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viernes, 24 de agosto de 2012

Centenario Lángara (12/12): Último partido en Suiza (1936) + Epílogo


ÚLTIMO PARTIDO, EN SUIZA (1936)

Como comenté al inicio del serial sobre Isidro Lángara que aquí finaliza, no conservo el artículo original de Manuel Sarmiento Birba que lo cierra. Sin embargo, sí dispongo de los datos de aquel partido entre las selecciones de Suiza y España y, gracias a las hemerotecas, de una narración de lo que en aquella tarde del 3 de mayo de 1936 aconteció en el estadio Neufeld de Berna.

La Selección Española viajó a tierras suizas al día siguiente de perder en Praga por 1-0 ante la selección local (Checoslovaquia). El ánimo de la expedición española no era bueno. Se había perdido por la mínima ante la subcampeona mundial, pero la falta de fluidez en el juego y la sequía goleadora han creado cierta inquietud entre jugadores, afición y prensa. Se considera que el papel de España en el concierto internacional ya no es tan pujante como lo había sido en fechas recientes, tras el II Campeonato del Mundo de Italia en 1934. El partido ante Suiza supone, pues, una nueva reválida para España.

Suiza era por aquel entonces una selección que vivía una etapa transitoria entre los viejos éxitos (Plata en los JJOO de París 1924) y una nueva y prometedora camada de futbolistas. No estaba considerada como una gran potencia del momento aunque se la respetaba como a una selección fuerte y en progresión. Sus últimos resultados avalaban su potencial: Italia sudó de lo lindo para ganarles por un parco 1-0, y en su último partido internacional en Dublín habían arrancado un empate a los irlandeses. Su seleccionador, Henry Müller, comenzaba a practicar el sistema defensivo de la “W” que usaban varios clubes ingleses, y que consistía principalmente en retrasar al mediocentro y promover un apoyo mutuo en las labores de éste y los defensas centrales.

Los suizos iban a presentar un equipo con buen nivel técnico aunque también correoso, cuya principal novedad era el regreso a la alineación del interior izquierda del Grasshoppers Xam Abbeglen, uno de los artífices de la plata parisina de 1924 que por aquel entonces aparentaba reverdecer sus viejos laureles. Era un jugador de gran nivel pero pasado de forma y entrado en años. Se esperaba que el mediocentro suizo Jaccard, obedeciendo a la táctica de la “W”, fijara una férrea marca sobre Lángara tal y como había hecho ante italianos e irlandeses.

Dos días antes del partido, la expedición española haría un breve recorrido turístico por Biel y Neuchâtel en el que coincidieron con las marchas obreras del 1º de mayo. Comparadas con el clima pre-bélico que vivía la España de entonces, a ojos de los periodistas que seguían a la Selección Española aquellas manifestaciones se les asemejaban a romerías. El seleccionador español, el doctor vitoriano Amadeo García Salazar, seguía sin poder contar con Quincoces -renqueante de su lesión- y mantenía la duda de Muguerza que continuaba con problemas gástricos. El jugador del Athletic de Bilbao demostró una aparente mejoría en los días de estancia en Suiza que permitió su alineación, de modo que España repitió el mismo once que el presentado en Praga siete días antes.

Las alineaciones fueron las siguientes:
Suiza: Schlegel; Minelli, Weiler; Defago, Jaccard, Müller; Diebold, Spagnoli, Kielholz, Xam Abbeglen y Jaeck.
España: Blasco; Zabalo, Aedo; Zubieta, Muguerza, Roberto; Vantolrá, Luis Regueiro, LÁNGARA, Lecue y Gorostiza.

Última alineación española antes de la guerra civil: Blasco, Muguerza, Zubieta, Luis Regueiro, Lángara, Roberto, Aedo, Eizaguirre (p.s.), Encinas (Entr.) / Vantolrá, Gorostiza, Lecue y Zabalo.


El árbitro designado para dirigir el encuentro fue el alemán Karl Weingärtner, auxiliado por dos linieres suizos. La selección local jugó con su habitual uniforme de camiseta roja y pantalón blanco, cambiando España a camiseta azul y pantalón negro. Weiler y Luis Regueiro actuaron como respectivos capitanes de helvéticos e hispanos. En el banquillo español aguardaban Guillermo Eizaguirre (portero suplente), Ciríaco, Quincoces, Blanco, Vega, Marcelino Campanal y Herrerita. Veintidós mil espectadores presenciaron el encuentro, entre ellos un destacado grupo de aficionados españoles. Brillaba el sol en Berna. A las 16:30 hora local –más tarde de lo acostumbrado debido a la celebración del GP de Suiza de Motociclismo- el balón echó a rodar en el Neufeld.

El partido se inicia de modo titubeante por parte de ambos equipos. España no quiere y Suiza no puede dirigir el rumbo del “match”. Lo que si se demuestra desde el inicio es que Suiza renuncia al fútbol técnico y creativo, pese a tener jugadores hábiles para ello, decidiéndose por un juego directo y rudo, brusco y ocasionalmente violento contra los jugadores españoles a los que se cose a golpes y patadas. Como se esperaba, el suizo Jaccard se sitúa siempre ante Lángara para obstaculizarle, auxiliado por Minelli –el mejor hombre suizo en el campo-. El delantero oviedista no se encuentra cómodo en ningún momento. Minelli le arrebata el balón de los pies en más de una ocasión y Jaccard forcejea con él con brusquedad. Lángara responde en ocasiones a los golpes de Jaccard y ambos son sancionados con sucesivas faltas. Nada que no se esperara, porque la fama de Lángara como goleador era grande en toda Europa y era el hombre más temido por los suizos.

Al cumplirse un cuarto de hora de juego, un ataque español conducido por Regueiro termina en centro de Vantolrá desde la derecha hacia Lángara quien, obstruido, opta por devolver el balón. Vantolrá realiza un segundo envío que Schlegel no acierta a recoger y Gorostiza, incorporándose con ímpetu al remate, logra el gol. El árbitro alemán anula el tanto por fuera de juego de Luis Regueiro, aunque el linier –suizo para más señas- había concedido el tanto. La decisión del árbitro deja perplejos a los españoles.

Muguerza comienza a encontrarse mal. Sus problemas estomacales se han reproducido con el esfuerzo y es sustituido por Vega pasada la media hora de juego. El celtiña debuta así con la Selección. El suplente se muestra impreciso durante la primera mitad, entonándose en la segunda como el equipo en general. Gorostiza y Vantolrá disponen de sendas ocasiones tras intervención de Lángara. El disparo del primero sale desviado por poco, el del segundo es despejado apuradamente a corner por Schlegel. Lecue dispondrá de la mayor ocasión para adelantar a España, pero pese a su cercanía a la portería su disparo sale por encima del larguero de modo incomprensible. Los suizos, por su parte, demuestran ser un equipo con calidad pero alocado y sin un jugador que organice sus ataques –Jaccard estaba muy ocupado marcando a Lángara-. Diebold dispone de una gran ocasión pero Blasco, el portero del Athletic de Bilbao, detiene todos los disparos. Zabalo y Aedo se muestran seguros en defensa y no permiten a los suizos ninguna alegría ofensiva. Aedo es atendido al trastabillarse tratando de esquivar una entrada de un delantero local. Poco después será amonestado por el árbitro Weingärtner por tomarse la justicia por su mano con una zancadilla a Diebold. Con 0-0 finaliza la primera mitad.

Al iniciarse la segunda, Suiza pasa al ataque. En apenas unos minutos, Diebold y Spagnoli disponen de dos buenas ocasiones, desbaratadas por Blasco y Zabalo, respectivamente. El portero bilbaíno, a decir de las crónicas, está realizando una intervención a la altura de las mejores tardes de su predecesor Ricardo Zamora, quien por cierto asistió al partido en calidad de periodista. El Divino gozaba de gran fama internacional y fue saludado por aficionados españoles y también suizos a lo largo de aquella tarde.

Pocos minutos después de la reanudación Zubieta envía a Gorostiza, quien centra a media altura. Schlegel sale inseguro, el balón queda muerto y sus defensas corren en su ayuda para despejar. Al tiempo, aparecen Lángara, Vantolrá y Lecue para rematar. Después de unos segundos de “melé”, Lángara consigue disparar a puerta. El balón impacta en el poste y es sacado de la portería aparatosamente por un defensa suizo. Mientras algunos españoles alzan los brazos reclamando el gol de Lángara, el rechace llega a Vantolrá, quien dispara a su vez y marca definitivamente. El árbitro concede en esta ocasión el tanto, pero el segundo linier suizo –a diferencia de su homólogo del otro lado del campo- no concede el gol alegando que Lángara se había valido de la mano para controlar el balón. Se produce una situación tensa con airadas discusiones entre los jugadores y finalmente el árbitro anula el gol.

La anulación del segundo gol encorajina los ánimos dentro y fuera del terreno de juego. Un grupo de seguidores suizos apostados tras el banquillo español la toma con los jugadores que protestan airadamente cada falta suiza. Los jugadores se encaran contra la grada y la chispa que falta para el incendio la aporta la cercanía de un grupo de seguidores españoles. La policía suiza tuvo que intervenir.

Ilustración en prensa previa al partido entre Suiza y España

En el minuto 62, gran jugada de España. Zubieta avanza y cede a Vantolrá, quien envía en perpendicular sobre Luis Regueiro. El madridista avanza hasta la línea de meta y centra a Lángara, que llegaba en carrera. El delantero oviedista dispara a bocajarro y el balón entra como un cañonazo en la portería suiza. Al fin, 0-1. Es el decimoséptimo gol de Lángara con la Selección Española en sólo doce encuentros. Minuto y medio después, una nueva jugada del ataque español es culminada por Lecue a centro de Lángara. El extremo conecta un gran disparo lejano que entra imparable en la portería defendida por Schlegel. De golpe, España gana por 0-2.

El resto del partido es una sucesión de ataques de área a área en el que tanto Schlegel como Blasco demuestran su gran categoría. Aedo, que en la primera mitad hubo de ser atendido, recae de sus molestias tras un golpe fortuito y cae lesionado. Aún así el defensa del Betis no abandona el terreno de juego y aguanta dolorido los últimos minutos. Sin la brillantez esperada, España aprueba su reválida. Al final, un brillante resumen: “Ni Suiza es aún España, ni España es todavía Suiza”, titulaba José Torrens Font para “El Mundo Deportivo”.

Para 1937 se habían acordado ya cuatro partidos contra Checoslovaquia y Suiza en territorio español, y dos visitas a Viena (Austria) y Budapest (Hungría). Y con motivo del partido internacional amistoso Austria-Inglaterra a celebrarse en inmediatas fechas se esperaba contactar con Mr. Rouss, secretario de la Federación Inglesa para concertar un quinto partido ante los británicos. Ninguno de estos partidos llegará a disputarse. Dos meses y medio después del Suiza-España tiene lugar el alzamiento militar que da comienzo a la guerra civil. De los doce jugadores españoles que disputaron este partido sólo Gorostiza volverá a disputar un partido formal con la Selección, si bien nuestro protagonista no ha dicho su última palabra con la Selección Española.


Jugadores de la Selección Vasca. Lángara en el centro, abajo. Junto a él, Regueiro, Muguerza, Gorostiza, Iraragorri...

Epílogo: La Selección Vasca y su regreso “informal” con la Selección Española.

Cuando estalla la guerra civil, los jugadores se hallan de vacaciones. La mayoría de ellos se encuentra en sus lugares de origen. Lángara estaba en Guipúzcoa. En los primeros meses de la guerra civil Lángara es detenido por un equívoco. A cierto despacho de la dirigencia republicana local llega una foto de Lángara en Oviedo, armado y uniformado. Se le acusa de participar en la represión de la Revolución de Octubre de 1934, hasta que el propio delantero consigue aclarar lo sucedido. En aquellas fechas, se hallaba realizando el servicio militar.

Tiempo después del susto, a instancias del gobierno autonómico vasco se organiza una selección de futbolistas locales con el fin de disputar varios partidos amistosos en Europa con una misión propagandística-recaudatoria. La Selección Vasca enrola a la mayoría de jugadores de la Selección Española de aquel entonces: Luis Regueiro, Zubieta, Zabalo, Muguerza, Iraragorri, Gorostiza... y por supuesto Lángara. Debutan en París, el 25 de abril de 1937. En un partido ante el Racing local en Colombes ganan por 0-3, los tres tantos obra de Lángara. Horas después, la Legión Cóndor bombardea Guernica.

Con el San Lorenzo de Almagro (ARG)
Tras varios partidos disputados en algunas ciudades europeas (destaca una gira soviética jugando en Moscú y Tiflis) y el final de la guerra civil (1939) se plantea una disyuntiva al equipo. ¿Regresar o exiliarse? Gorostiza decide regresar a España, mientras que la mayoría de jugadores –entre ellos Lángara- deciden emigrar a América. Juntos disputan campeonatos en Cuba y México hasta la disolución del equipo en 1941. Meses después, Lángara llega a Buenos Aires (Argentina) para jugar junto a Zubieta en el San Lorenzo de Almagro, donde triunfará plenamente.

Tras un posterior paso por México (jugó en el España) Lángara regresa a Oviedo, donde milita sus dos últimas temporadas en activo. Es ya un jugador veterano (33-34 años) pero continúa marcando goles. Suficientes para volver a llamar la atención del seleccionador español Pablo Hernández Coronado. El regreso de Lángara a la Selección Española es muy especial para él, pues disputará el día de Año Nuevo de 1947 un amistoso informal ante “su” San Lorenzo de Almagro, en la gira que el equipo argentino realiza por Europa. Herrerita y Lángara forman con España. El resultado final es un espectacular 5-7 a favor de los visitantes. Lángara marca el primer gol español. Su buena actuación en este amistoso y a lo largo de la temporada en el Real Oviedo se traduce en otra convocatoria para un amistoso en Dublín ante Irlanda dos meses más tarde. Van convocados Herrerita, Antón y Lángara, aunque sólo el primero jugaría.

Lángara cierra su hoja de servicios con la Selección Española de manera brillante. Doce partidos, diecisiete goles. Aparte del caso aislado de Gaspar Rubio (nueve goles en cuatro partidos), es el jugador de la Selección Española con mejor promedio goleador.

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