Antes de
escribir sobre partidos, eliminatorias, jugadores, sedes, grupos, mascotas,
estadios, árbitros y demás he creído adecuado comenzar la serie contando a
grandes rasgos la historia del nacimiento del Campeonato del Mundo de Fútbol. Para
que el primer balón del primer partido del primer Mundial comenzara a rodar se
acordaron muchos términos, se convenció a muchas voluntades reticentes y hasta la
casualidad interpretó un papel decisivo. El empeño personal del presidente de
la FIFA de aquel entonces -Jules Rimet- y el apoyo oportuno de directivos,
federaciones, gobiernos e instituciones hicieron posible la celebración del
primer campeonato en 1930.
La aspiración de la FIFA (siglas en inglés de “Asociación de Federaciones Internacionales de
Fútbol”) de organizar un campeonato mundial entre sus federaciones
integrantes es tan antigua como ella misma. Durante los primeros años del siglo
XX la idea se plasmó en sucesivos proyectos que por una u otra razón terminaban
en vía muerta. Los grandes problemas logísticos con los que tropezaban los primeros
partidarios del campeonato mundial eran, por un lado, la enorme distancia
existente entre las dos regiones del orbe futbolísticamente más potentes
(Europa y Sudamérica) por aquel entonces sólo salvable gracias a largos viajes
marítimos. Además, los gastos que las federaciones organizadoras deberían
asumir tanto en infraestructuras y/o comunicaciones como en el acomodo durante
varias semanas de las delegaciones extranjeras, prensa, aficionados y demás se
suponían prohibitivos.