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jueves, 8 de noviembre de 2012

Real Oviedo / S.O.S. Real Oviedo: la fuerza de la afición



Uno de los proyectos más ambiciosos con respecto al blog que tengo en mente –y que, de hecho, ya estaba comenzando a moldear- era una serie sobre la historia del Real Oviedo para dar a conocer el fecundo pasado que tiene el equipo del que soy seguidor, que un día fue de los más grandes de España y que hoy deambula por las categorías semi-profesionales de nuestro fútbol en busca del camino de vuelta a casa cual Ulises hacia su Ítaca.  Mi proyecto se apoyaría en una serie de capítulos que comprenderían un período de cinco, siete o diez años, contando las idas y venidas del club y sus circunstancias a través de sus ya ochenta y seis años de historia.

Pero la actualidad manda, y en estos mismos momentos, esa historia que pienso contarles puede tener un triste final si el próximo sábado 17 de noviembre el Real Oviedo no cubre en esta segunda fase de la ampliación de capital los 1.905.000€ necesarios para evitar la liquidación de la sociedad anónima deportiva en el que se ha constituido desde 1992, lo que supondría la muerte del club azul. En este segundo período de la ampliación de capital, abierto desde el pasado sábado 3 al público en general, se está viviendo una auténtica revolución oviedista principalmente a través de las llamadas “redes sociales” que está llevando el desesperado grito de socorro “S.O.S. Real Oviedo” a los confines del mundo y que para sorpresa de propios y extraños está teniendo eco en los cinco continentes. 

jueves, 1 de noviembre de 2012

Ajedrez / El ajedrez y yo (recuerdos de un jugador intermitente)



Spock y McCoy, ajedrez del siglo XXIII
Este es el primer artículo sobre ajedrez que publico en el blog y he pensado que antes de escribir sobre ajedrecistas, torneos, sus historias y sus anécdotas debería contar a modo de preámbulo cómo ha sido mi relación con este deporte. No como modo de justificación porque no lo requiere (aunque haya quien encuentre extraño ver apartados de ajedrez -esa práctica tan aparentemente tranquila- junto a baloncesto, fútbol, ciclismo o tenis) sino como introducción a post futuros.

Mi primer acercamiento serio al ajedrez (las pequeñas piezas de los “Juegos Reunidos” de cuando era niño pequeño no cuentan como tal) tuvo lugar hacia los once o doce años en mi colegio. En lo más crudo de un invierno frío y lluvioso de finales de los años ochenta, y al calor de la reciente rivalidad entre Kasparov y Karpov, a uno de mis profesores se le ocurrió sugerirnos a un grupo de alumnos pasar los recreos en la biblioteca para iniciarnos en el ajedrez. Desempolvamos los tableros que dormían el sueño de los justos en una de las estanterías superiores y empezamos a jugar. Recuerdo que ya entonces sabía cómo mover los peones, los alfiles, las torres y demás, pero que a algunos de mis compañeros (nuevos en esta plaza) les costaba entender el movimiento del caballo. Nada anormal, por otra parte.