sobraban infraestructuras mientras que Chile carecía de las
necesarias. La respuesta del nuevo presidente de la CONMEBOL y a la
sazón presidente de la federación chilena Carlos Dittborn fue lapidaria: “Puesto que nada tenemos, todo lo haremos”.
La
fuerza de la naturaleza estuvo cerca de arruinar los planes de los
organizadores chilenos cuando dos años antes del evento un gran terremoto
asoló la mitad del país. A toda prisa y con un gran esfuerzo logístico,
la federación chilena logró cumplir sus compromisos y acoger el
Campeonato del Mundo.
Junto con las ya clasificadas “de oficio” Chile (anfitriona) y Brasil (campeona), cincuenta y seis selecciones participaron en la fase de clasificación. Como en la anterior convocatoria, varias selecciones ilustres se quedaron sin viajar al largo país andino. La subcampeona Suecia pereció en el desempate ante Suiza, y la Francia de “bronce” de 1958 sufrió la misma pena ante una sorprendente Bulgaria. El resto de selecciones de postín alcanzaron su objetivo y se clasificaron para la fase final. Bulgaria y Colombia (ésta tras eliminar a Perú) serán las dos selecciones debutantes en el campeonato. Cabe reseñar que la Unión Soviética acudió a Chile con el honor de ser la ganadora del primer Campeonato de Europa de Selecciones (Eurocopa) de 1960.



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