COSTOSO
TRIUNFO SOBRE FRANCIA (1935)
El defensa
Mattler da un curso de patadas de mala intención sobre el ariete oviedista.
Los galos,
sin jugar bien, fueron unos guerrilleros ante la gran escuadra hispana.
Nadie puede negar el formidable impacto que supuso para
la Selección Española el formidable comportamiento registrado en el Mundial de
Italia. El recibimiento efectuado en Barcelona fue apoteósico y ello determinó
que el interés por el equipo nacional aumentase de forma extraordinaria en todo
el territorio español. El comité federativo no quería que esa euforia se
perdiese. Y por ello contrató tres encuentros internacionales para el año 1935.
El primero debería jugarse contra Francia en Madrid.
Lángara no
marca, pero rompe la defensa gala
El 24 de enero de 1935, jueves, España recibe a Francia
en el estadio de Chamartín, del Madrid. El viejo y añorado Chamartín que dio
paso al formidable Bernabeu de hoy. Era el año del Betis sevillano que
comandaba de forma excelente la Liga en Primera División. Estaban en plena
forma los tres vascos que comandaban el trío defensivo de los blanquiverdes:
Urquiaga (portero) y la pareja de zagueros formada por Areso y Aedo. El
seleccionador nacional, don Amadeo García Salazar, no tuvo problema alguno con
la persistente lesión de Jacinto Quincoces. El equipo podía contar con Areso y
Aedo, que lo estaban haciendo muy bien en el Betis. Era baja Iraragorri, por
lesión, pero don Amadeo tenía en reserva a Chacho, Herrerita, Hilario y Larrínaga.
Lángara era indiscutible.
Un
entrenamiento dirigido por un boxeador
El equipo de España se aprestó a recibir a Francia. Se
concentró en El Escorial. Y allí residía Ignacio Ara, que se entrenaba para
disputar el título mundial al francés Marcel Thill. El doctor de Vitoria no dudó
más y puso en línea de combate, ante Francia, al siguiente cuadro: Zamora;
Areso, Aedo; Cilaurren, Muguerza, Marculeta; Lafuente, Luis Regueiro, Lángara,
Hilario y Gorostiza.
Por lo que respecta a Francia, que no sabía lo que era
siquiera empatar ante España en los seis enfrentamientos que habían sostenido anteriormente,
puso en línea un equipo aguerrido, con ganas de pelea y de demostrar a España
que ya no eran el equipo fácil de etapas anteriores. Jugaron: Thepot; Van
Dooren, Mattler; Gabrillarges, Verriest, Lehman, Courtois, Alcázar, Nicolas,
Rio y Langiller. Dirigió el “match” el inglés Levingston.
Más de veinticuatro mil espectadores recibieron al cuadro
español con una ovación estruendosa. Era el premio al comportamiento en Italia
al mismo tiempo que era el premio ante el robo arbitral del belga Baert y del
suizo Mercet, respectivamente, que se inclinaron claramente en favor de Italia.
El equipo correspondió al gran recibimiento. Jugó con enorme interés pero la
verdad es que no estuvo muy acertado en el juego. Francia, por otro lado, no
dio facilidad alguna y luchó con denuedo, marcando muy de cerca a los jugadores
españoles. De todas maneras, Luis Regueiro al cuarto de hora lanzaba un tiro
fantástico desde fuera del área tras recibir un gran pase de Lángara. El gol
animó mucho a España, pero encorajinó aún más a Francia que quiso vender cara
su derrota. España pasó por muchos apuros y la pareja Areso-Aedo jugaba con
muchos nervios. Era lógico. Por otro lado, el defensa Mattler le dio todo un
curso de patadas malintencionadas –con consentimiento del árbitro inglés
Levingston- a Isidro Lángara. La fama del goleador español, después del Mundial
italiano, era grande en toda Europa. Y así, Lángara, ante su desesperación, vio
cómo se iba del partido sin marcar en el marco defendido por el buen portero
que era Thepot.
A la media hora del segundo período, Hilario marcó el
segundo tanto hispano y el colegiado anuló más tarde otro a Lángara. El tanteo
no fue amplio, como esperaba la afición, pero España seguía en racha victoriosa
y eso era importante a los efectos de cómputos internacionales. Al término del
encuentro Lángara se quejó de la dureza de la zaga francesa, su frase no pudo
ser más elocuente: “Éstos vinieron aquí a
jugar con el vencedor moral del Campeonato Mundial de Italia. Por eso dieron
las patadas que dieron”.
Pese a no marcar, la estadística de Lángara seguía siendo
soberbia: seis partidos, diez goles.
Manuel SARMIENTO BIRBA.
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