Con los Juegos
Olímpicos de Berlín 1936 como telón de fondo se eligió en el Congreso de la
FIFA celebrado en la capital alemana la sede del III Campeonato Mundial de Fútbol a celebrarse dos años después.
Pugnaban Argentina y Francia y éste fue el país escogido, hecho que provocó el
boicot de Argentina. La conocida “ley de rotación de continentes organizadores”
aún no había llegado al Mundial.
La elección de Francia
fue polémica. Se trató de justificar como un premio a la labor de Jules Rimet como creador del
campeonato, pero a nadie se le escapaba que las circunstancias en las que los
galos organizarían el Mundial no eran precisamente fáciles. La inestabilidad
socio-política azotaba Europa y especialmente a Francia, objetivo declarado del
régimen de Adolf Hitler para ampliar
el territorio del III Reich. Muchos
no creyeron conveniente ni la elección de Francia ni siquiera la celebración
del Campeonato, pero éste se llevó a cabo finalmente.
Tal era la situación en 1938 que la nómina de ausencias
ilustres estaba encabezada por dos países europeos y por motivos bélicos: España sufría su guerra civil desde
1936, y Austria (clasificada para
Francia) había sido anexionada por Alemania tres meses antes del inicio del Mundial. Las figuras
austríacas no judías pasarían a militar en la “Mannschaft” pangermánica. En sudamérica
los motivos de ausencia fueron otros: Argentina,
presente en los dos primeros mundiales, renunció por boicot como antes
comentamos, sumándose a Uruguay, aún
“enfadada” por el desprecio europeo a
su Mundial en 1930.
Por primera vez, se otorgó el privilegio a campeón y
organizador de clasificarse “de oficio”
para el campeonato. Francia como sede e Italia como ganadora en 1934 fueron las
primeras selecciones beneficiadas. En la fase
de clasificación pesó mucho el ambiente pre-bélico y muchas selecciones de
fuera de Europa se retiraron (en el grupo americano se dio la circunstancia de
que Cuba se clasificó sin jugar,
tras la renuncia en bloque de otras selecciones). De igual modo se clasificó
una colonia: las Indias Orientales
Holandesas (hoy Indonesia) será la primera representante asiática en la
fase final por renuncia de Japón. En Europa sí se disputaron partidos y algunos
terminaron en sonoras goleadas. Alemania
goleó por 5-0 a la también clasificada Suecia mientras que Hungría no tuvo piedad de Grecia y endosó a la Cuna de Occidente
nada menos que once goles (11-1)
El formato del
III Mundial es idéntico al de 1934: eliminatorias directas desde octavos de
final. Dos eliminatorias se resolvieron con partido suplementario. Cuba sorprendió a Rumania y Suiza dio la campanada al eliminar a la
poderosa Alemania. Éste partido,
disputado en el Parque de los Príncipes de París, traspasó lo deportivo y se
interpretó como una victoria moral sobre el nazismo emergente. Años después, una París derruida vería a Hitler
pasearse por sus calles vacías. La misma París que celebraría desfiles anuales
de la victoria tras la aniquilación del III Reich.
El resto de las eliminatorias se desarrolló según lo
previsible: Checoslovaquia venció a
Holanda (lejos aún de ser la gran selección que hoy conocemos), Hungría vapuleó
a los pre-indonesios e Italia (con
un plantel muy renovado con respecto al campeón de 1934) pasó con apuros ante
Noruega. En esta fase del campeonato tiene lugar uno de los primeros partidos
inolvidables de los Mundiales: El Brasil-Polonia
que encumbró al delantero carioca Leónidas
y que vio al primer tetragoleador en un sólo encuentro: el polaco Wilimowski. Sus cuatro goles, sin
embargo, no fueron suficientes para clasificar a los europeos. Brasil ganó a Polonia por
6-5. La anécdota señala que Leónidas marcó un gol descalzo, ya que durante unos minutos el utillero le tuvo que
remendar sus botas rotas.
En cuartos de
final hubo de todo: Suecia
despertó a los cubanos de su sueño de golpe (8-0) mientras brasileños y checoslovacos
dirimían en partido de desempate el acceso a la semifinal. Lo mucho que se
jugaban y el “miedo” de unos hacia otros derivó en un juego muy brusco que el
árbitro húngaro Von Hertzka no supo
cortar. Nejedly y Planicka, las estrellas centroeuropeas, se retiraron por
lesión y en el desempate decidió el oportunismo de Leónidas y Roberto sobre la
férrea defensa checoslovaca. Hungría venció a Suiza por 2-0 e Italia arruinó las ilusiones locales al
vencer a Francia por 3-1. El
delantero lacial Piola emergía como
la estrella goleadora –y salvadora- de los transalpinos.
El resolutivo Silvio Piola |
El Italia-Brasil
de semifinales despertó altas
expectativas en los aficionados que deseaban ver un duelo entre Leónidas y
Piola. Pero se quedaron con las ganas. En el Velódromo de Marsella Brasil se presentó con un once sin Leónidas. Tras la “batalla” frente a Checoslovaquia, el
seleccionador brasileño Ademar Pimenta
había decidido reservarle para la final. La seguridad de los sudamericanos en
su victoria era tal que los pasajes en tren hacia París ya estaban comprados.
Pero... Dos goles italianos en el inicio de la segunda parte (Colaussi y Giuseppe Meazza de penalti) dieron una ventaja a los “azzurri” que los brasileños sin
Leónidas no pudieron atajar. La seguridad defensiva italiana neutralizó a la
delantera brasileña, que sólo pudo marcar un gol en los instantes finales del
encuentro. Italia defendería en la final su título de 1934. En el otro
encuentro de semifinales hubo poca historia. Hungría pasó por encima de Suecia, a la que en el descanso ya
ganaba por 4-0, marcando dos goles más en la segunda mitad. Hungría era, por
entonces, una potencia futbolística emergente destinada a vivir días de gloria
en próximas décadas.
Meazza y Sarosi, ante el árbitro francés Capdeville |
La final entre
Italia y Hungría tuvo un comienzo trepidante. En los primeros compases del
partido se marcaron tres goles. Colaussi
adelantó a Italia, Titkos empató en
la siguiente jugada y Piola anotó el
2-1 al cuarto de hora. A lo largo del partido la mejor preparación física de
los italianos se fue imponiendo y al descanso ganaba Italia por 3-1. En un
último intento por empatar, el delantero Sarosi
acortó distancias pero Piola –siempre Piola- sentenció en el minuto
82 con el último gol. Italia ganó por 4-2
su segundo Mundial y se resarció de las críticas del triunfo “dirigido” de
1934. Vittorio Pozzo, seleccionador “azzurro”, personificó la rehabilitación
del prestigio internacional del fútbol italiano. Por su parte, Brasil ganó a
Suecia en la final de consolación por el mismo resultado.
El ambiente tenso que envolvió la celebración del III
Campeonato del Mundo de Fútbol siguió enrareciéndose en los meses sucesivos
hasta desembocar en la II guerra mundial.
Durante muchos años se suspendieron todas las actividades deportivas
internacionales. Los campeonatos previstos para 1942 y 1946 no se celebraron y
habría de acabar la contienda y reponerse económicamente durante los años
siguientes para acometer el renacimiento deportivo. Los Juegos Olímpicos resurgieron en Londres en 1948, y el Mundial de Fútbol lo haría en 1950 en Brasil.
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