Como habíamos
adelantado en el último artículo de “Mitos del Fútbol” sobre Isidro Lángara, publicaremos
en una serie especial los artículos que sobre sus partidos con la Selección
Española publicó en 1992 en el diario “La Nueva España” el periodista e
historiador deportivo Manuel Sarmiento Birba. Una de las mejores formas posibles
de celebrar el centenario de este destacado futbolista de los años 30 y 40 y, al
tiempo, de dar a conocer su figura al aficionado de hoy.
Por
desgracia, no conservo el último artículo de la serie, pero si los once
primeros. En estas líneas, a través de los partidos internacionales de Lángara,
Sarmiento desvela los entresijos de la Selección Española de fútbol de aquel
entonces, con modos y costumbres muy diferentes a los actuales y que nos
invitan a un viaje figurado en la máquina del tiempo a los años treinta, al estímulo
de la imaginación y a la comparación con tiempos presentes.
Personalmente,
como aficionado que soy a los documentos de historiografía y a deambular por
hemerotecas -y por la práctica imposibilidad de encontrar estos artículos en
hemeroteca pública o digital alguna- los juzgo de gran valor y por ello me he
decidido a publicarlos en el blog para quienes gusten del deporte de antaño. Respetaré
el texto original (salvo el exceso de comas en algunas frases) y añadiré
acotaciones a pie de página para corregir o ampliar datos.
________________________________________________________________________
DEBUT
INTERNACIONAL EN BUENAVISTA (1932)
El delantero vasco marcó su primer gol con la Selección en la inauguración
del nuevo estadio.
Pese a los nervios de Isidro, España acabó venciendo a Yugoslavia por 2-1
Es necesario que se haga una especie de entradilla para
justificar, lógicamente, lo que ha supuesto Isidro Lángara en el fútbol español
y, más concretamente, en el Real Oviedo. Aparte de ser el mejor jugador de toda
la historia de la entidad azul ovetense por lo que a eficacia se refiere, no
hay que olvidar que Lángara es el único jugador del Oviedo, en toda su
historia, cuyo nombre es conocido y popular en todo el mundo futbolístico. En
una palabra, no se trata de un ídolo local o provincial. Es un personaje
realmente universal. Para lograr eso fue necesario que marcase nada menos que
299 goles en las siete temporadas en que sirvió al Oviedo. Seis, antes de la
guerra civil, y la restante, la de 1946-47, tras su regreso de América [1]. A esto hay que añadir su singular “performance”
en la selección nacional de España, en la que logró el formidable promedio de
diecisiete goles en doce partidos. El comienzo de la guerra española rompió esa
trayectoria única en el seleccionado nacional. Y, como es lógico, quedan sus
campañas en Argentina y México. Especialmente en San Lorenzo de Almagro, en
cuyo equipo, el día de su debut ante River Plate, los de Boedo ganaron por
cuatro a cero [2]. Cuatro goles
firmados por Lángara ante el atónito aficionado argentino.