ESPAÑA,
VÍCTIMA DE UN CALAMITOSO ARBITRAJE (1934)
La dureza
italiana dejó fuera de combate para el partido de desempate a siete españoles:
Zamora, Ciríaco, Fede, Lafuente, Iraragorri, Gorostiza y Lángara.
Eliminado Brasil, don Amadeo García Salazar estudió el
equipo que iba a intentar lo casi imposible: eliminar a Italia, en su propia
casa, era tarea difícil. Primero, el estadio Berta de Florencia iba a albergar
a todos los aficionados de la Toscana, volcados con Italia. El Gobierno de
Mussolini y el propio “Duce” habían hecho de este campeonato una cuestión de
Estado ganarlo. España sabía que iba a ser una batalla campal. Se temía al
argentino nacionalizado italiano Orsi, por su gran juego como exterior
izquierdo. Pero se temía asimismo al también argentino nacionalizado Monti,
medio centro, por su dureza. Todo se cumpliría en aquella jornada gloriosa de
nuestra selección, donde el árbitro belga Baert, parcialísimo, evitó la
eliminación de Italia. España, que mereció ganar, alcanzó un valiosísimo empate
en medio de un auténtico infierno. Gloriosa selección española la de aquel día.
Gol ilegal
italiano
Don Amadeo García Salazar prescindió de Lecue. Alineó a
Luis Regueiro de interior izquierdo, aunque el irunés jugase siempre en el
Madrid en la parte derecha. Pero Iraragorri había sido un gigante ante Brasil y
era inamovible. Por otro lado, para cerrar al formidable Guaita –brasileño de
origen- el médico de Vitoria dejó fuera a Marculeta y sacó al sevillista Fede,
que era una lapa. Formaron por España: Zamora, en el marco; en la defensa
Ciriaco y Quncoces; en la línea de medios Cilaurren, Muguerza y Fede; y en el
ataque Lafuente, Iraragorri, Lángara, Luis Regueiro y Gorostiza. Era un cuadro
formidable. Salvo Zamora, barcelonés, todos los demás eran vascos. Porque Fede,
aunque nacido en Santander, se había criado en Vitoria.
Formación española del primer partido de cuartos de final ante Italia en Florencia. Lángara es el primero por la izquierda. |
Italia, por su parte, con el avispado seleccionador
Vittorio Pozzo, puso en línea de combate una formación de lujo. De portero,
Combi; Monzeglio y Allemandi en defensa. Pizziolo, Monti y Castellati en la
media; Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Orsi al ataque. El belga Baert fue
el árbitro y el mejor aliado para que Italia no fuese eliminada. Su actuación
fue vergonzosa. A los treinta minutos, Lángara sacó en corto una falta. Los
italianos esperaban el disparo del gran artillero ovetense pero Isidro fue
inteligente: sacó en corto, suave, a los pies de Luis Regueiro. El irunés tenía
un buen tiro de derecha y agarró un empalme cruzadísimo que fulminó a Combi. El
estadio Giovanni Berta se asemejó a un funeral. Pero esta ventaja fue la señal
de comienzo del expolio a España. Baert era parcialísimo. Monti sacó el hacha
de guerra. Lángara sufrió entradas escalofriantes del fortísimo jugador
italo-argentino. Pero atrás, Zamora lo paraba todo y Quincoces jugó el mejor
partido de su vida. Cuando quedaba un minuto para el descanso, un centro sobre
el marco español lo fue a blocar Zamora. Tres jugadores italianos le cargaron
al mismo tiempo, lo derribaron, le quitaron la pelota de las manos –clarísima
falta entonces como hoy- y Ferrari marcó. Baert dudó en concederlo porque la
agresión a Zamora había sido clarísima. Consultó, por contemporizar, con el
juez de línea y éste –atemorizado por las iras de la grada cercana- dio el gol.
De nada valió la protesta masiva del equipo español. Lángara e Iraragorri, que
se pasaron en sus gestos y protestas, fueron amenazados de expulsión [1]
Consumado el
robo
Lángara peleándose con los italianos |
En la segunda parte, España jugó con el mismo ímpetu. El
estadio era un funeral. Italia se defendía como podía. Lángara tiraba desde
cualquier distancia. Iraragorri desbordó a Monti con unas fintas admirables y
el medio le cazó en una de ellas alevosamente. No volvería a jugar. A la media
hora de esta segunda mitad, Lafuente recoge un pase de Lángara y marca de tiro
cruzado. El árbitro Baert mira al linier. Este se queda quieto y anula un gol
como una catedral. Estaba visto: Italia, organizador, tenía que pasar. Pero
tuvo que sufrir porque el partido terminó en empate. Hubo prórroga y Lafuente
en este tiempo adicional disparó al palo. No se movió al resultado. Había que
jugar otro partido de desempate en el mismo campo al día siguiente, 1 de junio
de 1934 [2]. España solicitó a la
organización y a la FIFA un día de descanso dadas las numerosas bajas que
padecía por el juego durísimo de Monti y compañía. Italia se opuso porque
estaba más entera. Hubo que jugar al día siguiente. España estaba destrozada.
Puede comprobarse. Del partido anterior salieron lesionados Zamora, Ciriaco,
Fede, Lafuente, Iraragorri, Lángara y Gorostiza. Total, siete jugadores bajas.
Don Amadeo García Salazar pidió entrega a los siete suplentes que iban a tratar
de salvar la eliminatoria. Eran Nogués (por Zamora), Zabalo (por Ciriaco),
Lecue (por Fede), Ventolrá (por Lafuente), Chacho (por Iraragorri), Bosch (por
Gorostiza) y lo más importante: Campanal por Lángara. Era demasiado. Pues bien,
pese a eso, pese a que el árbitro suizo Mercet que lidió el desempate volvió a
barrer para Italia, España vendió cara su derrota. Perdió por uno a cero, los
siete suplentes fueron unos héroes, le fue anulado un gol al asturiano
Guillermo Campanal, sustituto de Lángara y todo el mundo futbolístico reconoció
el expolio cometido contra España. La afición hispana recibió al equipo en
Barcelona, a su regreso, en loor de multitud. Y tiempo después se jugó un
partido amistoso en Madrid ante la selección de Budapest en homenaje a los
héroes de Italia. El entonces presidente de la República española don Niceto
Alcalá Zamora condecoró a todos los jugadores en el descanso con la medalla al
mérito deportivo. Fue la mejor hazaña de un equipo español. Lángara (cinco
partidos, diez goles) estuvo allí.
Manuel SARMIENTO BIRBA
Momento en el que el Presidente republicano Alcalá Zamora condecora a Lángara. |
Notas:
[1]: El uso de
tarjetas para indicar amonestaciones y expulsiones comenzó en 1970. Hasta
entonces las realizaba el árbitro verbalmente a cada jugador.
[2]: Las tandas de
penaltis tras prórrogas se instituyeron como fórmula oficial de desempate casi
cuatro décadas más tarde.
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