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viernes, 4 de octubre de 2013

Baloncesto / 1973: Cuando España ganó a la URSS invencible

Tal día como hoy hace cuarenta años (4 de octubre de 1973) tuvo lugar uno de los grandes éxitos del baloncesto español: la victoria de España ante la Unión Soviética –vigente campeona olímpica y ganadora de los últimos ocho campeonatos de Europa- y el acceso a la final del Eurobasket de Barcelona ante Yugoslavia. Un éxito cuyo único precedente (el primer campeonato de 1935) quedaba muy atrás y que convirtió al baloncesto en deporte mayoritario en nuestro país, estatus que mantiene desde entonces. Los triunfos posteriores durante los años ochenta y el siglo XXI eclipsaron injustamente esta hazaña pionera y a quienes la protagonizaron. Tras cuarenta años transcurridos desde entonces no es sólo el momento de recordar un partido y un campeonato especiales, sino también de reivindicar a jugadores de quienes muchos aficionados actuales apenas han oído hablar y que eran referentes cuando comencé a ver, oír, saber de baloncesto cuando era niño: Luyk, Brabender, Buscató, Ramos, Santillana, Rullán... dirigidos ya entonces por Antonio Díaz Miguel y a quienes en ciertos casos llegué a ver jugar en el ocaso de sus carreras. Varios de ellos y de sus rivales tendrán cabida en futuros capítulos de nuestra serie sobre los mitos del baloncesto.

[N.del A.: A última hora de la tarde de ayer tuve conocimiento casual de la muerte del capitán soviético Sergei Belov. Sirva también este post como mi homenaje póstumo a su figura hasta su capítulo en la serie de "mitos"]

Además del relato de cómo se consiguió la gesta de vencer a la Unión Soviética de Sergei Belov y compañía, aporto un pequeño documento estadístico sobre el campeonato de 1973 al final del post y -cómo no- el vídeo del partido completo.
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Así las cosas...

Antonio Díaz Miguel llevaba ya casi ocho años dirigiendo al equipo nacional (a él no le gustaba el término “selección” sino el de “equipo”, toda una declaración de intenciones). La llegada de Ernesto Segura de Luna a la presidencia de la Federación Española recondujo el rumbo tras dos años tempestuosos bajo el mandato de Enrique Menor en el que se habían producido fracturas a todos los niveles, con plante de seleccionados incluido durante los Juegos Olímpicos de Munich. Sin Menor y con Segura de Luna regresó Raimundo Saporta y estos dos últimos llevaron la paz a los despachos y sosegaron las aguas en torno a la Selección Española. Había que llevar a cabo todo un reto: la organización del XVIII Campeonato de Europa de Baloncesto Masculino (el ya conocido como “Eurobasket”) a disputarse entre septiembre y octubre en Barcelona y Badalona. Al tiempo, había que conseguir enderezar el rumbo deportivo, porque los resultados obtenidos en Essen en 1971 y en Munich en 1972 habían sido decepcionantes. Emiliano, veterano de la selección, había renunciado tras el anterior campeonato de Europa y Díaz Miguel decidió echar mano de jugadores muy jóvenes para acelerar la transición de generaciones. Quedaron de la previa Luyk, Buscató y poco más. La generación intermedia (Brabender) vio igualmente mermada su presencia y pasaron a engrosar las filas del equipo nacional jugadores nuevos (Santillana, Rullán, Flores, los hermanos Estrada, Cabrera) El paroxismo de esta nueva tendencia la representa Juan Antonio Corbalán, incluido en la Selección Absoluta antes de su paso definitivo a la primera plantilla del Real Madrid, de cara a los Juegos Olímpicos de Munich.

España se encontraba en los setenta en un momento decisivo de su baloncesto: la aparición de los primeros jugadores altos capaces de dar réplica al tipo de pivot “armario empotrado” que ya eran moneda común no sólo en la Unión Soviética (los gigantes Kruminsh, Andreev y ahora los hermanos Kovalenko) sino en toda Europa, con mención especial para dos de ellos: el italiano Meneghin –no tan alto como los anteriores pero muy corpulento y carismático- y el yugoslavo Cosic –una mezcla prodigiosa de fuerza y habilidad-. Aparecieron los hermanos Estrada, Rullán, Santillana, y poco tiempo después surgirían primero Fernando Romay y luego Fernando Martín. Unos por estatura, otros por habilidad, otros por fuerza, se harían sitio a codazos en la zona paliando el ancestral deficit de pivots.

Curiosa foto del conjunto español aparecida en la prensa de la época (El Mundo Deportivo)

Preparación

La concentración se llevó a cabo en altura, en el Montseny y en Navacerrada, y se disputaron muchos partidos previos. Unos con selecciones nacionales (China, Canadá, Italia y Francia) y otros con clubes europeos (Brujas, Nantes), equipos colegiales foráneos (Universidad de Nassau) o combinados “comerciales” con jugadores en oferta (“Gillette All-Stars”). Los resultados y las sensaciones de juego iban siendo progresivamente más esperanzadores, sobre todo la victoria ante los italianos por 73-55 en el torneo de Grenoble. Dejando como suplentes de la convocatoria a Corbalán, Gregorio Estrada y Vicente Paniagua, los 12 seleccionados por Díaz Miguel fueron: Wayne Brabender, Vicente Ramos, Carmelo Cabrera, Rafael Rullán y Clifford Luyk (Real Madrid), Enric Margall, Luis Miguel Santillana, Francisco “Nino” Buscató y Miguel Ángel Estrada (Juventud Badalona), Manuel Flores (Barcelona) y los hermanos José Luis y Gonzalo Sagi-Vela (Kas y Estudiantes, respectivamente). Había ambición, y el objetivo marcado no era poca cosa: Igualar o mejorar el quinto puesto del Eurobasket de Italia de 1969.

 Clifford Luyk, el "mediático" de aquel entonces
El equipo anfitrión contaba con dos prerrogativas en el sorteo: elegir grupo, una vez conocidos algunos de sus componentes, y el primer rival al que enfrentarse en la fase inicial. Con Yugoslavia e Italia en el Grupo B (Barcelona) y la Unión Soviética y Polonia en el Grupo A (Badalona), sorprendió que Díaz Miguel no dudara en escoger el B. Pese a que a priori parecía el conjunto más asequible de los cuatro, el entrenador decidió apartar de España el cáliz de Polonia. Los polacos, pese a ser una selección del nivel de España o ligeramente inferior, mantenía un historial de plenas victorias ante los hispanos y se les consideraba “gafes”. No sorprendió menos la segunda decisión de Díaz Miguel de enfrentarse en el primer partido al rival más fuerte: Yugoslavia. La justificación del seleccionador español fue que “sólo se les podría sorprender el primer día, después ya van avisados”.


Fase de Grupos

El vetusto Palacio de los Deportes de Barcelona
Y cerca de sorprender a Yugoslavia estuvo España. Bien es cierto que los hombres de Mirko Novosel (Cosic, Dalipagic, Kicanovic, Plekas, Slavnic...) llevaron siempre las riendas del partido pero el resultado final (59-65) ya ilustra sobre el necesario empleo defensivo de los “plavi” para detener el empuje local. Emergió en este primer partido la figura del hispano-estadounidense Wayne Brabender como gran baza anotadora. Nada nuevo por otra parte. En el segundo partido ante Bulgaria se pasaron apuros iniciales. Los búlgaros eran un equipo muy rudo que impuso su fuerza al inicio, pero Buscató ejerció de revulsivo y sus canastas dieron la vuelta al partido en favor de España. Precisamente fue Nino Buscató quien en el transcurso de la primera parte anotó de bandeja el punto 20.000 de la Selección Española. La victoria clave fue ante la Italia de Meneghin, Serafini, Marzoratti, Bisson, Brumatti...  España cuaja su mejor partido del campeonato destacando los pivots españoles Santillana y Luyk, que secaron a Meneghin (sólo anotó 2 puntos) y capturaron multitud de rebotes. En ataque, Brabender anotó 23 puntos y con los 20 de Santillana fue el mejor del choque. España ganó por 77 a 65 y, salvo sorpresas de última hora, aseguraba su pase a semifinales. Francia pudo darla en un partido cuyo desarrollo fue similar al de la reciente semifinal del Eurobasket de Eslovenia, si bien los españoles aguantaron el tipo al final y ganaron 85-80. Grecia, aún lejos de su futuro y mejor nivel, fue la última víctima.

Así las cosas, el Grupo B terminó con Yugoslavia como campeona y España en segundo lugar. Italia quedaba tercera, fuera de opción a medalla y aspirando como mucho al quinto puesto. El equipo de Díaz Miguel había cumplido el objetivo marcado: igualar o superar el quinto puesto de Nápoles cuatro años atrás. Sin más presión que la del anfitrión –que no era poca- tocó emparejarse en la semifinal con la Unión Soviética, que se había impuesto sobre todos sus rivales en el recién inaugurado pabellón badalonés que tiempo más tarde sería olímpico.

¡Que vienen los rusos!

La canasta de A. Belov que dio el título olímpico a la URSS (1972)
Era el rival más duro e inasequible de Europa. Selección dominadora del campeonato desde que concursó por vez primera en 1947, era la vigente campeona, ganadora de los últimos ocho Campeonatos de Europa. Y además era la vigente campeona olímpica tras la famosa y polémica victoria final en Munich’72 ante los estadounidenses. De 104 partidos disputados en la historia del Eurobasket sólo habían perdido tres. Dos de ellos en la liguilla final por el título ante Checoslovaquia (71-84) y la anfitriona Hungría (68-82) que se llevó el título. Ambas demostraron que su rebeldía frente a la metrópoli soviética mostrada por aquel entonces no era sólo política. La tercera derrota tuvo lugar ante Yugoslavia en 1969 por 61-73, si bien ésta última tuvo lugar en la fase de grupos y tuvo menor trascendencia en un campeonato que terminaría por ganar precisamente ante los “plavi”. Los precedentes URSS-España no eran nada alentadores: cinco partidos, cinco derrotas. Y sólo una de ellas por debajo de la barrera de los 20 puntos (61-69 en el “Para-Mundial” de Chile). El último enfrentamiento entre ambas selecciones había tenido lugar en el anterior Eurobasket de Essen en 1971, con resultado apabullante en favor de los del Este por sesenta puntos (58-118). Desde el punto de vista estadístico, nada invitaba al optimismo para España.

Los soviéticos se habían clasificados primeros en el Grupo A sin apenas oposición. Sólo Polonia y Rumania (curiosamente las dos últimas del grupo) se llevaron una desventaja inferior a 20 puntos. Sergei Belov, el alma de aquel poderoso equipo, venía realizando un campeonato notable y el combinado de la URSS respondía al clásico patrón del baloncesto soviético. Juego rocoso basado en el acierto en el lanzamiento exterior de sus hombres más bajos y poderío en la zona con sus pivots, todos ellos de elevadísima estatura y gran corpulencia.

Sergei Belov, la gran figura soviética
Vladimir Kondrashkin, el seleccionador soviético, se quejó amargamente de que el equipo de 1973 padecía bajas importantes debido a incidentes extradeportivos. Al regresar de un partido internacional, varios de sus jugadores habían tenido problemas en la aduana debido a las restrictivas leyes soviéticas sobre importación que solían interpretar un souvenir como material de contrabando. Tiempo después se supo que la federación soviética tramitó sin éxito un salvoconducto especial para que dos de las figuras de aquel equipo pudieran participar en el Campeonato español (Alexander Belov y Zharmukhademov). No obstante, el equipo que la Unión Soviética presentó a última hora para defender sus ocho títulos precedentes era de garantías. A Sergei Belov le acompañaban otros cinco campeones olímpicos de 1972 (Paulauskas, Sakandelidze, Edeshko, Boloshev y Sergei Kovalenko), y algunos de los jugadores convocados para este torneo repetirían al año siguiente en el Mundial de Puerto Rico que ganaría la URSS (Miloserdov y Pavlov) y en torneos posteriores (Myshkin)

La única posibilidad ante los “rusos” (como se llamaba entonces genéricamente a todos los soviéticos, fueran rusos o no) según Díaz Miguel era la velocidad en el contraataque, unida a la precisión máxima en tiros y pases. Un balón perdido o un par de lanzamientos desafortunados serían regalos que los soviéticos no perdonarían. Buscató recordaba que el entrenador le había insistido con vehemencia durante las veinticuatro horas previas al partido sobre este particular, ya que él consideraba que era el hombre clave para poner en aprietos a Belov y compañía. Pese a que como ya se ha comentado los precedentes estadísticos eran muy adversos, había un ambiente de optimismo general y muchos aficionados estaban convencidos de que –al menos- se le iba a plantar cara a la campeona olímpica y continental. Justo antes del inicio del partido llegaron noticias desde Badalona de la victoria yugoslava ante Checoslovaquia por 96-71 que colocaba en la final a los balcánicos. La cita tuvo lugar en el Palacio de los Deportes de Barcelona, el jueves 4 de octubre de 1973, a las diez de la noche.

El vídeo
Impagable documento con presentación muy al estilo “seventies”, y entrevista posterior a Díaz Miguel por el periodista José Félix Pons.



El partido: Primera parte

Con un Palacio barcelonés a rebosar con más de cinco mil espectadores totalmente volcados con el equipo español (hermoso pabellón que hoy en día sobrevive reformado y habilitado como sala de conciertos) dio comienzo el partido con el salto inicial entre Santillana y Sergei Kovalenko, ganado fácilmente por el pivot soviético gracias a sus 2.16 de estatura. La primera jugada fue una falta del base español Ramos sobre el base soviético Miloserdov, que anotó sólo uno de sus dos tiros libres. Santillana respondió y puso por delante a España de modo efímero (2-1), dando la vuelta al marcador el equipo de Kondrashkin. Éste había puesto en liza inicial a Valeri Miloserdov, Modestas Paulauskas, Sergei Belov, Alexander Boloshev y Sergei Kovalenko. España salió con Vicente Ramos, José Luis Sagi-Vela, Wayne Brabender, Luis Miguel Santillana y Clifford Luyk. 

Belov en la línea de tiros libres
Durante los primeros minutos del partido los vigentes campeones dominaban en el marcador, pero los españoles se mantuvieron cerca, a dos o tres puntos de desventaja (6-9 a los 3:28; 10-11 a los 5:10...)  Una serie de canastas de Paulauskas y Belov dio una ventaja mayor a los soviéticos hacia el minuto 7 de partido, contestada con la primera aparición de Nino Buscató desde el banquillo, volviendo a reducir la desventaja a tres puntos (16-19 a los 9:04) Cabe destacar la fundamental aportación del base catalán porque no sólo estuvo muy acertado en su juego y en sus tiros, es que la práctica totalidad de sus canastas fueron de larga distancia y de haber existido la línea de triples la ventaja a lo largo del partido habría sido española, y el resultado final mucho más abultado. Faltaban aún más de diez años para que el baloncesto FIBA adoptara tal modificación.

El juego interior de la Unión Soviética con los Kovalenko y Boloshev ahogó a los pivots españoles. Luyk pasó inusualmente desapercibido, salvo por sus inusuales errores en los ganchos –su suerte característica- . La táctica de Kondrashkin y el trabajo de Sergei Kovalenko provocaron que el pivot hispano-norteamericano se cargara rápidamente de faltas personales y el joven Rafael Rullán, su compañero en el Real Madrid, le sustituyó sin mejorar su rendimiento. A su vez, los eslavos mantenían una vigilancia especial sobre el máximo anotador español: Brabender. Los soviéticos anotaban con regularidad y volvieron a sacar una ventaja que oscilaba entre los siete y diez puntos cerca del descanso, con una máxima de 11 a falta de siete minutos (28-39) El regreso de Luyk -que al fin pudo encestar uno de sus famosos ganchos- el ajuste de la puntería de Brabender y una nueva intervención eléctrica de Buscató igualaron de nuevo el partido. Se llegó al descanso con dos canastas postreras de Brabender y Buscató que dejaron el marcador en 45-40 favorable a los “rusos”.

"Pivot", atento a la jugada. La mascota trajo fortuna
Como se esperaba a estas alturas de partido, los hombres de Kondrashkin dominaban en el marcador, pero su automatismo a la hora de anotar se había visto superado en determinadas fases por el empuje de los españoles, que eran capaces de neutralizar las ventajas obtenidas en sus rachas anotadoras. Muchos esperaban que la superioridad técnica y sobre todo física de los soviéticos dictara su ley en la segunda mitad, pero no fue así. Díaz Miguel aleccionó a sus jugadores, insistiéndoles en la posibilidad del triunfo y haciéndoles ver que su rival sufría cuando el equipo imprimía velocidad a sus acciones. Correr era la clave y para ello era vital la aportación de los bases. Buscató y Ramos habían demostrado tener una buena velada, y lo seguirían demostrando.

El partido: segunda parte

Nino Buscató disputó el partido de su vida
La segunda mitad comenzó con malas noticias para España, una canasta de Boloshev y la cuarta personal de Clifford Luyk, que obligaba a reservarle en los próximos minutos. La URSS recuperó la ventaja de once puntos al cabo de cuatro minutos (44-55). El banquillo español reacciono. Volvió a salir Nino Buscató para amargarles la vida a Miloserdov y a Sakandelidze, y se varió la defensa que pasó de ser individual a zonal 1-2-2. Había que asumir ciertos riesgos. La apuesta funcionó. Nino Buscató siguió con su fenomenal racha de tiro acercando a España a la igualada. A falta de doce minutos y medio para el final del encuentro, aparece en escena por primera vez Miguel Ángel Estrada. El del Juventud de Badalona era el cuarto pivot de la rotación española y su participación en la fase de grupos había sido testimonial. La acumulación de personales de Luyk y la inconsistencia defensiva de Rullán –hombre demasiado joven y liviano para pelear ante los Kovalenko- hacían necesaria la presencia del hombre más alto de aquel equipo (2.09), duro defensor, para ayudar en la pintura a Santillana. 

Miguel Ángel Estrada ejecutó a la URSS
A falta de diez minutos los soviéticos ganaban por cinco puntos (58-63) pero también tenían problemas con las personales. Miloserdov no daba abasto con Buscató, Ramos y Cabrera y acumuló cuatro faltas, las mismas que el ala-pivot Boloshev, ahogado por Santillana y sorprendido por Estrada. Ambos tuvieron que abandonar temporalmente la cancha. Justo después, a ocho minutos del final, una afortunada sucesión. Canasta de Brabender, tapón de Santillana y segunda canasta de Ramos para poner a España a un punto de la URSS (62-63)  El público, enardecido por la reacción española y dirigido por los brazos en alto de Buscató tras sus providenciales canastas, comenzó a rugir. Lo volvería a hacer un minuto después cuando Nino Buscató –enorme el partido del de Pineda de Mar- robó y entregó a Brabender una canasta fácil que mantenía la ventaja soviética de un sólo punto. Kondrashkin pidió tiempo muerto y trató de reordenar al equipo en la cancha. Los soviéticos se vieron de pronto superados por el juego español y por el ambiente. Comenzaron las protestas de Belov a los árbitros, y jugadores como Edeshko o Paulauskas hasta entonces protagonistas, se diluyeron.

Kondrashkin dispuso que sus bases apoyaran a los aleros, pero Díaz Miguel sustituyó entonces la zona 1-2-2 por la 2-3, con Estrada sobre Sergei y luego Evgeny Kovalenko. Dos nuevas canastas eslavas dieron aire a los campeones a falta de cinco minutos (66-70) pero dos canastas consecutivas de Buscató y Miguel Ángel Estrada igualaron el partido a 70. En la jugada siguiente, un mal tiro de Boloshev fue reboteado por Brabender, quien envió a Buscató. El lanzamiento exterior en suspensión adelantó a España por primera vez desde casi el inicio del partido (72-70). Era cuatro de octubre, la noche de San Francisco. San Francisco... Buscató. El Palacio barcelonés enloqueció.

Buscató adelantó a España con este lanzamiento (72-70)

La gesta imposible se consuma

La reacción soviética no llegó. Los jugadores de Kondrashkin sigueron con su juego de posesiones largas. Ya no era estrategia, era indecisión. Dos nuevas canastas de Estrada y Santillana al alimón, y de Vicente Ramos aumentaron la ventaja española hasta los seis puntos (76-70) a falta de dos minutos y medio para el final del partido. La final, y con ella la automática medalla de plata, estaban de forma inusitada al alcance de la mano. Boloshev cometió su quinta personal y abandonó definitivamente la cancha. Acto seguido, una jugada personal de Ramos: conducción, penetración, bandeja y 78-70. Quedaban dos minutos escasos y la victoria estaba cantada. Para asegurar la victoria bajo los aros, Diaz Miguel devolvió a la cancha a Luyk en lugar de Santillana. Ramos, sustituido por Cabrera, fue achuchado por sus compañeros en el banquillo. Había un ambiente de euforia que convenía contener, porque aún quedaba tiempo para que los soviéticos reaccionaran y al menos forzaran una prórroga. Dos faltas consecutivas de Estrada (en ataque y en defensa) y una canasta lejana de Paulauskas devolvieron la incertidumbre al partido a falta de menos de un minuto. Miloserdov comete su quinta personal ante Cabrera. Una posesión larga de España termina en Brabender, que pierde el balón. Díaz Miguel, al lado de la jugada, salta desde el banquillo para abroncar a Wayne. Pero acto seguido el de Minnesota recupera el balón y apoyándose en Cabrera entra a canasta. Kovalenko tapona, pero el rebote cae a manos de Miguel Ángel Estrada que anota tras gancho en suspensión. Quedan quince segundos. España gana 80 a 74 y la victoria está servida. La jugada pasará a la historia del baloncesto patrio. Los comentarios posteriores de Díaz Miguel, asegurando que había ensayado esa jugada a diario con el rubiales durante los últimos meses de concentración y bla, bla, bla... también pasaron a la leyenda.

Secuencia de la canasta decisiva: la pérdida-robo de Brabender, el gancho de Estrada y la apoteosis

La última canasta de Sergei Kovalenko fue anecdótica. La cuarta derrota soviética en 110 partidos se había consumado. La URSS faltaba a la final de un Campeonato de Europa por vez primera tras ocho títulos consecutivos y once en total. España volvía a la final tras el primer Eurobasket de Ginebra de 1935 y ganaba por vez primera a la hasta entonces todopoderosa Unión Soviética. Nueve años después del famoso gol de Marcelino en la Eurocopa de fútbol de 1964 en Madrid, España asestó el segundo golpe deportivo a la URSS... aunque su utilización propagandística oficial fue mucho menor –entre otras cosas porque el magnicidio de Carrero Blanco ocurrido dos meses y pico después aceleraría el proceso de cambio de régimen, sin que procedieran fastos “ad hoc”- Huelga repetir una vez más la importancia de esta victoria, por suponer la segunda final para España y por haber sido la primera derrota soviética en un partido continental de eliminatorias. Esta victoria significaba nada menos que doblegar a un equipo legendario que venía dominando el Campeonato de Europa a lo largo de los dieciséis años precedentes. Algo sin parangón ni en el baloncesto ni en el deporte contemporáneo en general... Selección Española de Hockey Sobre Patines aparte, claro está.

Díaz Miguel fue sacado a hombros de la cancha
La cancha fue invadida al término del partido. Los jugadores españoles ganaron con dificultad el camino a los vestuarios y un emocionado Antonio Díaz Miguel fue paseado a hombros. La victoria se celebró como un título en toda regla, como si en vez de la semifinal se tratara de la final. Aún quedaba Yugoslavia pero la celebración fue desatada. El éxito se había marcado en acceder a semifinales y ahora España se colgaría la medalla de plata como mínimo. Ya habría tiempo de pensar en cuál de las dos finalistas (España o Yugoslavia) ganaba su primer título continental el próximo sábado en aquel mismo escenario

Dos días después, con un Cosic colosal (23 puntos, 13 rebotes) contestando a los 22 puntos de Brabender, Yugoslavia conquistó al fin su primer título de Campeona de Europa. Nino Buscató tuvo la satisfacción de retirarse de la Selección Española (y prácticamente del baloncesto en activo) con la medalla de plata al cuello y subiendo al podio en representación del plantel español tras su 222º partido oficial con España. Se había perdido la final, pero la plata de Barcelona se festejó como un título. Y este éxito tuvo como consecuencia la elevación definitiva del baloncesto a rango de deporte mayoritario, y en último término haber despertado la ilusión por este deporte a algunos muchachos que tiempo después defenderían con igual fortuna la camiseta de la Selección Española en los ochenta. Todo ello ocurrió hace cuarenta años.



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