El mal
partido del debutante Soladrero no fue óbice para que el gran ataque español
jugase de maravilla.
El triunfo ante Francia abrió de nuevo la espita a la
esperanza. El equipo español había quedado un poco diezmado moralmente por el robo
italiano. La victoria ante los franceses en Madrid levantó la moral de los
muchachos de don Amadeo García Salazar. El comité federativo tenía ante sí dos
difíciles desplazamientos: El 5 de mayo a Lisboa, donde esperaba el cuadro de
Portugal, y siete días más tarde en Colonia, donde se iba a jugar el primer
encuentro con Alemania en el concierto de los dos países.
Lángara
vuelve a marcar por partida doble
En el desplazamiento a Lisboa se produce el hecho
sensacional de que por primera vez desde 1920, nacimiento de nuestra Selección,
Ricardo Zamora deja de ser el portero titular de España. Lo había dejado de ser
en tres oportunidades previas, todas ellas por lesión. Ahora no. Guillermo
Eizaguirre, el portero del Sevilla, fue preferido y Zamora viajó a tierras
lusas como suplente. Fue el gran acontecimiento.
Portugal no había ganado nunca a España. Esperaba hacerlo
alguna vez y confiaba en que ese 5 de mayo de 1935 se produjese el éxito.
España presentó una buena formación. Jugaron Guillermo Eizaguirre como portero;
en la defensa, el bético Areso y Jacinto Quincoces; en la línea de medios,
Cilaurren, Soladrero y Lecue. Debutaba en el cuadro nacional el medio centro
Soladrero, vasco él pero perteneciente como jugador al Oviedo, equipo que le
había enrolado en sus filas tras destacar el guipuzcoano en el Betis. En el
ataque, casi nada: Ventolrá [1],
Iraragorri, Lángara, Luis Regueiro y Gorostiza. Era una gran formación de
ataque, como luego se demostraría fehacientemente. Portugal, por su parte,
formó con Soares; Jurado, Gustavo; Albino, Ruiz, Pereira, Mourão, Víctor
Silva, Soeiro, Sousa Pinga y Nunes.
Equipo de España: Iraragorri, LÁNGARA, Luis Regueiro, Soladrero, Quincoces, Eizaguirre, Cilaurren / Vantolrá, Lecue, Gorostiza, Areso. |
La primera parte finalizó con victoria española por dos
goles a cero. Lángara, a los veinte minutos, remató certeramente de cabeza un
saque de esquina botado por Gorostiza. El técnico luso, a raíz de este gol,
reemplazó al meta Soares por el suplente Dyson. Fue igual, porque Lángara
estaba en racha y a los treinta y cinco minutos aprovechaba un gran pase de
Luis Regueiro y lograba el segundo de fuerte disparo. El dos a cero suponía, o
hacía suponer, que el triunfo español no iba a escaparse.
Pero el fútbol es un misterio. Gorostiza hacía el tercero
de España tras una internada de las suyas. Los jugadores españoles actuaban ya
con poca fuerza y aún menores recursos. El partido, con tres a cero, está
simplemente dominado. El equipo de España se relaja. Soladrero, que ha debutado
con escaso éxito, es reemplazado por Pedrol, medio ala del Barcelona, pasando
Cilaurren a medio centro. Pero Pedrol se lesiona pronto y su concurso pasa
desapercibido. Portugal nota la crisis hispana pese al tres cero a su favor y
comienza a estirarse. A falta de media hora Soeiro inaugura el marcador para
Portugal. El tanto encorajina mucho a los lusos y su público ve la posibilidad
de lograr el empate. A falta de veinticinco minutos, Sousa Pinga logra el
segundo de los portugueses.
Es el delirio en el campo lisboeta, porque se ve muy
cerca el empate. Y los españoles, con un Eizaguirre bastante nervioso, ven como
el temido empate se alcanza al transformar Pinga un severo penalty señalado por
el trencilla francés Conrie. El empate a tres goles no deja contento a nadie. Y
menos a España, que había llegado a tener una ventaja de tres goles a cero.
Luis Regueiro al salto y detrás, Lángara |
Lángara
seguía en racha goleadora
En el cuadro español actuaron bien Quincoces, Luis
Regueiro, Iraragorri y Lecue. Lángara, por su parte, seguía en su balance
realmente admirable. Jugaba su séptimo partido internacional y alcanzaba la
cifra de doce goles marcados. Nadie en el fútbol europeo mostraba tal poder
realizador. Por eso, a la semana siguiente, en que España tenía que comparecer
en Colonia frente al fortísimo equipo alemán en pleno auge del nazismo, los
técnicos germanos tenían una sola preocupación. Esta no era otra que frenar al
ariete hispano, para el cual marcar goles era tarea realmente fácil. El equipo
español salió en tren para tierras alemanas desde Lisboa, previa escala en
Madrid.
El equipo español viajó a Alemania convencido de que iba
a pasarlo muy mal. Los alemanes estaban en gran momento, cosa demostrada en la
fase final de Italia. Tenían un ariete apellidado Conen que era formidable.
Lángara se iba a encontrar con el hombre que trataba de ensombrecer su fama en
el continente. El tema es para el próximo capítulo. Don Amadeo García Salazar
recompuso el equipo. Lángara seguía siendo insustituible.
Manuel SARMIENTO BIRBA.
Notas:
[1]: Recordamos
que en las crónicas de la época aparece como “Vantolrá”.
0 comentarios:
Publicar un comentario