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jueves, 30 de noviembre de 2017

Fútbol / Selección Española: La Batalla de Belgrado (1977)


El equipo español que jugó en Belgrado (30-11-1977)

Hoy se cumplen 40 años de uno de los partidos históricos de la Selección Española de Fútbol, que marcó un hito en su devenir mundialista. El Yugoslavia – España de clasificación para la fase final del Mundial de Argentina 1978. Popularmente conocido desde fechas previas como “La Batalla de Belgrado” se trata de uno de los partidos más tensos que ha disputado España, en el que hizo frente a un ambiente extremadamente hostil (desde las gradas hasta lo meteorológico, pasando naturalmente por el césped) y que terminó en éxito gracias a un tanto que de forma llamémosle “peculiar” anotó el hispano-argentino Rubén Cano.

Es preciso situarse en el contexto histórico para comprender la relevancia del encuentro. El mapa de Europa en aquellos años era muy distinto al actual. La Unión Soviética y la propia Yugoslavia permanecían aún unidas embolsando a la pléyade de países que eclosionaron o volvieron a la vida en la Europa Oriental tras la caída del Muro de Berlín. La República Checa y Eslovaquia formaban unidas como Checoslovaquia, mientras que Alemania estaba partida en dos: la federal-occidental y la comunista-oriental. La participación de eventos en Europa era, pues, la mitad de numerosa que ahora. Tanto las clasificaciones para Mundiales o Eurocopas como el festival de Eurovisión por ejemplo, eran muy distintos a lo que son actualmente.

El sorteo de la fase clasificatoria para el Mundial de Argentina de 1978 encuadró a las selecciones participantes en grupos de cuatro y de tres equipos. Y a España le tocó en suerte enfrentarse a Yugoslavia y Rumania. Los yugoslavos nos habían dejado sin Mundial de Alemania en 1974, y los rumanos eran una selección emergente en cuyas categorías juveniles empezaban a destacar nombres a tener en cuenta para el futuro (Hagi, Lacatus, etc.) De entre los tres sólo se clasificaría uno. Misión difícil, pues el grupo no era precisamente asequible.

El mítico Ladislao Kubala era el seleccionador español. Quien fuera uno de los mejores futbolistas de la historia llevaba en el cargo desde 1970 y durante su mandato se habría cobrado fama de defraudar en los partidos decisivos la ilusión que su equipo generaba en los partidos amistosos. En los periódicos solía ir su nombre acompañado de una célebre máxima de corte bélico “Gana batallas y pierde las guerras”. La prensa denominó a sus seleccionados como los “Kubala Boys” y por razón de su cargo, de su carisma de antiguo as del fútbol y de su carácter peculiar en determinados aspectos su labor estaba en boca de todos. Contaba a partes iguales con encendidos defensores y virulentos críticos.

Los rivales

Dzajic, capitán "plavi", sensible baja
Desde la anterior década de los años sesenta Yugoslavia había experimentado un gran desarrollo como selección nacional en varios deportes. Principalmente en dos: baloncesto (por entonces vigente tricampeona de Europa) y fútbol. En el deporte que nos ocupa hoy, de ello tuvo mucho que ver la figura de Dragan Dzajic. Considerado uno de los mejores futbolistas del siglo XX, pese a que su hábitat natural era la banda izquierda, aglutinaba sobre sí las acciones ofensivas de los “plavi” (a vuelta, “azules”) desde la creación de juego hasta los goles. Haber nacido del lado oriental del “telón de acero” le impidió participar en ligas occidentales –en el Bastia francés- hasta el final de su carrera y seguramente por ello su recuerdo se ha ido disipando con el tiempo mientras el de estrellas contemporáneas occidentales (Cruyff, Beckenbauer, etc) ha permanecido. Con Dzajic como líder, Yugoslavia estuvo a punto de coronarse como Campeona de Europa en la III Eurocopa de 1968 ante Italia, y estaba considerada como una de las selecciones más poderosas y difíciles de batir del Viejo Continente.

Cuatro años antes, de camino al Mundial de la RF Alemana, se cruzó con España en un partido de desempate disputado en el Waldstadion de Frankfurt del Meno. Alli, el otro gran puntal de aquella selección (el bravo y potente lateral Katalinski) ajustició a la Selección Española con su gol clasificando a los balcánicos. Yugoslavia venía de destacar en las dos grandes citas previas. En el Mundial germano-occidental hicieron una brillante primera fase con goleada de escándalo a la débil Zaire (9-0) y superando a la campeona mundial Brasil en la clasificación de su grupo. La segunda fase fue otra historia y quedaron eliminados, pero con un puesto entre los ocho mejores combinados del mundo. Asimismo, en la Eurocopa a cuatro de 1976 de la que fueron anfitriones los holandeses de Cruyff y Cía. se las vieron y desearon para ganarles por el tercer puesto.

Rumania era a priori la más débil de las tres selecciones del grupo, pero ya no era una selección comparsa como antaño. Dirigidos por Stefan Kovacs, contaban en sus filas con un buen marcador (Satmareanu), dos mediocampistas de buen nivel (Bölöni y el más adelante seleccionador Anghel Iordanescu) y un peligroso delantero, potente y oportunista (Dudu Georgescu) Volviendo al caso de Dzajic, cabe resaltar las trabas que durante las décadas de la “guerra fría” los regímenes del Este imponían a sus jugadores para salir a jugar a ligas extranjeras de Occidente. Sin ir más lejos, el propio Kubala hubo de protagonizar una huída digna del mejor cine para recalar primero en Italia y finalmente en España. Estos controles iban acorde a la rigidez del régimen político de turno. El de Ceaucescu en Rumania era especialmente estricto (que se lo pregunten a Nadia Comaneci, la heroína local de aquellas fechas) La Yugoslavia del mariscal Tito (cercano ya a su fallecimiento) no ponía los listones tan altos, pero había que saltarlos…

De camino a Belgrado

El escenario: el "Pequeño Maracaná" de Belgrado
Los resultados del Grupo 8 de la confederación UEFA fueron sorprendentes. Un penalti agónico transformado por Pirri dio la victoria a España ante Yugoslavia en el primer partido en Sevilla. Más adelante, los rumanos vencieron a España en Bucarest. La gran sorpresa fue la victoria de los hombres de Kovacs ante los yugoslavos por 0-2 en Zagreb. Rumania, contra pronóstico, tenía ante sí una autopista para clasificarse pero al devolver su visita a los españoles perdieron por 2-0, y después Yugoslavia se tomó la revancha de su derrota anterior con un chocante 4-6 en Bucarest que dejó K.O. a Rumania. Las dos victorias españolas en su campo valían su peso en oro pues ahora, ante el último partido de grupo en Belgrado, a España le bastaba perder por un gol para sacar su billete a Argentina. Los yugoslavos necesitaban ganar por dos o más goles de diferencia.

El partido se iba a disputar a las 13:30h del 30 de noviembre de 1977 en el estadio del Estrella Roja, más conocido por su sobrenombre “El Pequeño Maracaná”. Conscientes de la difícil empresa que tenían ante sí, los balcánicos se tomaron el partido muy en serio, como un asunto de Estado, y pronto el Yugoslavia – España se tiñó de suspicacias y temores de encerrona. Tanto es así que el mayor temor de Kubala era extradeportivo: que los jugadores españoles sufrieran una intoxicación alimentaria en suelo yugoslavo que mermara sus facultades. Para evitarlo hizo llevar consigo no solo al cocinero sino también una generosa provisión de productos patrios. Su suspicacia fue tal que hasta la fruta y el café que consumiría la delegación española en Belgrado serían comprados discretamente en suelo balcánico, sin revelar sus destinatarios.

Por parte balcánica se promovió desde altas instancias generar un ambiente hostil hacia los visitantes. Se sabía desde antes del partido que muchas de las localidades serían ocupadas por miembros del ejército, y se determinó que los aficionados españoles que acudiesen al estadio fueran desperdigados por su graderío. Los yugoslavos estaban muy preocupados, pues no contarían ni con su veterano líder Dzajic, ni con su habitual mediocampista Oblak, otra de sus experimentadas figuras.

Kustudic jugó después en el Hércules
Tampoco faltaron las declaraciones tensas por parte y parte: jugadores, entrenadores, columnistas… Tras la derrota rumana en España por 2-0, el seleccionador dacio Kovacs denunció que se estaba favoreciendo al equipo español para que se clasificara, habida cuenta de la inmensa colonia de naturales y oriundos que residían en Argentina. Los yugoslavos, por su parte, añadieron el caso de una supuesta alineación indebida de Rubén Cano (nacido argentino de padres españoles) quien había disputado partidos de selecciones juveniles con Argentina, razón por la cual no podía jugar para España. A Kubala le sonaba esto último. 24 años antes, en vísperas de un decisivo Turquía – España muy similar a este que resolvería la clasificación para Suiza’54 la FIFA envió un telegrama a la delegación española previniéndole de sanción si alineaban a Kubala, con el argumento de haber jugado anteriormente para las selecciones absolutas de Hungría y Checoslovaquia.

En la rueda de prensa oficial del día anterior Marko Valok -seleccionador “plavi” y cabecilla del triunvirato que dirigía entonces al equipo yugoslavo- ofreció una alineación que nadie se creyó. Ni siquiera los medios locales. Entre las patrañas, que el delantero centro sería el habitual Filipovic. Las fuentes más informadas ya intuían que el elegido sería el debutante Kustudic, jugador de menos clase que el anterior pero más alto y corpulento para rematar mejor de cabeza los centros al área de sus jugadores de banda. Kubala, muy receloso, no quiso facilitar alineación alguna. La elección del Sr. Burns como árbitro del partido (no confundir con el icónico personaje de “Los Simpson”) despertó suspicacias entre los seleccionados españoles y en concreto de los madridistas, pues era el mismo de un reciente Estrella Roja – Real Madrid con eliminación merengue justificada después por la mala actuación del colegiado.

Los equipos

Las alineaciones definitivas se conocerían sólo pocas horas antes del encuentro. Por parte yugoslava se fiaba todo al oportunismo –en efecto- de Kustudic, apoyado por los centros desde la banda de sus dos extremos: Popivoda y Safet Susic. Popivoda era una de las figuras “plavi”, reconocido por su velocidad y su buen centro desde la derecha. Safet Susic daría qué hablar en los años venideros como integrante fijo de la selección yugoslava. Le acompañaría en la alineación su hermano mayor Sead, inferior en calidad. Sin Dzajic ni Oblak, el capitán y una de las grandes referencias del equipo era Surjak. Como Kustudic, era hombre muy alto y de gran potencia física pero a diferencia del delantero centro Surjak era un interior izquierda muy técnico, con visión de juego y llegada al área rival (el típico mediapunta yugoslavo de toda la vida, vamos) La defensa ofrecía menos garantías. Pese a sus intentos con varios jugadores, Valok no encontró el relevo adecuado de Katalinski. Trifunovic estaba considerado el menos malo de una defensa de circunstancias en la que ponía orden el sobrio portero Katalinic.

Los españoles también tenían bajas y dudas que cubrir con debutantes. Para este trascendental partido que requería hombres de carácter Kubala confió en el madridista Isidoro San José para ocupar una plaza en el centro del campo junto a Leal y Asensi, con la misión de custodiar la creación de juego del bético Cardeñosa -también de estreno-. Juanito y Rubén Cano fueron las opciones ofensivas elegidas frente a quienes preferían el oportunismo de Santillana o Dani, quienes fueron relegados al banquillo. Otros delanteros como Marañón no entraron en la convocatoria final y consumados goleadores como Quini y Satrústegui ni siquiera viajaron a Belgrado. La defensa preocupaba especialmente, ya que se esperaban continuas acometidas yugoslavas. Miguel Ángel se consolidaba como portero titular en detrimento del veterano Iríbar. Migueli ya era el central fijo en la alineación española y se le encargó el marcaje de Kustudic. Tuvo gran importancia la elección de los laterales para contener a los extremos “plavi”. De la marca de Popivoda se encargaría un joven pero experto en estas lides, de plena confianza: José Antonio Camacho. A Safet Susic le cerraría el paso el lateral del Atlético de Madrid Marcelino. Ésta opción despertó recelo en la prensa española. Se le tenía por un jugador inapropiado para tal labor dados su afán ofensivo y su impetuosidad, que le hacían susceptible de cometer faltas y padecer sanciones. Todos ellos unidos por un eje, el capitán Pirri.

Y llegó el partido.

Desde horas antes, las gradas del “Pequeño Maracaná” estaban casi repletas de hinchas yugoslavos agitando sus banderas. Muchos de ellos, uniformados, y no precisamente con la equipación de sus jugadores. Para colmo, la meteorología se alió con los “plavi”, ofreciendo a diferencia de los días anteriores frío helador y una constante lluvia en forma de aguanieve que convirtió el césped en una alfombra dura y a la vez resbaladiza. Al saltar al césped del “Pequeño Maracaná” para calentar, los españoles fueron recibidos con una sonora bronca de los espectadores, acompañada por algún que otro objeto arrojado desde la grada. Hecho que se prolongaría todo el encuentro y que acarrearía graves consecuencias durante el mismo. Una vez todo dispuesto los dos equipos, precedidos del trío arbitral, salieron del túnel de vestuarios tras una de las porterías del estadio. La temperatura ambiente en ese momento era de un grado bajo cero. En las encendidas gradas, mucho más calor.


*Marca anti-spoiler: Aunque el “qué” es de sobra conocido, habrá quien no haya visto el “cómo” y desee ver el encuentro. Para ellos, el post termina aquí con este link al partido completo en Youtube:


Yugoslavia - España (30-11-1977)
https://www.youtube.com/watch?v=izujrDtNYEo



Primera parte

Según los españoles sacan de centro, Juanito es objeto de la primera patada. Una violenta acción del delantero Kustudic. El Genio de Fuengirola esquiva la pierna de Kustudic pero tres segundos después cae derribado, quejándose de una patada y un puñetazo. Apenas se había salido del círculo central. Iba a ser, efectivamente, un encuentro muy duro y al límite del reglamento desde el primer instante.

Los yugoslavos, necesitados de la victoria, toman el control del juego y los hombres de Kubala se disponen a defender. A los tres minutos, un balón bombeado sobre el área de Miguel Ángel termina en saque de esquina para regocijo de la muchedumbre que se apelotona en las gradas. El córner es despejado por la zaga española hacia la derecha. Pirri recoge el balón y es derribado por una aparatosa entrada de Sead Susic. El capitán español es sacado del terreno de juego reingresando poco después. Apenas reincorporado, Pirri vuelve a caer por una dura falta de Hatunic. Atendido de nuevo en la banda y ostensiblemente cojo, el capitán de los “Kubala Boys” habrá de ser sustituido por el barcelonista Olmo cuando aún no se había disputado un cuarto de hora de partido. Como él mismo contaría después a la prensa: “fueron a cazarme”. Juanito, San José… la nómina de jugadores españoles que padecían duras faltas de los yugoslavos aumentaba con el pasar de los minutos. La táctica yugoslava incluía la intimidación y Mr. Burns, en los primeros compases del encuentro, dejó hacer.

Yugoslavia achucha. Se suceden los saques de esquina locales de modo infructuoso. Un acertado Miguel Ángel y la zaga española repelen uno tras otro los ataques locales.

En el minuto 26 tiene lugar una gran (y doble) ocasión para los “plavi”. Tras un nuevo saque de esquina, un remate de Kustudic es despejado bajo palos por Marcelino. El rechace es tomado por otro yugoslavo que, desde la derecha, tira al poste. Era un gol ya cantado por los aficionados yugoslavos. Fue el gran momento de apuro de la primera mitad. Poco después España se sacude el dominio local y en una contra, Juanito en carrera se adelanta a Hatunic y chuta al borde del área. El balón sale lamiendo el palo de Katalinic aunque el linier señala fuera de juego. Este juez de línea comienza aquí su cuota de protagonismo.

En la primera parte los españoles sufrieron
Minutos después, hacia el 35’, Miguel Ángel se estira para atajar un peligroso cabezazo de Kustudic a centro bombeado de Surjak desde la izquierda. La ocasión representa uno de los miedos de Kubala, esa jugada en la que los yugoslavos persisten una y otra vez hacia la cabeza del delantero del Rijeka. Un par de minutos más tarde vuelven las hostilidades: Sead Susic agrede durante una acción fortuita a Rubén Cano, quien acababa de recibir una tarjeta. El hispano-argentino tiene el acierto de no revolverse.

Al borde ya del descanso, en medio de un ambiente atroz en todos los aspectos, se produce un momento de tensión con motivo de un lanzamiento de falta a favor de España. Los yugoslavos se adelantan de la barrera sistemáticamente para estorbar el lanzamiento. La jugada termina en rechace “plavi”, si bien poco más tarde termina en una habilidosa acción por la izquierda de Rubén Cano quien, hallándose solo ante Katalinic, dudó y en vez de disparar envía hacia la llegada al borde del area de Leal, quien chuta desviado. Se suceden con mayor frecuencia las agarradas entre jugadores de ambos bandos, sin que el colegiado inglés Burns acierte a poner orden. Finalmente, Burns señala el final de la primera mitad con el resultado inicial de empate a cero y se suceden los resoplidos. De alivio los españoles, de creciente angustia los “plavi”.

Segunda parte

La reanudación del partido encrespa los ánimos de los yugoslavos. Se han visto cerca de marcar un 1-0 que les habría dado confianza pero el no haber conseguido marcar aún les pasará factura anímica. Desde los primeros compases de la segunda mitad se les ve acelerados, nerviosos, ansiosos por marcar los dos goles necesarios cuanto antes. Tardan por ello en llegar las ocasiones. La primera en serio, un balón cabeceado por Kustudic que sale por encima de la portería de Miguel Ángel. También comienza a pasar factura el estado del terreno de juego. El frío y la constante aguanieve caída provocan numerosos resbalones. No es momento para fútbol de calidad.

Pese a ello, emerge el talento de entre el duro fango. Juanito realiza un pase vertical hacia Rubén Cano, quien se planta solo ante Katalinic. El hispano-argentino sortea al portero yugoslavo pero se queda sin suficiente ángulo para lanzar el balón a la red a puerta vacía. Este lance aumenta el nerviosismo local y Valok da entrada a los delanteros Vukotic y Halilhodzic en busca de los dos goles salvadores, retirándose el duro Sead Susic y el cada vez menos inoperante Popivoda, superado por la marca de Camacho. Será Vukotic quien disponga en pocos minutos de una clara ocasión. Tras brillante jugada personal en la que se deshace de tres defensas españoles, chuta con peligro por encima de la escuadra del segundo palo de España. Una de las pocas acciones de talento que pudieron verse en Belgrado aquella tarde.

Rubén Cano y Juanito celebran el decisivo gol
Un par de minutos más tarde, con el ¡uy! aún en las gargantas de los hinchas locales, Asensi recoge en el centro del campo un balón rechazado, cediendo al próximo Juanito. El de Fuengirola alarga hacia la apurada llegada por la izquierda de Cardeñosa. El bético centra justo a tiempo de impedir que el balón traspase la línea de fondo. Más cerca del despeje que de un centro propiamente dicho, el balón bombeado surca el área de Katalinic hasta que cae ante Rubén Cano. En el segundo palo, a bote pronto y con la espinilla, el delantero del Atlético de Madrid realiza un remate “sui generis” que despista al portero Katalinic y al defensa Boljat colándose en la portería yugoslava. Gol de España. 0-1.

El gol español hunde moralmente a los yugoslavos, quienes ahora necesitan marcar tres goles en los veinte minutos que restan. Los jugadores de Kubala celebran el gol ostensiblemente, como quien se libera de una pesada carga. Lo que está por venir es dudoso de ser llamado “fútbol”. En realidad, salvo dos ocasiones postreras de Yugoslavia, el partido como tal muere en este instante.

Cuando la batalla se convirtió en guerra

A raíz de una dura entrada de Muzinic a Juanito se organiza un buen follón entre jugadores de uno y otro combinado que termina con tarjeta para el medio “plavi”. Poca cosa, en comparación con lo que está por venir. Instantes después se produce el último cambio del encuentro. El delantero del Athletic de Bilbao Dani Ruiz-Bazán sustituirá a Juanito. El Genio de Fuengirola, magnífico para muchas cosas, saca su peor cara y realiza un feo gesto a la grada. Harto de recibir patadas en el campo y objetos desde la grada al acercarse a las bandas, Juanito alza su brazo y muestra su pulgar hacia abajo como hacían los Césares en las batallas de gladiadores. “Palmáis”. La respuesta del público será de lo más contundente. Cuando Juanito se acerca al vestuario, flanqueado por el popular periodista deportivo José María García en pos de sus declaraciones, el madridista es alcanzado por una botella cayendo a plomo al suelo. Con la policía irrumpiendo en la zona de banquillos, con Kubala clamando al cielo y con Juanito atendido por el médico mientras siguen cayendo objetos desde la tribuna, los jugadores yugoslavos desentierran el hacha de guerra definitivamente y empiezan a hacer lo que los yugoslavos solían (y sus herederos suelen) hacer cuando se ven superados: pegar.

Secuencia en capturas del gesto de Juanito y el botellazo posterior

Se producen en ese momento varias agresiones múltiples a varios jugadores españoles. Mr. Burns es incapaz de controlar la situación. El juego se halla detenido y el caos en el césped y fuera de él es total. El portero Miguel Ángel aprovecha el “impasse” para acudir en ayuda de Juanito, quien abandona el campo en camilla, para evitar que le caigan encima más objetos.

Cuando se reanuda el encuentro, un despeje de la defensa yugoslava con Miguel Ángel volviendo sobre sus pasos termina en gol, pero el linier “famoso” anula la acción por triple fuera de juego local. Nueva ocasión para la protesta tumultuaria. Con el reloj corriendo a favor de España, la efervescencia de la furia “plavi” alcanza su máximo grado. Entre trifulca y tángana, hay dos últimas oportunidades para los locales. A falta de siete minutos, un peligroso lanzamiento elevado de Surjak se marcha fuera por poco. Ya con el tiempo cumplido, Miguel Ángel se echa cuerpo a tierra para blocar un manso pero peligroso chut yugoslavo.

Al final Burns pita el final del encuentro. La desolación yugoslava es total. La alegría española es completa. Los hombres del banquillo corren a abrazar a los once chicos de Kubala aún sobre el césped para celebrar que tras doce años y dos intentos fallidos, España vuelve a una fase final mundialista. Para la historia queda un agónico partido lleno de incidentes, violento según pasaban los minutos.

Y ¿Qué pasó después?

El Mundial de Argentina se presentó como una gran oportunidad para los españoles. Jugando prácticamente en casa, con una afición local de origen español en su mayoría que llenó los estadios de banderas españolas, el menosprecio a la semidesconocida Austria se pagó muy caro y la derrota ante Krankl, Prohaska, Schachner, Pezzey, Koncilia y compañía comprometió las opciones de pasar a la segunda fase. La mismísima Brasil estuvo a punto de pagar los platos rotos en el segundo encuentro, pero en el momento cumbre Cardeñosa quiso asegurar demasiado un lanzamiento a puerta vacía que se cantaba ya como gol y el empate a cero final dejó a España obligada a ganar a Suecia –cosa que se logró tras mucho sufrir- y a merced de una eventual victoria austríaca ante Brasil que no se produjo.

Por su parte, la rivalidad España – Yugoslavia se mantendría con varios episodios más (1982, 1990, 1996, 1997…) hasta llegar al último con el Milagro de Brujas, el famoso gol de Alfonso en la Eurocopa 2000. Tanto este último momento como varios de los nombres citados (Kubala, Dzajic, Camacho…) merecen que hagamos en ellos una parada para contar su historia. Ya hablamos de Juanito en su día. Espero poder hacerlo de todo ello en un futuro cercano.

 

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