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martes, 4 de junio de 2013

Real Oviedo / 1988: El último regreso a casa (XXV Aniversario)

Foto oficial de la plantilla del Real Oviedo 1987-88
Ahora que el Real Oviedo afronta la aventura de una nueva promoción de ascenso, se cumplen veinticinco años del último ascenso a Primera División del club azul, acontecimiento que sucedió tal día como hoy de 1988 al empatar en Mallorca en el partido de vuelta de la promoción de ascenso. Una época inolvidable para quienes la hemos vivido y que siempre se recordará entre las grandes hazañas oviedistas, pues supuso el reencuentro del club con su categoría natural tras doce largos años de disgustos y humillaciones. Hoy, esa década larga en Segunda y ese año adicional en Segunda B palidecen ante la odisea que se ha vivido desde el 17 de junio de 2001. Por eso esta historia con final feliz representa una lección de esperanza para el futuro a corto, medio y largo plazo sobre el Real Oviedo. En aquel verano de 1987 en el que arranca esta historia también parecía imposible que el Oviedo regresara a casa, y lo hizo. 

Este relato con tintes autobiográficos acompañado de apéndice estadístico, fotos, vídeos y música, es mi homenaje a aquel plantel histórico que aún hoy muchos aficionados recitan de carrerilla, y a quienes debo en gran medida mi afición al fútbol, que despertó definitivamente aquel año de mi infancia gracias a ellos y a su éxito.

La historia de un triunfo comienza muchas veces próxima a la tragedia. El Real Oviedo estuvo muy cerca de descender a Segunda B al cabo de la temporada 1986-87 (la famosa “Liga del Play-Off”). De hecho, el resultado final (terceros por la cola) habría supuesto el descenso de no mediar un acuerdo entre los clubes de la aún imberbe LFP para reestructurar la competición de cara a la nueva temporada antes del final de la presente. Primera y Segunda División pasarían a acoger a 20 equipos cada una en lugar de 18 y se suprimía el experimento fallido del “Play-Off” final, y –lo que aquí nos ocupa- no habría descensos de Segunda a Segunda B y los tres equipos implicados (Xerez, Castilla y Real Oviedo) permanecerían en Segunda. Asimismo, se rescata de un olvido de muchas temporadas el sistema de eliminatorias de promoción de ascenso-descenso entre equipos de Primera y Segunda, de modo que el tercero y el cuarto por la cola de Primera se enfrentarán en eliminatoria única al tercero o el cuarto clasificados de Segunda. Los ganadores jugarían en Primera en la temporada siguiente.


Miera regresó a Oviedo en 1987
Después del susto de la temporada anterior, el objetivo del club había cambiado. De pretender el ascenso como cada temporada se pasó a perseguir ese ascenso como meta a medio plazo, previa consolidación del equipo en Segunda. La directiva presidida por José Manuel Bango decidió entregar los mandos del equipo a Vicente Miera, el entrenador del último ascenso a Primera en 1975. Miera venía de entrenar al Atlético de Madrid y su regreso a Oviedo despertó mucho entusiasmo entre los aficionados porque además de aquel éxito con el club azul había conseguido hitos importantes con otros equipos, principalmente dos: Con el eterno rival (el R Sporting de Gijón) disputó la Copa de la UEFA y fue subcampeón de Liga, y como segundo entrenador de Miguel Muñoz había participado de el subcampeonato de Europa con la Selección Española, de los cuartos de final en México 1986 y en definitiva de la revitalización del equipo nacional tras el desastre de 1982. Se le consideraba pues el entrenador ideal para recuperar el puesto perdido entre los clubes más importantes de España. El proyecto es a medio plazo y se le contrata por dos temporadas con la vista puesta en un hipotético ascenso en 1989.

Presentación del equipo en el Carlos Tartière, en el verano de 1987
La plantilla sufre significativas modificaciones. Abandonan el club algunos jugadores protagonistas de los últimos años del equipo. El canterano Santi García Barrero es la baja más notable, y junto a él abandonan Oviedo Juanito, Segundo, Eizmendi o Ramírez. Salen por la puerta de atrás dos delanteros canteranos. Joaquín se irá al Real Avilés Industrial para participar activamente de sus mayores logros futuros, Herrera –aún perteneciente al club- será cedido al Alcira. Y también abandona el club uno de los fichajes menos rentables de los últimos años: el delantero argentino Marcucci.
Hicks en Sabadell

En su lugar llegan nuevos jugadores para conformar el nuevo bloque de la plantilla. Desde Santander llega un defensa central no muy alto pero gran marcador precedido de la fama de sus años en el Racing: Sañudo. Para el lateral derecho llega Edorta Murúa desde Sestao, un hombre que vivió los últimos años de gloria del Athletic de Bilbao. El medio zaragocista Conde, previo paso por su cesión al Cádiz la temporada anterior. Dos jugadores del recién descendido Sabadell conocidos por sus facultades técnicas y su carácter díscolo: Llabrés y el paraguayo Hicks. Y cedido por el Barcelona el delantero centro Carlos. El primero y los dos últimos darían un gran rendimiento futuro en el Real Oviedo. Junto a los nuevos, los veteranos Vili y Viti, Zubeldia, Gorriarán, Tomás, Thompson, Berto, Juliá... La plantilla se estima corta pero Vicente Miera afirma que su intención es cubrir las eventuales bajas con jugadores del filial –entonces Real Oviedo Aficionados-, desde donde están asomando la cabeza nuevos jugadores interesantes como Luis Manuel, Bango o Paco entre otros.

Las sensaciones en pretemporada son buenas. En el -hoy en día tristemente desaparecido- torneo Ciudad de Oviedo el club azul se enfrenta en triangular al Real Valladolid y al UNAM de México. Los “Pumas” ganan en el primer partido por 1-2 gracias a la expulsión de Gorriarán y a la falta de puntería de los oviedistas que, sin embargo, disputan un encuentro más que correcto. En el segundo partido, previa victoria pucelana sobre los mexicanos, el Real Oviedo se lleva su trofeo tras ganar al Real Valladolid por 2-0 con goles de Hicks y Carlos. El delantero jiennense, aún disgustado por haber sido cedido por el Barça a un equipo de Segunda, marcó así el primero de sus más de cien goles con el equipo.

Debut en Liga en el Bernabeu (Castilla-0 Real Oviedo-0)
El primer rival liguero es el Castilla que dirige desde esta temporada el actual seleccionador español Vicente del Bosque y que ha sido remozado para esta nueva temporada. En él militan futuros profesionales de prestigio e internacionales (El portero Lopetegui, Aragón, Aldana y Caminero). El partido se disputa en el Santiago Bernabeu y termina con empate a cero, entre otras cosas porque los palos de la portería le niegan sendos goles a Tocornal y a Carlos. En el segundo partido, primero disputado en el Carlos Tartière, los oviedistas dan cuenta del Tenerife. Los canarios eran tenidos por candidatos al ascenso pero se toparon con un Real Oviedo más contundente que ganó por 3-0. El Elche, otro equipo considerado candidato al ascenso, dobla la rodilla en el Tartière en la jornada siguiente con gol de Carlos, a quien el árbitro Rubio Valdivieso acababa de anular un gol anterior.

Empate a 2 en casa ante el Bilbao At. (01-11-1987): Viti, Gorriarán, Luis Manuel, Vili, Sañudo, Tomás / Berto, Elcacho, Hicks, Thompson y Carlos
Carlos
El equipo comienza la temporada al revés que terminó la anterior y se asoma a los primeros puestos de la clasificación, coqueteando incluso con el liderato. Octubre no será tan benévolo como septiembre y en este mes el Real Oviedo recibirá tres varapalos seguidos en Santander (4-1), en casa ante el Barça At. de Amor y Milla (0-1) y ante el Castellón en tierras levantinas (1-0) que relegan a los azules a la mitad de la tabla. La recuperación llegará en noviembre con un final de 1987 demoledor: 5 victorias y un empate, con goleadas en casa ante el Recreativo de Huelva (5-2) y el Hércules de Alicante (4-0) con tripletes respectivos de Juliá y Carlos. El Real Oviedo de Miera demuestra su poder ofensivo especialmente al contraataque con Juliá, Hicks y Carlos enrachados y una defensa cada vez más asentada con Gorriarán y Sañudo como puntales. A la delantera Juliá-Carlos-Hicks se la comienza a conocer como “Los tres mosqueteros”. Termina 1987 tercero en la clasificación con 20 puntos en 16 partidos, a dos puntos de los co-líderes Málaga y Elche. La primera vuelta culmina el 24 de enero con una nueva goleada en casa ante el Lérida (3-0). Carlos se muestra letal y encabeza la tabla de goleadores de Segunda División con sus trece tantos. El juego mejora en cada partido. Los resultados acompañan. El Real Oviedo es tercero, a dos puntos del Elche y a uno del Málaga, y ya se habla abiertamente de ascenso. 

En la jornada 23, el 14 de febrero, el Málaga visita el Carlos Tartière y en este momento viene a colación un recuerdo personal:

Contaba diez años y en mi casa no se seguía el fútbol. Se veían los partidos de la Selección Española cuando jugaban Eurocopa o Mundial -o el día del 12-1 a Malta- más porque yo ponía particular interés en verlos que por otra cosa. Además, me motivaba más el baloncesto que el fútbol. El Real Oviedo jugaba en la otra punta de la ciudad y pese a que había (y hay) peñas oviedistas radicadas en mi barrio era difícil acercarse al ambiente de un partido. Lo viví por primera vez ese mismo día. Aquella soleada tarde de febrero me acerqué con mi abuelo al Carlos Tartière, un lugar casi desconocido para mi por aquel entonces, un espacio en blanco en el plano situado entre el Sanatorio Miñor y el Hospital. Mi abuelo había sido socio del Real Oviedo en su juventud pero con el tiempo abandonó su afición hasta volverse hostil al fútbol. Ignoro qué hacíamos allí y por qué. Dudo que fuera casualidad. Quería conocer aquello. Dábamos vueltas al estadio en el sentido de las agujas del reloj –recuerdo subir por la calle Policarpo Herrero, tras la tribuna sur, al sol, y ver a través de una de las pocas puertas abiertas del estadio a gente sentada viendo el partido, no se veía más-. Al dar casi la vuelta completa, de pronto, se escuchó un enorme rugido que hizo temblar las baldosas sueltas de la acera y que noté en mis pies. Gol del Oviedo.

Mi primera sensación fue de temor –diez años y nunca había oído semejante cosa-. Después, me pregunté qué podía hacer rugir a tanta gente congregada en un local concreto, qué poder reunía a todo aquel tropel de gente alrededor y les hacía gritar... y la mayoría de ellos eran personas adultas como mi abuelo que era tan tranquilo... De la curiosidad de aquella tarde de invierno y el descubrimiento posterior (tardé más de dos años en conseguir asistir a mi primer partido, gracias a un amigo de la familia) nació el aficionado oviedista que soy hoy en día.

Alrededor del Carlos Tartière había varios bares y cafeterías semivacíos, prestos a abrir sus puertas para recibir a quienes salían del estadio tras el partido. Pese a ser mediados de febrero, el sol calentaba lo suficiente para que alguno de estos locales dejara la puerta abierta. Dentro de una de esas cafeterías se escuchaba la radiofórmula de entonces, y reconocí una canción que quedó para siempre asociada a ese momento. Y tanto es así que suelo escuchar esta canción, este disco o a este artista en concreto cuando dedico mi tiempo de ocio a cualquier cosa relacionada con el Real Oviedo (leer, ver fotos, recopilar datos, pasar a limpio tal o cual hoja de clasificaciones...) La canción que sonaba era “Duende” de Miguel Bosè:


Alguna otra canción de “XXX” se cruzaría por en medio entre el Real Oviedo y yo en el futuro. Es el caso de “La gran ciudad”, “Como un lobo” o la que en mi opinión es el mejor tema del LP. Al menos musicalmente. Su subtítulo da nombre al disco, tiene como tema una particular visión de Jesucristo y se titula “Que no hay”:


Sé que Bosè despierta pasiones, tanto a favor como en contra. Cada cual es libre de escucharle o no... Tengo otros recuerdos oviedistas asociados a otras músicas. Sin ir mucho más lejos y siguiendo con el pop-rock mainstream, Tino Casal o Level 42, a quienes pondré a su debido momento en el post que les toque.


El Málaga de Juanito (1º por la izq., abajo), gran rival
En el Málaga (aún Club Deportivo) jugaba Juanito y lo dirigía el ex-seleccionador Ladislao Kubala. Era un equipo potente al que se le presuponía camino de Primera. El partido acabó con empate a tres goles y dio la verdadera medida de lo que podía dar de sí el Real Oviedo de Miera en partidos decisivos ante un rival importante. Tras este encuentro, el club capitalino encadenó una serie de victorias en casa y derrotas como visitante hasta caer en casa ante el Sestao de Javier Irureta por 0-1. El gol de Ibáñez nos alejó de Elche y Málaga, y además nos hizo caer a la cuarta plaza en beneficio del Castilla... si bien éste equipo no contaba para el ascenso en tanto filial madridista. Las bajas por lesión o sanción se acumularon y hubo que echar mano del filial para completar las convocatorias. Debutaron Borge y José, Paco y Bango se hicieron caras habituales y Luis Manuel comenzó a disfrutar de continuidad en el once titular en detrimento de Herrero. Era una gran camada, como lo demostró el ascenso del filial de Tercera a Segunda B en el mes de mayo.
 
La dinámica victoria en casa/derrota fuera continuó y el Rayo Vallecano se acercaba en la tabla, pero el final de temporada del Real Oviedo fue de nuevo imponente gracias a que Carlos recuperó su racha goleadora. La victoria ante el Rayo Vallecano en casa por 3-0 con tres goles de Carlos sentenció la clasificación del Real Oviedo para disputar la promoción de ascenso a Primera. Algo impensable a principio de temporada. Tras una nueva goleada ante el Cartagena y la intrascendente derrota final en Lérida, el Real Oviedo terminó la liga de Segunda División en cuarto lugar, con cuarenta y cinco puntos. Hubo quien se rasgó las vestiduras porque ese tercer lugar sin contar el Castilla habría supuesto el ascenso en temporadas anteriores... pero había que jugar la promoción. El Rayo Vallecano sería el otro club que aspiraría a subir, mientras que Real Murcia y RCD Mallorca lucharían contra aquellos por no descender. Al tiempo, se publicó la noticia de que Carlos, nuestro “pichichi” en Segunda, era traspasado del Barcelona al Atlético de Madrid y en consecuencia abandonaría Oviedo tras disputar la promoción. No sería el único protagonista en marcharse ya el presidente José Manuel Bango, aduciendo su frágil estado de salud, anunció que no concurriría a las elecciones a la presidencia a celebrarse al mes siguiente en las que ganaría Eugenio Prieto.


El sorteo deparó el enfrentamiento entre murcianos y vallecanos, y entre oviedistas y mallorquinistas. La prensa tanto asturiana como balear se apresuró a sentenciar al Real Oviedo con otro año de condena en Segunda. El Mallorca era a priori un equipo superior y contaba con varios jugadores de gran calidad: el portero Ezaki Badou era internacional marroquí y pese a haber encajado muchos goles era tenido por uno de los mejores porteros de Primera. Magdaleno era un delantero temible y del resto del equipo destacaban jugadores jóvenes como Nadal, Higuera, Orejuela, Julio Llorente, Álvaro... Un equipo en transición que podría dar un gran fruto en el futuro, y que se vio abocado a la promoción no por falta de calidad sino de puntería y de patrón de juego adecuado. De hecho, el Mallorca había disputado la liguilla del play-off por el título de liga el año anterior y para la temporada 1987-88 el objetivo optimista era clasificarse para la Copa de la UEFA por primera vez.

En la jornada 25, tras un empate sin goles en casa ante el Celta y en puestos de promoción de descenso, Lorenzo Serra Ferrer fue destituido y sustituido por Lucien Muller. El entrenador francés había tenido una exitosa experiencia previa en el banquillo bermellón a primeros de los ochenta al subir al equipo a Primera en su segunda temporada (1983). Pero Muller no consiguió enderezar el rumbo del equipo, que sólo se salvó del descenso directo en la última jornada empatando a uno en el Luis Casanova de Valencia y beneficiado por la derrota del Sabadell en Bilbao (2-0) que arrojó al pozo a los catalanes.

El RCD Mallorca de 1987-88 era un mal visitante que sólo había logrado una victoria fuera de casa (en el Insular de Las Palmas por 1-2). Por contra, era muy sólido en casa, donde cedió pocos puntos. Su talón de Aquiles era su irregularidad y su inconstancia como equipo a lo largo de los noventa minutos. La ida se iba a disputar en Oviedo y la vuelta en Palma de Mallorca, lo que se estimó como una ventaja adicional para los bermellones. De cualquier modo, el llamado “factor campo” a favor o en contra era algo muy subjetivo. Ambos estadios tenían capacidad similar (ligeramente superior el Luis Sitjar que el Carlos Tartière) y quien jugara como visitante iba a sufrir un ambiente infernal en su contra.



El partido de ida se disputó el domingo 29 de mayo, a las siete de la tarde. Hubo un ambiente sensacional y el Carlos Tartière vivió el primero de sus llenos históricos. No cabía ni un alfiler. Veinticinco mil personas apretujadas en el graderío asistirían al primer asalto por el ascenso. El partido en sí fue muy tenso. Hubo incidencias e incidentes, y el árbitro Enríquez Negreira fue muy discutido por el público. El capitán oviedista Vili y el lateral visitante Julio Llorente se retiraron lesionados. El ambiente se volvió muy tenso por lo mucho que se jugaban ambos equipos, tanto en el terreno de juego como en la grada, pues llegaron a lanzarse objetos al césped como protesta. El Real Oviedo domina y tiene las mejores ocasiones, pero no marca. A falta de un cuarto de hora para el final, centro al área mallorquinista. Ezaki y José pugnan y el balón se le escurre al portero. Aparece oportunamente Juliá para marcar el 1-0. Desde aquí al final, un carrusel de hechos y sucesos no apto para cardíacos. Tras algunas ocasiones, un centro al área oviedista llega a Higuera, que es empujado por Bango. Enríquez Negreira –quien no vio o no quiso ver un derribo a Carlos en la otra área- pita penalti. Lanza García Cortés y empata... pero el árbitro ordena repetir por invasión del área. En el segundo lanzamiento, García Cortes vuelve a marcar y empata a uno definitivamente cuando se cumplía el tiempo reglamentario. Un gol que aleja al Real Oviedo del ascenso y acerca a la salvación al Mallorca. Tras un ataque oviedista desesperado, los visitantes remolonean el saque de puerta y Luis García recibe el impacto de una botella. El masajista que le atenderá responderá a la grada de hinchas azules con un gesto obsceno.

Avanzado el tiempo de descuento, el Real Oviedo recupera el control del balón. El paraguayo Hicks bombea el balón desde la banda derecha hacia el punto de penalti. Ezaki vuelve a fallar y tras un bote el balón sale repelido hacia una de las esquinas del área desde donde Carlos, bombeando el balón en inverosímil remate de cabeza, envía el balón a la red. 2-1. Gana el Oviedo. Éxtasis en la grada y en toda Oviedo.



El partido no fue televisado, y la primera noticia sobre el partido la recibí de José Luis, el camarero del bar que frecuentaba con mi abuelo, tras un paseo familiar.
- ¿Cómo quedamos?
- Dos-uno.
- ¡Bien! ¿Quién metió los goles?
- ¿Quien va a ser? Carlos.

Aún quedaba el partido de vuelta en las Baleares. El pre-partido fue muy “caliente” porque en el partido de ida se produjeron entradas muy fuertes y se habían lanzado objetos contra los jugadores. Mantenerse en Primera no tiene precio y en Mallorca hubo quien quiso echar más leña al fuego y tensionar el ambiente más aún de lo que estaba en Oviedo. Los jugadores oviedistas partieron del Aeropuerto de Ranón a Son Sant Joan sabiendo que iban poco menos que a la guerra. Había otro aliciente a tener en cuenta en aquellos años: el partido del Luis Sitjar iba a ser televisado en directo por la segunda cadena de TVE. No se recodaba cuándo se había televisado un partido del Real Oviedo por última vez y los aficionados de Oviedo y de toda España podrían verlo. De hecho, las calles de la capital quedaron desiertas a las ocho de la tarde del sábado 4 de junio de 1988, hoy hace 25 años. Como si se tratara de un toque de queda. 

Histórica alineación del ascenso en Palma de Mallorca (04-06-1988)
El partido de Palma de Mallorca fue un calco del de Oviedo en cuanto a tensión se refiere, pero peor en cuanto a calidad. Pitos y silbidos cuando los azules tenían el balón, rugido de veinticinco mil gargantas cuando atacaba el Mallorca, y lanzamiento de objetos por doquier. Uno de ellos fue a parar a la cara del canterano Luis Manuel, que tuvo que ser atendido en la banda durante varios minutos y luego reapareció con los labios hinchados por el golpe. Hubo pocas ocasiones de gol por ambas partes y no fue un partido vistoso. Miera alineó un once dispuesto a defender a toda costa la portería y, defensivamente sí, fue un partido casi impecable. Carlos estuvo a punto de marcar el 0-1 y sentenciar el ascenso pero un defensa mallorquinista sacó el balón de la raya de gol con Ezaki batido. Trobbiani, el espigado delantero campeón del Mundo con Argentina en México suplente tanto entonces como en el Mallorca, apareció en la segunda parte con aviesas intenciones pero no pudo hacer nada ante la férrea defensa azul. Conforme se iba acercando el final del partido aumentaba el nerviosismo del personal, de uno y de otro bando. Tras muchos minutos de inútil acoso a la portería de Zubeldia, cuando se cumplían tres minutos de descuento de la segunda parte, el árbitro internacional Victoriano Sánchez Arminio pitó el final del encuentro. El césped fue invadido por el banquillo oviedista, la desolación pobló las gradas del Luis Sitjar. A 825 kilómetros de distancia de allí, la locura se adueñó de Oviedo. El Real Oviedo volvía a Primera División.






De pronto, las calles vacías al anochecer se llenaron de gente y la mayoría de ellos coreaban consignas de la grada de los hinchas. Lo que más me llamó la atención fue el desfile de coches por las calles principales, haciendo sonar sus cláxones sin parar, circulando sin rumbo fijo por las arterias y venas principales del callejero ovetense. Salí a la calle y me quedé buena parte de aquella velada en una acera de uno de los principales nudos de circulación de la ciudad, apoyado en una valla y viendo pasar a los coches, oyendo el estruendo de los cláxones, el fogonazo de sus luces al acercarse y a sus pasajeros sacar la cabeza y algo más por la ventanilla dando vivas al equipo. Nunca había vivido nada parecido y hasta ahora sólo viví algo semejante en dos ocasiones -ya adulto- en 2008 y 2010 por similares motivos que a nadie se le escapa. Aquel estruendo continuó durante horas, hasta la madrugada. En términos bíblicos, los cláxones de los coches fueron las trompetas de San Gabriel anunciando el regreso del Real Oviedo al paraíso de la Primera División.

Aquello sólo fue el anticipo de lo que sería el regreso triunfal de la expedición oviedista a la tarde siguiente. El recibimiento en el Aeropuerto ya fue apoteósico y multitudinario. A duras penas se pudo pasar Piedras Blancas y sobre todo Avilés (lugares de tradicional influencia oviedista donde hoy en día tanto presumen algunos de no ser del Oviedo), donde el autocar del Real Oviedo fue casi manteado por el público y la Guardia Civil tuvo que abrir paso y escoltarlo hasta la misma llegada a la plaza del Ayuntamiento oventense, donde se vivió la culminación de la fiesta. La imagen del autocar entrando en Oviedo es imborrable para mí. La llegada a la calle Uría deja sin palabras. ¿Qué decir si éstas sobran? Lo mejor es verlo:



Algunos jugadores no continuarían en la plantilla en la siguiente temporada en Primera División. Thompson, Blanco, Herrero y Carlos, entre otros. Carlos volvería a la disciplina azul tras un año tormentoso a orillas del Manzanares bajo el yugo de Maguregui para liderar la delantera azul durante casi una década más. Y en el transcurso de la siguiente temporada, Vili disputó su único y último partido en Primera como representación de la llamada “generación perdida” de jugadores canteranos del Real Oviedo que nunca habían jugado en la máxima categoría y de la que, junto al portero Viti, era el único superviviente.

Varios de aquellos jugadores llegarían a jugar en la Selección Española absoluta: Luis Manuel, Bango, Berto y Carlos. Y tres años después de este ascenso, el Real Oviedo alcanzaría también la internacionalidad debutando en la Copa de la UEFA. Pero eso es otra historia.

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