LÁNGARA DIO
EL PASAPORTE PARA ITALIA (1934)
El delantero
vasco logró dos goles decisivos ante la selección portuguesa en Lisboa.
Una lesión
sufrida por Chacho propició el debut del también oviedista Herrerita.
El nueve a cero alcanzado por España ante Portugal, en
eliminatoria previa para el II Campeonato del Mundo, a jugar en Italia en 1934,
no tenía mucha validez en general si, en el partido de vuelta, a jugar en
Lisboa ocho días más tarde del gran triunfo en Madrid, los españoles no
alcanzaban la victoria o, como mínimo, el empate. Ya expusimos anteriormente
que no cabía la fórmula del “goal-average”. El empeño era difícil porque los
lusitanos, escocidos por el nueve a cero de Madrid, estaban dispuestos a vengar
tan tamaña afrenta. Lángara les había hecho encajar, él solo, nada menos que
cinco goles de los nueve que se llevaron en el talego. Esperaban a España, en
Lumiar, en Lisboa, con todos los poderes en plan de batalla.
Los ánimos de
Lángara a Herrerita.
El seleccionador nacional, don Amadeo García Salazar,
tenía ante sí todo un problema. Él quería que jugasen ante Portugal en terreno
luso los mismos hombres que habían goleado despiadadamente a Amaro en Madrid.
Pero no pudo ser. El coruñés Chacho, que había jugado en Chamartín, resultó
lesionado. Don Amadeo había tenido en el partido de ida como suplentes que
pudiesen realizar la función de interior a Herrerita y Lecue. Incluso pensó en
Larrínaga, del Racing de Santander, que ya había sido internacional en Vigo
ante Portugal en 1933. Pero el reglamento lo impedía porque no estaba inscrito.
Iraragorri, titular indiscutible, seguía lesionado en Bilbao. Don Amadeo lo
pensó mucho y se decidió. Jugaría el asturiano Herrerita. Tenía mucha calidad,
juventud, estaba avalado por la fama de su hermano Ramón “El Sabio” y, además,
llevaba a su lado a su compañero de club, Lángara. En definitiva, Herrerita
sería el sustituto del lesionado Chacho y con ello haría su debut en el cuadro
nacional. Tenía 19 años de edad. Ni que decir tiene que Isidro Lángara acogió
la designación de Herrerita con mucha alegría. Lo importante ahora era animarlo
y hacerle ver que el partido, aun siendo difícil, no lo era mucho más que uno
cualquiera de Liga con el Oviedo.
España, de
azul.
El 19 de marzo de 1934, a los ocho días del partidazo de
Chamartín (9-0), España compareció en Lisboa. Lo dicho, sólo valía la victoria
o, como mal menor, el empate. Portugal jugó con sus colores habituales,
camiseta roja y calzón blanco. España alineó totalmente de azul, segundo color
de la selección desde tiempo inmemorial. Zamora; Zabalo, Quincoces; Cilaurren,
Marculeta, Fede; Ventolrá, Luis Regueiro, Lángara, Herrerita y Gorostiza
formaron por España. Insistimos: debut de Herrerita en la Selección. Portugal
alineó a Amaro; Avelino, Jurado; Pereira, Augusto Silva, Pinto; Mourão, Waldemar,
Víctor Silva, Sousa Pinga y Lopes. Arbitró el partido el mismo hombre que había
dirigido el encuentro de ida, es decir, el belga Van Pragg.
El partido en sí fue dificilísimo. Portugal quería vengar
la afrenta de Madrid y su escandaloso tanteo. España jugó sólo discretamente.
Quizás el terreno de juego –durísimo- perjudicó a los hispanos. El público,
entusiasta, llevó a los portugueses a jugar con una codicia tremenda. A los
once minutos, Víctor Silva hizo el gol lusitano que suponía que la eliminatoria
estaba empatada. Hay que seguir insistiendo en que no había “goal-average”.
España se dio cuenta del peligro de un partido de desempate. No había
sincronización en el cuadro español. Lángara era el mejor jugador sobre el
terreno, batiéndose el cobre con la durísima defensa lusa. Dos minutos después
del gol portugués, los ánimos de éstos sufrieron un duro quebranto. Gorostiza
hizo un centro preciso al que puso colosal remate Lángara. El empate era vital.
Para que las cosas no se enfriasen, Lángara seguía siendo la pesadilla
portuguesa y a los veinticinco minutos volvía a marcar mediante un remate a
pase de Luis Regueiro. Era el uno a dos que llevaba España a los vestuarios en
el descanso.
En el segundo tiempo, Portugal comprendió que aquello era
la eliminación absoluta. Por ello, sacando fuerzas de flaqueza, se volcó sobre
el marco de Zamora, pero Jacinto Quincoces estuvo colosal y abortó casi todo.
El tiempo fue transcurriendo, y en el banquillo español se temía el empate y la
euforia portuguesa. Cilaurren reforzó la defensa, Zamora impuso orden y
Portugal, temerosa de que Lángara volviese a marcar –ya llevaba siete goles a
los lusos en dos partidos, con su firma- no descuidaba la defensa. Lángara lo
comprendió y no dejó nunca el terreno de la zaga lusitana. Pudo marcar un gol
más, pero Amaro hizo una parada sensacional a un cañonazo del oviedista que
habría sentenciado definitivamente.
El partido finalizó con victoria española y el pasaporte
para Italia. Lángara, con dos goles más, lo había logrado. Su balance no podía
ser mejor: tres partidos jugados y ocho goles marcados. Mayor eficacia,
imposible.
Manuel SARMIENTO BIRBA.
0 comentarios:
Publicar un comentario