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viernes, 18 de abril de 2014

Breve Historia del Mundial de Fútbol (5/21) 1950

La segunda guerra mundial había paralizado la inmensa mayoría de las competiciones deportivas internacionales, entre ellas el normal desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol. La elección para el IV Mundial a disputarse en 1942 se iba a realizar en 1940 en el Congreso de Luxemburgo. En él concurrirían tres candidaturas: Argentina (que repetía intento), Alemania y Brasil. La guerra lo detuvo todo.

Terminada la contienda, en 1945, se convocó para el año siguiente el Congreso de Luxemburgo donde se escogería la sede del campeonato para la edición de 1950. Alemania y Japón fueron expulsadas de la FIFA como pena impuesta a las potencias del Eje, castigo del que se salvó Italia (que continuó adscrita como agradecimiento a la azarosa custodia de la Copa del Mundo llevada a cabo por el presidente de la federación italiana y vicepresidente de la FIFA Ottorino Barassi). Con las dos sudamericanas en liza fue Brasil la elegida para albergar el IV Campeonato. El nuevo rechazo a la candidatura argentina derivó en un nuevo boicot de la AFA. A cambio, volvía a participar la primera campeona: Uruguay.

Ottorino Barassi salvó la Copa
En la fase de clasificación tampoco faltaron los problemas, las ausencias y los inconvenientes. Las federaciones británicas se reintegraron a la FIFA y se decidió que el tradicional campeonato británico resolviera dos plazas para la fase final. Inglaterra lo ganó y se clasificó, pero Escocia renunció a su plaza al no considerarse legitimada como subcampeona para ir a Brasil. Muchos países de Centroeuropa, zona especialmente devastada durante la IIGM, renunciaron (casos ilustres de las últimas subcampeonas Hungría y Checoslovaquia). Turquía, que se clasificó por delante de Austria, abandonó. Y la India, clasificada en el grupo asiático, renunció a viajar a Brasil al no prosperar su solicitud para que los futbolistas hindúes pudieran jugar descalzos. Con todo ello, se quiso completar la participación de dieciséis selecciones invitando a equipos previamente eliminados como Francia y Portugal, pero las gestiones no prosperaron. La incomodidad –aún- de los viajes transatlánticos en avión o barco, y sobre todo los gastos en dietas en un contexto de escasez durante la postguerra hicieron que algunos se lo pensaran dos veces. En la fase final del IV Mundial estarían presentes sólo 13 selecciones.

El gobierno brasileño realizó un esfuerzo enorme para organizar el campeonato. El más visible de todos fue la construcción de un nuevo estadio en Río de Janeiro, el de mayor capacidad de espectadores hasta la fecha en el barrio de Maracaná. La primera capital brasileña, Salvador de Bahía, hubo de renunciar a ser sede al no asumir sus regidores el coste de un estadio nuevo o remodelado. Las otras sedes fueron entonces São Paulo, Belo Horizonte, Curitiba, Porto Alegre y Recife. 


El sistema de competición varió. Se dejó a un lado el sistema de eliminatorias y se estableció un sistema de liguillas en cuatro grupos, cuyos campeones se disputarían el título en una liguilla final.

Ademir (Brasil)
Sudamérica seguía siendo considerada como la región mundial dominante en fútbol. Brasil partía como la selección a batir: tenía ya un nivel muy competitivo, y la participación de 1938 había borrado todos los complejos. Contaba con jugadores brillantes como su goleador Ademir, los interiores Zizinho y Jair, el defensa Juvenal... Cuando en la inauguración del torneo batieron a México por 4-0 a nadie le extrañó. Pero cuando en la segunda jornada del Grupo A empataron con Suiza a dos goles comenzaron las especulaciones, los rumores, las dudas. Al final se clasificaron para la fase por el título arrebatando el liderato del grupo a Yugoslavia (2-0)

El Grupo B reunió también a cuatro selecciones: Inglaterra, Chile, Estados Unidos y España. Inglaterra participaba por primera vez en una fase final del Campeonato del Mundo y eran considerados como serios aspirantes al título por su condición de profesionales. Los ingleses estaban muy seguros de sus posibilidades pero tras una victoria cómoda ante Chile se toparon con el voluntarioso equipo norteamericano. En un día negro para los británicos, los estadounidenses consiguieron vencer a su antigua metrópoli por 1-0. En un calco de la situación vivida en el grupo de Brasil, Inglaterra debía vencer a España para clasificarse y salvar los muebles. Pero en el primer gran partido que acogería Maracaná, Inglaterra volvió a caer ante España. El gol de Zarra al inicio de la segunda mitad clasificó a los españoles y eliminó a los británicos. Hecho que tuvo gran repercusión extradeportiva en nuestro país, habida cuenta del histórico antagonismo entre ambas naciones por Gibraltar y del exacerbamiento nacionalista del régimen de Franco.

El célebre gol de Zarra (España)
El Grupo 3º constaba de tres equipos: Italia (vigente bicampeona), Suecia y Paraguay. Los suecos –pese a no contar con sus profesionales emigrados a ligas mayores- sorprendieron a los italianos por 3-2 y empataron con Paraguay (2-2). Este resultado clasificó a los nórdicos e hizo inútil el tercer partido entre italianos y paraguayos. La eliminación de Italia fue la gran decepción del torneo, y se achacó a que Italia, a diferencia de la mayoría de selecciones, había viajado a Brasil por mar debido al pánico aéreo que provocó un año antes la tragedia del Torino en Superga.

Por la parquedad de selecciones participantes, el Grupo 4º quedó como una mera eliminatoria entre Uruguay y Bolivia, resuelta con abrumadora facilidad por los charrúas por 8-0. El delantero Schiaffino marcó cuatro goles, siendo el segundo futbolista que lograba tal proeza en un Mundial.

Schiaffino (Uruguay)
Las cuatro selecciones clasificadas que se disputarían el título fueron Brasil, España, Suecia y Uruguay. Los anfitriones se tomaron muy en serio el susto de la primera fase y salieron decididos a barrer a sus rivales para ganar el título. Suecia fue su primera víctima y fue vapuleada por 7-1. Ademir, como Schiaffino días antes, consiguió cuatro tantos. Mientras, España y Uruguay empataban a dos. En la segunda jornada, Brasil se enfrentó a España. Un desgraciado autogol del hasta entonces impecable defensa españolista Parra adelantó a Brasil al cuarto de hora, comenzando desde entonces una nueva exhibición sudamericana (6-1). Uruguay remontó a Suecia para ganar por 3-2. Suecia ganó posteriormente a una España desmotivada por 3-1 y Brasil y Uruguay se jugarían el título mundial en la última jornada.

Todo el mundo estaba convencido de la victoria brasileña hasta el punto de tener todo listo en las calles de Río para festejar el triunfo desde el mismo instante del final del encuentro, pero a la hora de la verdad, a los brasileños que venían de humillar a Suecia y a España, les temblaron las piernas. Atenazados por la presión de más de 200.000 espectadores, los jugadores brasileños no encontraron su sitio en el campo y sus ataques morían estériles ante la portería de Máspoli. Tras una primera mitad llena de imprecisiones, el extremo Friaça consiguió batir a los charrúas al inicio de la segunda mitad. Pero el gol, en vez de dar confianza a los brasileños, les volvió más nerviosos. Uruguay contraatacó y mediada la segunda parte el extremo derecha Ghiggia se internó por su banda cediendo a Schiaffino, que empató el encuentro. Presas del pánico a perder, los brasileños volvieron a caer en la misma piedra minutos después. Ghiggia se volvió a colar, pero esta vez disparó a puerta. El balón entró en la portería sin que el portero local Barbosa pudiera detenerlo. Maracaná enmudeció. Uruguay sorprendió contra todo pronóstico a Brasil y se alzó por segunda vez como Campeona del Mundo. El 16 de julio de 1950 quedó acuñada la expresión “Maracanazo” para definir desde entonces una suerte del fútbol: la del equipo anfitrión que pierde una final ante su propio público.

Un gol legendario: Ghiggia marca para Uruguay el 2-1 definitivo
En un país tan futbolero como Brasil, la derrota ante Uruguay se vivió como un trauma colectivo que provocó incluso una oleada de suicidios. En una de tantas humildes casas brasileñas en las que se lloraba por la derrota, un niño de ocho años trataba de consolar a su padre con esta frase “Tranquilo Papá, yo haré a Brasil campeona del Mundo”. Al niño, llamado Edson, le llamaban “Pelé”.


Nota final: Es muy recomendable el documental sobre el Mundial de Brasil 1950 producido por NO-DO y emitido hace unos meses en el programa “Conexión Vintage” de Teledeporte-TVE:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/conexion-vintage/conexion-vintage-espana-mundial-futbol-brasil-1950/2155307/

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