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miércoles, 21 de mayo de 2014

Breve Historia del Mundial de Fútbol (15/21) 1990

El XIV Campeonato del Mundo debía disputarse en Europa y para acogerlo se presentaron cinco candidaturas: Grecia, Inglaterra, Francia, Italia y la Unión Soviética. En el Congreso de la FIFA en Zurich (Suiza) del 19 de mayo de 1984 se eligió la sede del Mundial de 1990. Retiradas las candidaturas helena y británica, Francia emuló a Estados Unidos cuatro años atrás y retiró también la suya para preparar a conciencia una nueva para 1998. Italia dobló los votos obtenidos por la candidatura soviética (11 a 5) y resultó elegida. Tras México, se trataba de la segunda ocasión en el que una sede repetiría. El Mundial de 1934 había dejado mal recuerdo (ver Capítulo III) y ahora Italia organizaría un Campeonato del Mundo en normalidad.

La nueva normativa de la FIFA disponía que –por motivos de seguridad- todos los estadios sede del Mundial debían sustituir sus plazas de espectadores de pie por localidades de asiento. Dependiendo de su graderío y/o su arquitectura, los estadios perdían con ello una cifra variable de capacidad, que se tradujo en un aumento del precio de las entradas que se mantendrá especulativamente en las siguientes ediciones. Doce ciudades italianas fueron sede: Roma, Florencia, Turín, Génova, Milán, Bolonia, Verona, Údine, Nápoles, Bari y las isleñas Cagliari y Palermo. Todas reformaron sus estadios salvo Turín, que construyó el nuevo "Delle Alpi". Un estadio multiusos de grandes dimensiones que, debido a la escasa afluencia de público, se decidió demoler y reconstruir varios lustros después hasta transformarse en el Juventus Stadium que ha acogido el pasado día 14 la final de la Copa de la UEFA.

La fase de clasificación para Italia’90 siguió deparando apariciones sorpresa y ausencias destacadas. La brillante Dinamarca de 1986 fue la peor segunda del los grupos clasificatorios de la UEFA, lo que le impidió clasificarse. Francia, Polonia y la decadente Hungría fueron las otras ausencias europeas más significativas, mientras que México y Chile fueron descalificadas. La primera por falsificación de pasaportes de varios de los miembros de una selección juvenil. La segunda, por la acción de su portero Rojas, que en el Brasil-Chile de clasificación para el Mundial provocó la suspensión del partido tras caerle cerca una bengala y simular haber sido alcanzado y herido. Días después se descubrió que Rojas se había provocado sangre cortándose con una cuchilla de afeitado que llevaba oculta, con el fin de que a Chile le dieran el partido por ganado.

El calendario de competición mantenía el esquema de 1986, con los conocidos seis grupos de cuatro equipos, los dieciséis clasificados (con cuatro de los seis terceros de grupo) y las eliminatorias de octavos, cuartos, semifinales y final. El sorteo del Mundial, celebrado en diciembre de 1991 en Roma, partió con la polémica decisión de la FIFA de otorgar la condición de cabeza de serie a Inglaterra en detrimento de España, a quien correspondía tal derecho por el baremo de clasificación de los últimos tres Campeonatos. La decisión se justificó -sotto voce- para controlar a los hinchas radicales británicos (“hooligans”) en una sola sede determinada (Cagliari) y se dice que en esa resolución influyó decisivamente la primera ministra Margaret Thatcher.

El equipo checoslovaco
El Grupo A fue comandado por la anfitriona Italia, que contó sus tres partidos por victorias, en los que no encajó un solo gol. Como de costumbre, el juego de Italia en esta primera fase fue muy pobre, pero en esta ocasión los locales contaban con un delantero inspirado que, partiendo desde la suplencia, marcaría goles decisivos: el juventino Salvatore “Totó” Schillaci. En el primer partido de grupo ante Austria, marcó apenas un minuto después de saltar al campo. Checoslovaquia se clasificó como segunda gracias a la gran goleada ante los Estados Unidos (5-1) con dos goles de su delantero centro Skuhravy. Austria, pese a tener una de las mejores delanteras del campeonato (Polster y Rodax), quedó eliminada.

Camerún amargó el debut a Argentina
En el Grupo B jugaba la vigente campeona, la Argentina “maradoniana”, a la que había desistido meses antes el centrocampista Fernando Redondo por motivos académicos en una curiosa –y ejemplar- decisión. Nápoles acogería los partidos de Argentina, para que Maradona –jugador del club de la capital de la Campania- se sintiera como en su casa. Los resultados, sin embargo, no fueron los esperados y Argentina se clasificó apuradamente como tercera de grupo. Argentina inauguró el Mundial en Milán ante Camerún, y la selección africana –que había dejado buen recuerdo en 1982- sorprendió a propios y extraños con su victoria. Un gol de Oman-Biyick en la segunda parte dejó a Argentina herida. Hubo otra “Mano de Dios” maradoniana en la segunda jornada, en este caso un palmeo del “Pelusa” que impidió un gol soviético y que tampoco fue sancionada por el árbitro. Camerún prosiguió su éxito venciendo a Rumania y se clasificó primera de grupo pese a su derrota ante la URSS. El conjunto soviético, tradicionalmente castigado por los errores arbitrales, quedó eliminado del torneo y –sin saberlo- disputó su último partido mundialista ya que la Unión Soviética se desmembraría oficialmente año y medio después.

Brasil jugaba en el "Delle Alpi" de Turín como cabeza de serie del Grupo C y no tuvo problemas para clasificarse. Ganó sus tres partidos sin brillantez pero sin agobios. La selección brasileña atravesaba un período de transición en el que aparecieron las nuevas figuras de los noventa: Romário, Dunga, Bebeto... La debutante Costa Rica se clasificó segunda de grupo contra todo pronóstico, tras superar a Escocia y Suecia, que quedaron eliminadas.

Colombia, un equipo talentoso y excéntrico
Otra selección hispanoamericana animó la primera fase: Colombia. La selección que pudo haber sido anfitriona cuatro años antes empató en el descuento del último partido ante la RF Alemana –cabeza de serie del Grupo D- con un gol de Freddy Rincón y se clasificó para octavos. Junto con los alemanes occidentales se clasificó Yugoslavia, que contaba con un gran plantel. El grupo se completó con el peor equipo de los veinticuatro del Mundial: Los Emiratos Árabes Unidos, que recibieron sendas goleadas de los europeos: 5-1 de la RFA y 4-1 de Yugoslavia.

Górriz bate a Preud'homme. España gana a Bélgica
El Grupo E reunió a Bélgica, Corea del Sur, Uruguay y España. Las dos selecciones hispanoparlantes disputaron un horrible partido en Údine –con penalti a las nubes de Rubén Sosa incluido- que en apariencia esfumaba las aspiraciones de ambos equipos. España se rehizo ante Corea del Sur con tres goles de Míchel, quien se reivindicó tras las críticas recibidas con una contundente celebración de su tercer gol. Bélgica llegó con dos victorias a la última jornada en la que aguardaba España con ansias de revancha tras su eliminación a manos belgas cuatro años atrás. España, mucho mejor que en el primer partido, ganó a Bélgica y se alzó como primera de grupo. Bélgica fue segunda y una gris Uruguay de la que se esperaba mucho más se clasificó como tercera.

El Grupo F se disputó entre las islas de Cerdeña (Cagliari) y Sicilia (Palermo). Enfrentaba a tres selecciones europeas, dos de ellas británicas (Inglaterra, Irlanda y Holanda) y a la africana Egipto. El grupo resultó muy igualado y, tal como ocurriera en el grupo inglés de 1986, hubo una sucesión de empates en la que la única victoria de Inglaterra ante Egipto clasificó a los británicos como primeros y eliminó a los africanos. Holanda e Irlanda empataron a todo, tanto en su partido mutuo como en la clasificación. Tuvo que producirse un sorteo para dirimir cuál se clasificaba como segunda de grupo (Irlanda) y cuál como tercera (Holanda). El sorteo envió a los irlandeses a jugar ante Rumania y a los holandeses a vérselas con la RFA. Se esperaba mucho de un grupo con jugadores como Lineker, Gascoigne, Van Basten, Gullit, Rijkaard, Vanenburg y Aldridge pero se vio en los seis partidos un espectáculo muy pobre.

Branco (BRA) rodeado de argentinos
Los octavos de final tenían un partido-estrella: el “derby” sudamericano entre Argentina y Brasil. Los brasileños venían crecidos tras ser primeros de su grupo y Argentina acudía a Turín muy criticada por la prensa. Sin embargo, un genial pase de Maradona a Caniggia permitió al delantero argentino desequilibrar el choque y clasificar a los del Cono Sur. En este partido se produjo una irregularidad sorprendente. Aprovechando un parón del partido, los argentinos sirvieron un botellín de líquido adulterado con tranquilizantes a los brasileños. El lateral Branco bebió de él y quedó mareado. Se apuntó al seleccionador argentino Carlos Bilardo (médico de profesión) como responsable de la trampa, aunque él siempre negó su autoría.

Milla aprovecha el error de Higuita
Los demás partidos alternaron resultados previsibles con sorpresas y decepciones. Camerún y Colombia disputaban el partido más “pintoresco” de esta fase. Llegados a la prórroga, una “alegre” salida del portero colombiano René Higuita en la que perdió el balón ante el veterano delantero camerunés Milla decidió el partido. España se las veía felices tras haber mejorado su juego pero una Yugoslavia defensiva y eficaz perpetuó la maldición ibérica en los Mundiales. Dos goles de Dragan Stojkovic, uno de ellos de falta en la prórroga, eliminó a los españoles. Checoslovaquia dio cuenta de Costa Rica con tres goles de Skuhravy. La RF Alemana neutralizó a los holandeses a base de fuerza (2-1). Un gol “in extremis” de David Platt clasificó a Inglaterra ante Bélgica justo antes del final de la prórroga. A los penaltis llegaron irlandeses y rumanos, de donde los británicos salieron airosos. Mientras, un nuevo gol de Schillaci sacó a Italia de nuevos apuros y gracias a él ganaron a Uruguay.

Squillaci, máximo goleador
Italia volvió a encomendarse a su nuevo “santo” ante los irlandeses, que venían de visitar en audiencia al Papa Juan Pablo II. Una volea de Squillaci en la primera parte clasificó a Italia para las semifinales del torneo, despertando en los “tiffosi” la ilusión por conquistar el título mundial. El resto de partidos de cuartos de final se resolvieron desde el punto de penalti. Bien a lo largo del tiempo reglamentario (RFA-Checoslovaquia), de la prórroga (Inglaterra-Camerún) o en la fatídica tanda de penaltis (Argentina-Yugoslavia). Camerún estuvo a punto de sorprender a los británicos hasta que un penalti transformado por Lineker provocó la prórroga, en la que de nuevo Lineker y de nuevo de penalti resolvería la clasificación inglesa. El protagonista del Argentina-Yugoslavia no fue Maradona, sino el portero Goycochea, que demostró su habilidad para detener penas máximas.

Maradona y Goicochea
Las semifinales fueron Italia-Argentina y RF Alemana-Inglaterra. En Nápoles se disputó la primera de ellas. Cuando sonaron los himnos como preludio al partido, Maradona se dio cuenta de que el corazón de los napolitanos no estaba tan dividido como él creía... Squillaci volvió a aparecer para adelantar a Italia en la primera parte, pero Caniggia empató en la segunda gracias a otra jugada de Maradona. No hubo goles en la prórroga y el partido se vio abocado a una nueva tanda de penaltis donde volvió a aparecer el “santo” argentino Goycochea deteniendo dos penaltis (a Donadoni y a Serena). Con Argentina en la final para disgusto de los anfitriones, ingleses y alemanes occidentales se jugaban la otra plaza para el último partido con la rivalidad de 1966 y 1970 como telón de fondo. Inglaterra comenzó muy fuerte arrinconando a la RFA, pero la resistencia física centroeuropea se fue imponiendo a lo largo del partido. Se llegó también aquí a los penaltis. Una parada de Illgner a Pearce y un error de Waddle enviaron a los ingleses a jugar por el tercer puesto (que perderían ante los italianos con otro gol de Squillaci) y a la RFA a la final.


Maradona y Matthäus (más Völler), duelo de 10
Final que reunía de nuevo a los dos equipos de la de 1986 y en la que ambos equipos buscaban su tercer título mundial. Argentina llegaba con muchas bajas (Caniggia, Olarticoechea, Batista...) y con Maradona físicamente mermado. La figura argentina volvió a disgustarse cuando escuchó los silbidos del público del Olímpico de Roma, que se puso de parte de los europeos para vengar la eliminación italiana. Franz Beckenbauer, seleccionador germano-occidental, dispuso un ritmo fuerte desde el principio para aprovechar la debilidad física sudamericana, pero los argentinos resistieron las embestidas de la delantera germana con notables intervenciones de su portero Goycochea. La expulsión del argentino Monzón mediada la segunda parte (primera expulsión en una final) encerró definitivamente a los argentinos en su área y la RFA continuo su acoso hasta que a falta de poco más de cinco minutos para el final una caída en el área sudamericana de Klinsmann ante Sensini fue castigada con penalti. Goycochea se volvió a lanzar en la buena dirección, pero esta vez fue incapaz de detener el disparo del lateral Andreas Brehme, cuyo gol significó el tercer título para los alemanes occidentales. Fue el último partido oficial de la RFA, que con la Alemania políticamente unida tras la caída del Muro de Berlín absorbió a la RDA. El fin del socialismo tendría notorio reflejo en el mundo del fútbol y en concreto en la desaparición de varias selecciones (URSS, Yugoslavia, Checoslovaquia) y la aparición o re-aparición de otras nuevas que concursarían en su lugar.


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