Comparando con otros deportes como el fútbol, el atletismo o el boxeo, el ciclismo ha tenido poca presencia cinematográfica. Y ello pese a ser un deporte muy dado a proporcionar historias interesantes. La complejidad que entraña el rodaje de escenas ciclistas verosímiles ha postergado al deporte de la bicicleta a un segundo plano en el mundo del séptimo arte, pero aún pueden encontrarse algunas películas sobre ciclismo y de entre ellas, algunas notables o que ofrezcan una perspectiva honesta y auténtica sobre este deporte. Una de ellas es “El prado de las estrellas” de Mario Camus. No es una película totalmente dedicada al ciclismo, pero su presencia en la trama es muy notoria. No en vano, Camus aprovecha esta película para redimir a su deporte favorito del fantasma del dopaje con una historia en la que priman el esfuerzo y la ilusión de un joven (y sus mentores) por convertirse (convertirle) en profesional. Una cinta que rezuma amor por el ciclismo.
Ficha técnica
“El prado de las estrellas”
Título original: “El prado de las estrellas”
Director: Mario Camus
Producción: Cre-Acción Films
Guión: Mario Camus
Banda Sonora: Sebastian Marine
Fotografía: Hans Burmann
Nacionalidad: Española
Duración: 114 minutos
Año de producción: 2007
Reparto principal:
Álvaro de Luna (Alfonso)
Marian Aguilera (Luisa Sedano)
Óscar Abad (Martín Sedano)
Mary González (Nanda)
Rodolfo Sancho (Mauri)
Antonio de la Torre (Ramiro)
José Manuel Cervino (Tasio)
Sinopsis (argumento)
La película narra dos historias que van enlazándose progresivamente en torno a la figura de Martín Sedano, joven ciclista amateur. Por un lado, la de una anciana llamada Nanda (Mary González) y Alfonso (Álvaro de Luna), cuyas apacibles vidas se ven alteradas por la llegada de un administrador llamado Beotegui que por orden del hijo de Nanda acude a realizar un inventario de las propiedades a heredar por éste cuando ella muera. Entre estas propiedades se encuentra un prado sobre una colina desde el que Alfonso, siendo niño, miraba las estrellas: Un lugar que Nanda y Alfonso llaman coloquialmente “el prado de las estrellas”.
Una mañana, cerca del prado de las estrellas, Alfonso ve aparecer entre la niebla a un joven ciclista. Le ve buenas condiciones y se ilusiona con poder hacer de él un campeón profesional. El ciclista es Martín Sedano (Óscar Abad), de camino entre su residencia en el pueblo montañés de San Martín de Valderredible y la residencia de su hermana Luisa en San Vicente de la Barquera. Luisa Sedano (Marian Aguilera) es una bella joven que trabaja como asistente social en la residencia de ancianos donde vive Nanda. La muchacha tiene dos pretendientes llamados Mauri (Rodolfo Sancho) y Ramiro (Antonio de la Torre), pero sus ansias de independencia son más fuertes que el afecto que siente hacia ambos, por lo que su relación con ellos será inestable y en ocasiones tensa.
Alfonso contacta con Martín a través de su hermana Luisa y con la ayuda de su amigo Tasio (José Manuel Cervino) que fue ciclista en su juventud, tratará de ayudar a Martín en los primeros pasos de su prometedora carrera. El joven acepta con docilidad los planes de Alfonso y Tasio, que pasan por dirigir tanto sus inicios como ciclista de competición en categoría juvenil como sus estudios, ya que recibirá clases de un amigo de Alfonso, un peculiar profesor llamado Heraclio Escobedo.
Las consecuencias que pueden derivarse del inventario de las propiedades y los terrenos de Nanda la desasosiegan. Mientras tanto, Martín comienza a hacerse un nombre entre los ciclistas amateurs de la región.
A decir verdad, es una película con un argumento muy interesante y que podría dar mucho más de sí de lo que se aprecia en el resultado final, que queda pobre y difuso. Los otros dos puntos fuertes que se aprecian en “El prado de las estrellas” son la sólida interpretación de sus actores veteranos y la fotografía de Hans Burmann, que realza tanto las escenas de acción ciclista (entrenamientos y carreras) como los magníficos paisajes de la zona.
Mary González, actriz semidesconocida para el público en general, realiza un gran papel como Nanda. Una entrañable abuela cuyas facultades físicas se deterioran por la edad pero cuya mente sigue estando clara, tanto para percatarse de los problemas que le sobrevienen como para tomar decisiones posteriores, así como para distinguir entre el cariño verdadero que hacia ella profesa Alfonso y el desdén de sus hijos, que no solo no la visitan en su residencia sino que encima muestran sin reparo su interés en la herencia que recibirán cuando ella muera. Álvaro de Luna (Alfonso) representa el papel de hombre mayor, humilde pero a la vez digno, preocupado por hacer lo correcto y que despierta a ilusiones que creía perdidas para siempre gracias a Martín, el ciclista. Mario Camus deposita en sus hombros el peso de la crítica social –inevitable en la mayoría de películas del director santanderino y que le emparienta con otro de mis directores preferidos: el argentino Adolfo Aristarain-, representada por la codicia de los herederos y su testaferro Beotegui. También se critica el olvido del medio rural y en particular el espinoso tema de la “cuota láctea” impuesta por la UE que ha penalizado especialmente a los productores de la vertiente cantábrica española.
Como en su anterior obra “El color de las nubes”, Camus se apoya en la espectacularidad del paisaje cántabro, en la fotogenia de San Vicente de la Barquera (uno de los pueblos más hermosos que he podido conocer) y en el paisaje de montaña de los valles de Cabuérniga, Lamasón y del río Nansa. Se rodó en concreto en el puerto de Palombera. Las escenas en las que aparece el joven ciclista subiendo o bajando los puertos son muy destacables. Además de su lograda estética son muy realistas (ir de la playa a la montaña no es un viaje de dos minutos), demuestran el esfuerzo del ciclista y además cumplen una función de “cortina” entre escenas que ayuda a la situación del espectador entre Valderredible y San Vicente o viceversa. Asimismo, las escenas de competición nos muestran el mundo del ciclismo desde dentro de una forma muy auténtica, sin más artificios que los justos y los que un rodaje requiere. Es este mismo enfoque del mundo ciclista lo que convierte a “El prado de las estrellas” en una película destacable.
La aparición de personajes singulares como Heraclio Escobedo (Juan Margallo) aviva el interés de la película.
Mario Camus, como buen amante del ciclismo, quiso contar una historia auténtica sobre el deporte y para ello se apoyó tanto en sus conocimientos como en el asesoramiento de expertos y profesionales.
Sin ir más lejos, el ex-ciclista y director deportivo José Antonio González Linares asesoró a Camus y dirigió un “casting” para encontrar al ciclista más idóneo para el papel de Martín Sedano. El elegido fue Óscar Abad, ciclista en primer año de categoría juvenil y sin ninguna experiencia previa en interpretación. Para salvar esta circunstancia adversa, Camus encargó a Antonio Valero (uno de sus actores-fetiche de sus cintas anteriores, que también participará en “El prado de las estrellas” con un pequeño papel) que ejerciera de profesor de interpretación para Óscar. Como en la película, Camus le asignó asimismo profesores particulares para que no perdiera comba en sus estudios durante el rodaje.
Bien por su interpretación –forzada y pobre, es cierto- o bien por no pertenecer al gremio, la elección de Abad para “El prado de las estrellas” fue muy criticada. En mi opinión hay que ser benevolente tanto con Óscar Abad (porque, efectivamente, lo suyo no es actuar sino pedalear) como con la decisión de Camus, quién buscó la autenticidad siguiendo la conocida máxima cinematográfica: “Si buscas a alguien para un papel de camarero, lo mejor es un camarero”. Entre los nombres que se barajó inicialmente para encarnar a Martín está el de Juan José Ballesta (conocido por “El Bola” y la serie de TV “Querido maestro”), pero existía el problema de que el actor debería tener la condición física necesaria, y por ello se optó finalmente por la otra solución.
En las escenas de competición ciclista y en los entrenamientos intervinieron varios ciclistas juveniles de distintas escuelas ciclistas cántabras, y también se contó con la puntual aparición de profesionales como el caso de Herminio Díaz Zabala, quien también participó como asesor técnico. La película se rodó entre los meses de octubre y diciembre de 2006. Se nota que el frío aprieta sólo con ver la indumentaria de Martín o de los demás ciclistas, con culotte largo y maillots de abrigo.
El ídolo local, el tricampeón del mundo Óscar Freire, está representado en la película con un póster y en una escena en la que Martín ve los vídeos de sus dos primeros campeonatos, en Verona (1999) y en Lisboa (2004).
No es la mejor película de Mario Camus, es verdad. Del mismo modo que es elogiable su mirada sobre el ciclismo y la defensa de la integridad de las personas maduras y humildes en un mundo cada vez más desalmado, es igualmente censurable la falta de ritmo de la película (que solo coge carrerilla con el impulso de la bicicleta) y la carencia de conexiones sólidas entre los distintos círculos de la historia que la convierten en una película confusa y desfigurada. La empatía con los personajes resulta difícil en general por su falta de definición –mayor en unos papeles que en otros- y al espectador le toca realizar un esfuerzo para situarse en la trama hasta que esta cobra forma definitivamente mediada la película y con la acción en marcha.
“El prado de las estrellas” fue recibida con agrado por la crítica especializada y obtuvo un modesto respaldo de público. Se presentó en la LII Semana Internacional de Cine de Valladolid (“Seminci 2007”) con buenas sensaciones, aunque no cosechó ningún galardón. Obtuvo dos candidaturas a los premios de la Academia de Cine (los popularmente conocidos como “Goya”), ambas a su elenco: Álvaro de Luna a mejor actor protagonista y Óscar Abad a mejor actor revelación. Precisamente la interpretación del ciclista Óscar Abad fue de lo más denostado de la cinta, así como la interpretación en general de sus actores jóvenes (a nuestra musa Marian Aguilera casi se la crucificó) No convenció al público por la pobreza y vaguedad de su desarrollo, en el que uno siempre está esperando que a ciertos personajes les ocurra “algo” que no termina de pasar.
Coincido con ésta última crítica, aunque no tanto con las anteriores. En defensa de Marian Aguilera (y por una vez aquí no habla el admirador, sino el mero espectador) hay que decir que su personaje -que debería ser uno de los puntales de la historia- aparece desdibujado. Por un lado, Luisa es cumplidora y amable en su trabajo, se ve que le gusta lo que hace y lo sabe transmitir (véase la escena del taxi, casi al final). Pero a la hora de la verdad el personaje de Luisa pierde el protagonismo y/o la influencia que se espera de ella como hermana mayor de Martín, y su relación indolente a tres bandas con Mauri y Ramiro transforman a la adorable jovencita que cuida de los ancianos en una chica arisca e inaguantable a la que cualquiera en su sano juicio mandaría a freír espárragos. Para justificar su comportamiento no vendría mal que Camus nos hubiera explicado desde el principio qué tipo de traumas infantiles o de insatisfacciones padece Luisa. Partiendo de esta última premisa, sí entendemos las reacciones de la asistente social y podemos ser más comprensivos con la interpretación de Marian y hasta considerarla como buena. Prefiero imaginarme que su carácter ciclotímico se deriva de su orfandad, por ejemplo. Marian Aguilera no tiene el inmenso talento de su ex-compañera en “Al Salir de Clase” Pilar López de Ayala, pero tampoco es tan mala actriz como su ídem Elsa Pataky. Falla más el vestido que la modelo.
Los papeles de Rodolfo Sancho y de Antonio de la Torre son más entendibles pero también más “planos”, muy por debajo de sus dotes (todos sabemos lo que Antonio de la Torre da de sí cuando tiene buenos personajes, y a Rodolfo Sancho ya va siendo hora de reivindicarle como mucho más que un simple galán, sino como un buen y cada vez mejor actor, digno hijo de su padre Sancho Gracia a quien cada vez se parece más en todos los aspectos). El histrionismo y el maniqueísmo con el que aparecen los “malos” (léase Beotegui) son de esperar en una película con crítica social apoyada en planteamientos minimalistas.
Una crítica que suele hacerse a “El prado de las estrellas” me parece, sin embargo, uno de sus elementos imprescindibles: el protagonismo para algunos excesivo de las peripecias ciclistas. La calidad y la honestidad de éstas son a mi juicio, en cambio, las que la convierten en una buena película y es una lástima que no tengan un protagonismo mayor, casi exclusivo en la cinta.
Mario Camus debutó como director en 1963 con la película “Los farsantes”. A lo largo de los años sesenta dirigió varias películas protagonizadas por el cantante Raphael: “Cuando tú no estás” (1966), “Digan lo que digan” (1968). En los setenta, alternó cine y TV. En cine destaca “La leyenda del alcalde de Zalamea” (1973) con Paco Rabal y Fernando Fernán Gómez, mientras que en televisión dirigió varios capítulos de “Los camioneros” (1973), “Paisaje con figuras” (1975), “Curro Jiménez” (1976-77) así como “Fortunata y Jacinta” (1980). El éxito de crítica de ésta última reafirma su concepción cinematográfica que culminará en los primeros ochenta con sus dos obras principales, ambas en su especialidad: adaptaciones de clásicos de la literatura contemporánea española: “La Colmena” de Camilo José Cela (1982) y “Los Santos Inocentes” de Miguel Delibes (1984) cuyos protagonistas Paco Rabal y Alfredo Landa fueron premiados ex-aequo en el Festival de Cannes con la Palma de Plata al mejor actor. Consolidado, continúa su carrera cinematográfica con varios títulos destacables: “La casa de Bernarda Alba” (1987), “Sombras en una batalla” (1993), “Adosados” (1996), “El color de las nubes” (1997) o “La ciudad de los prodigios” (1999). Previamente a “El prado de las estrellas”, su última película hasta la fecha, dirigió dos cintas con leitmotiv deportivo: “Young Sánchez” (1964) sobre boxeo y “La vieja música” (1985) sobre baloncesto. Recibió el Premio “Goya de honor 2011” por el conjunto de su carrera cinematográfica.
Álvaro de Luna es popularmente conocido por su papel de “El Algarrobo” en la serie de TV de los años 70 “Curro Jiménez”. Ha sido hasta la fecha un actor muy prolijo en televisión con papeles de mayor o menor trascendencia en “Historias para no dormir”, “Historias de Juan Español”, “La barraca”, “Pepe Carvalho”, “Farmacia de guardia”, “Señor alcalde”, “Herederos” o “Luna, el misterio de Calenda” (actualmente en antena). Debutó cinematográficamente en 1963 con “La máscara de Scaramouche”, y prosiguió su carrera en películas cómicas y dramáticas, así como en alguno de los célebres “spaghetti western” que se rodaron en la segunda mitad de los sesenta. Entre su filmografía cabe destacar “Las que tienen que servir” (1967), “El cabezota” (1982), “La guerra de los locos” (1987), “Luna de lobos” (1987), “Lázaro de Tormes” (2002), “Silencio roto” (2002), “El viaje de Carol” (2002) o “¿Y tú de quién eres?” (2007), sin contar con la adaptación cinematográfica de la serie que co-protagonizó: “Avisa a Curro Jiménez” (1978)
Marian Aguilera comenzó su carrera alternando la interpretación con varios trabajos como modelo fotográfica y de publicidad en España e Italia (principalmente Barcelona y Milán). Además de su memorable participación en el acto de llegada de la antorcha olímpica a España en Barcelona’92 (ver la sección “mis recuerdos”) es famosa por ser una de las chicas protagonistas de la serie juvenil de TV “Al Salir de Clase”. Ha intervenido en otras series para la pequeña pantalla como “Los hombres de Paco”, “Esencia de poder” (como protagonista) o las fracasadas “Código fuego” y “El inquilino”. Su incursión televisiva internacional tuvo lugar en la italiana “El hijo de Sandokán”. En cine se la ha podido ver en “Tic tac” (1997), “Tuno Negro” (2001), “No debes estar aquí” (2002), “Tánger” (2004) y “Seres queridos” (2004) entre otras. Trabajó a las órdenes de Mario Camus con anterioridad en la adaptación de la novela de Eduardo Mendoza “La ciudad de los prodigios” (1999). Asimismo, participó en el videoclip de “El alma al aire” de Alejandro Sanz.
Mary González es una veterana actriz que comenzó en la Revista y enfocó posteriormente su profesión hacia el género dramático. Cuenta con una larga lista de papeles en teatro y de intervenciones mayores y menores en adaptaciones para TV y en los célebres “Estudio 1”, además de papeles episódicos en varias de las más renombradas series televisivas del país (“El comisario”, “Los ladrones van a la oficina”, “Policías”, “Periodistas”, “Hospital Central”, etc.). Sus papeles en cine son sin embargo escasos. Cabe citar aquí pequeños papeles en “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1988) o “Historias del Kronen” (1997).
La relación de Rodolfo Sancho y Mario Camus se remonta a 1983 -cuando Rodolfo contaba sólo ocho años- en la serie “Los desastres de la guerra”. A partir de ahí apareció puntualmente en series como “La Huella del Crimen: Jarabo” (1985) interpretando al personaje de su padre –Sancho Gracia- en su niñez, y otras como “Hermanos de leche” o “Colegio Mayor”. Tras el fallido remake “Curro Jiménez, el regreso de una leyenda”, llegó su salto a la popularidad como co-protagonista de “Al Salir de Clase”. Tras varios años en esta serie, participó en “Paraíso”, “Hospital Central”, “Policías” hasta protagonizar “Lobos” y más tarde el primer elenco de “Amar en tiempos revueltos”. De ahí a “La Señora”, serie que relanzó su carrera. Recientemente ha protagonizado “Gavilanes”, la miniserie “Historias robadas” y actualmente interpreta a Fernando II el Católico en “Isabel”. Aparte de su trabajo televisivo, por el que es más conocido, cuenta con experiencia en cine: “Cachito” (1995), “Taxi” (1996), “Muertos de risa” (1999), “La Comunidad” (2000), “Mucha sangre” (2002), “La noche de los girasoles” (2006), “La herencia Valdemar” (2009) o “No habrá paz para los malvados” (2010) son algunas de sus películas.
Antonio de la Torre es un reconocido actor malagueño que ha trabajado esencialmente en cine y ha alternado papeles cómicos y dramáticos. Periodista de carrera, antes de afianzarse como actor trabajó como periodista deportivo en el canal autonómico andaluz Canal Sur. Inició su carrera cinematográfica con un papel en el corto “Adriana” (1990), y posteriormente interpretó a Pelopincho, un fanático del rock duro que frecuentaba la gasolinera de “Lleno, por favor” (Serie de TV de 1993-94). Desde entonces interpreta regularmente papeles episódicos en distintas series, siendo reconocido como El Loren de la miniserie “Padre Coraje” (2002). En cine, interpretó papeles cada vez más largos en películas como “Morirás en Chafarinas” (1995), “El día de la bestia” (1995), “Más que amor, frenesí” (1996), “Carreteras secundarias” (1997), “Torrente, el brazo tonto de la ley” (1998), “Muertos de risa” (1999), “El corazón del guerrero” (1999), “La comunidad” (2000), “El séptimo día” (2004) y “Volver” (2006), hasta consagrarse con el papel de Antonio en “Azuloscurocasinegro” de Daniel Sánchez Arévalo (2006) por el que ganó el Premio de la Academia (Goya) al mejor actor de reparto. Con posterioridad a “El prado de las estrellas” se le ha podido ver con papeles de importancia diversa en “Una palabra tuya” (2008), “Gordos” (2009), “Lope” (2010), “Balada triste de trompeta” (2010), “Primos” (2011), “Invasor” (2012) y “Grupo 7” (2012). Participa en “Los amantes pasajeros”, film de Almodóvar actualmente en estreno.
José Manuel Cervino debutó en 1970 en la película “Pierna creciente, falda menguante”. Especializado en personajes rudos, en “El prado de las estrellas” encarna uno de sus papeles más amables. En la gran pantalla cuenta con títulos de diversos géneros como “Sonámbulos” (1977), “La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona” (1979), “Siete días de enero” (1979), “Operación Ogro” (1979), “El crímen de Cuenca” (1980), “Gary Cooper que estás en los cielos” (1980), “El crack” (1981) y “El crack II” (1983), “El pico” (1983), “Últimas tardes con Teresa” (1984), “La monja alférez” (1987), “El Lute, camina o revienta” (1987), “La mujer y el pelele” (1992), “Hotel y domicilio” (1995) o “Las 13 rosas” (2007) . La TV le dio buena parte de su fama al interpretar al comisario Poveda en “Brigada Central” (1988) y “Brigada Central II” (1992). Además, participó en otras series como “Lorca, muerte de un poeta” (1987) y “Cazadores de hombres” (2008), amén de participaciones episódicas en “Cuéntame”, “Aquí no hay quien viva”...
Curiosidades
Marian Aguilera y Rodolfo Sancho, pareja en “El prado de las estrellas” eran hermanos en “Al Salir de Clase”. Ambos interpretaban a los hermanos Medina (Miriam y Nico) y su padre era el conocido actor y presentador Carlos Sobera. Curiosamente, el personaje de Sancho en “El prado de las estrellas” (Mauri) también se apellida Medina.
No es la primera vez que Mario Camus tira de deportistas profesionales para su elenco de actores. En “La vieja música” (1985) puede verse al entonces pívot del Breogán de Lugo Jimmy Wright en un papel secundario.
La cita
“Evita ver la televisión. Cretiniza. Estudia, entrena y vive. Hay tiempo para todo” (Heraclio Escobedo a Martín Sedano)
... además del último diálogo de la película, que no quiero desvelar...
Música
La partitura original corre a cargo de Sebastian Marine. Al piano y a compás lento, incide en los ambientes melancólicos. El tema central por así denominarlo es de la cantante pop Conchita con su canción “Tres segundos”. Suena en la escena en la que Luisa y Ramiro se conocen. Tratándose de musicar una escena con Marian Aguilera en lugar del pop ultra-edulcorado y la voz lastimera de la por otra parte simpática y bella Conchita hubiera preferido a Phil Collins, o en su defecto a su casi paisano Sergio Dalma con alguna de sus canciones más animadas, pero no es el caso.
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