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viernes, 25 de mayo de 2012

Mitos del Fútbol (2) / Lángara: El primer hombre-gol


Nuevo capítulo de la serie de mitos futbolísticos. En esta ocasión se trata de una entrega especial que tendrá continuidad en un “coleccionable conmemorativo” que publicaré a lo largo de las próximas semanas en el blog.

Eran los suyos tiempos de pioneros, cuando nuestra Liga daba sus primeros pasos. Cuando comenzaban a disputarse los primeros mundiales y la idea de profesionalismo de hoy en día ni siquiera se soñaba. La carencia de testimonio audiovisual ha sumido en el olvido a quien fue el primer goleador “masivo” del fútbol internacional. Era español, vasco para más señas y jugaba en el Real Oviedo. Se llamaba Isidro Lángara y nació hace un siglo por estas mismas fechas.

Para celebrar el acontecimiento y ayudar a difundir como se merece la figura de Lángara, transcribiré en las próximas semanas la serie que el periodista e historiador deportivo Manuel Sarmiento Birba (1926-2001), autor entre otras obras de “Yo, Isidro Lángara”, publicó en el diario La Nueva España en 1992 con motivo de su fallecimiento.
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Isidro Lángara Galarraga nació en Pasajes (Guipúzcoa) en mayo de 1912. El día concreto es objeto de controversia. En muchas biografías figura el día 25 (motivo por el que publico hoy el presente artículo) aunque hoy en día está aceptada la tesis del día 15. Lo cual es coherente, ya que durante siglos se estiló imponer al recién nacido el santo del día (San Isidro Labrador se festeja el día 15 de mayo) Como su propia fecha natal, sus cifras de goles oscilarán uno o dos goles arriba o abajo, pues en aquella época ni las actas se consignaban ni se procesaban estadísticas como en la actualidad.

Se inició en la práctica del fútbol en el Bildur Guchi de Pasajes Ancho, prosiguiendo en el Esperanza de San Sebastián, el Andoain y el Tolosa. Durante su estancia en Tolosa alternaba el fútbol con un trabajo en la fábrica textil de Antonio Subijano. La relación comercial entre Subijano y el directivo del Real Oviedo Juan Botas acercó a Lángara al club azul. A cambio de algo más de diez mil pesetas de la época, Isidro Lángara fichaba por el Real Oviedo en diciembre de 1930, justo antes del inicio de la Liga en Segunda División.

Cuenta el periodista Ricardo Vázquez Prada que, recién llegado a Oviedo por ferrocarril, fue llevado al Estadio de Teatinos para una prueba ante el entrenador Mr. O’Connell. A cada lado, un extremo y él a rematar. Desde el primer disparo, atajado a duras penas por el portero Oscar, asombró que un mozalbete de dieciocho años pudiera golpear el balón con semejante violencia. Debutaría aquel mismo domingo ante el Atlético de Madrid, marcando dos de los cuatro goles del equipo.

En aquellos años treinta, en los que la preparación física tenía poca o nula importancia, quien nacía o adquiría grandes condiciones físicas destacaba claramente sobre el resto. Lángara era uno de esos elegidos. Su fisionomía era más propia de un boxeador que de un futbolista. Ligeramente más alto que la mayoría de sus compañeros (rondaba el metro ochenta de estatura), era un hombre recio y robusto. Tenía sin embargo una cintura muy estrecha que le facilitaba los movimientos en giro, gran velocidad gracias a su potencia física y una agilidad y elasticidad poco corrientes para un hombre de su envergadura. Tenía ciertas condiciones técnicas pero no era un virtuoso del balón, a cambio era un rematador inigualable. Chutaba con ambos pies e incluso cabeceaba con gran potencia. Antón, compañero de delantera en el Real Oviedo, recordaba que tenía una frente “en pico” que le facilitaba cabecear el balón con fuerza. Su cualidad más destacada era el llamado “latigazo”: Era capaz de chutar a puerta desde mucho más allá del área, cargando la pierna y golpeando secamente el balón, adquiriendo éste una velocidad y potencia similar a la de un cañonazo. Sin voleas, globos o efectos. Tiros a puerta desde cuarenta metros o más, algo hoy en día inusitado. Además de sus cualidades físicas, a decir de los entendidos de la época era un jugador muy inteligente, capaz de adivinar al instante dónde colocarse para recibir el balón en la mejor condición posible para el tiro. Solía disparar al primer toque, sin acomodos, con gran fuerza y puntería. El escultor Manuel Laviada tomó su figura como modelo para las esculturas alegóricas que acompañan a José Tartière en el monumento a éste último (obra de Víctor Hevia) erigido en el Paseo de los Álamos frente a la Plaza de la Escandalera, el ágora central de Oviedo.

En su primera temporada anotó 15 goles, que no sirvieron al equipo más que para conservar la categoría. Alternaba las posiciones de interior y de delantero centro, ya que el preferido para ésta posición empezó siendo Álamo. Lángara le desplazó, ocupando definitivamente el centro del ataque azul al finalizar aquella primera campaña. Su segunda temporada fue aún mejor. Sus cifras goleadores siguieron progresando (En Liga marcó 22 goles, 24 en total contando los dos al Cataluña, retirado de la competición) y el equipo se acercó a los puestos de ascenso a Primera. Terminó segundo tras el Betis, que ascendió. Se estimaba que con algunos ajustes en el equipo y manteniendo la capacidad goleadora de Lángara el equipo podría subir al año siguiente.

Así fue. El Oviedo FC (ya estamos en tiempos de la II República) ascendió al cabo de la temporada 1932-33 a Primera División, con un Lángara demoledor que anotó 24 goles. Conformaba junto con Casuco, Gallart, Galé e Inciarte la primera versión de la “Delantera Eléctrica” oviedista, renovada posteriormente con la llegada de dos jugadores asturianos de gran técnica y calidad que fueron sus mejores escuderos en los años siguientes: Herrerita y Emilín.

Sus goles le abrieron las puertas de la Selección Española en su segundo año. El guipuzcoano tuvo el mejor debut imaginable. En Oviedo, ante su afición, inaugurando el nuevo estadio de Buenavista (después Carlos Tartière) frente a la selección de Yugoslavia. Mediada la primera parte se completaba el debut soñado: Luis Regueiro dispara a puerta, rechaza el portero yugoslavo Spasic y Lángara aprovecha el balón muerto para marcar el primer gol de la historia del nuevo estadio. El resultado final fue España-2 Yugoslavia-1. Fue el 24 de abril de 1932 y a Lángara le quedaba un mes para cumplir los veinte años.

Pese a su más que satisfactorio debut con la Selección, no volvería a ser convocado durante un tiempo. El seleccionador José María Mateos sería relevado por el vitoriano Amadeo García Salazar, que decidió convocar en los cuatro partidos siguientes al delantero centro del Real Unión de Irún Elícegui (quien ficharía más tarde por el Atlético de Madrid). Quiso el destino que en septiembre de 1933 el Atlético de Madrid visitara Oviedo para disputar un partido amistoso. Los aficionados aguardaban expectantes el duelo entre Elícegui y Lángara. Apenas comenzado el partido, Elícegui adelanta a los colchoneros pero Lángara empata al poco tiempo. Después, nuevo gol de Lángara, y otro más, y otro, y otro... El Oviedo FC ganó al Atlético de Madrid por 7-1, los siete tantos obra de Lángara. Se terminó la discusión. El puesto de delantero centro en España sería para el oviedista.

La Selección Española se jugó la clasificación ante Portugal. El partido de ida se disputaría en Madrid el 11 de marzo de 1934 y la vuelta en Lisboa a la semana siguiente. Amadeo García Salazar alineó a Lángara como delantero centro y el guipuzcoano daría la razón al técnico con cinco de los nueve goles que España endosó a los lusos. Toda una exhibición. Junto a Lángara había sido convocado su compañero Herrerita, que debutó en el partido de vuelta sin cumplir aún los veinte años, como el propio Lángara en su día. Los dos oviedistas tuvieron una gran tarde con la Selección Española y Lángara marcó los dos goles del 1-2 final. España se clasificó con brillantez para disputar el Mundial de Italia de 1934. Por supuesto, Lángara fue convocado para disputarlo. Sin embargo, el seleccionador prefirió la experiencia del madridista Luis Regueiro y prescindió de Herrerita.

La Selección Española de 1934 contaba entre las principales aspirantes al título. Tenía en sus filas al mejor portero de la época (Zamora) y al mejor delantero centro (Lángara). Junto a ellos, una de las mejores defensas de Europa compuesta por Jacinto Quincoces y Ciríaco, delanteros de fama internacional como Luis Regueiro o Gorostiza, y un equipo bien conjuntado. Pese a estos avales, España no fue incluida como cabeza de serie en el sorteo. A la Selección Española le tocó en suerte enfrentarse en Génova a otro combinado debutante: Brasil. España fue superior y venció con contundencia. Iraragorri marcó el primer gol de España en la fase final mundialista y Lángara marcó otros dos más. Leónidas marcó el gol brasileño y vio como Zamora le detenía un penalti. España ganó por 3-1 a Brasil y se enfrentaría en cuartos de final a... Italia.

El gabinete de Mussolini, que había preparado todo para el triunfo transalpino en aquel II Campeonato del Mundo encontró en España un durísimo escollo. En el partido de cuartos de final, disputado en el Giovanni Berta (hoy Artemio Franchi) de Florencia, los italianos tuvieron que emplear toda la marrullería de su defensa y echar mano de la permisividad arbitral para forzar un partido de desempate. Los españoles fueron gravemente perjudicados por el arbitraje del belga Baert, quien anuló un gol legal de Lafuente, consintió el italiano irregular de Ferrari y la extrema dureza de la defensa local que masacró a varios de sus jugadores. España resistió: 1-1. Pero a cambio perdió a siete hombres por lesión para el partido de desempate, entre ellos Zamora, Gorostiza, Lafuente y Lángara. En el desempate, disputado al día siguiente, Italia consiguió ganar al fin con un gol de Meazza en un partido calcado al anterior, en el que el suizo Mercet ocupó el lugar de Baert. La Selección Española había quedado eliminada, pero fue reconocida dentro y fuera del país como la campeona moral del torneo.

Desglose de sus goles con el Real Oviedo según rivales y competiciones
Meses después del regreso a España, con ocasión de otro partido internacional, los jugadores de la Selección (entre ellos Lángara) fueron condecorados por el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora. Un breve resumen de este evento es el único vídeo que recuerdo haber visto del delantero oviedista. Lángara continuó jugando con la Selección Española y marcando goles. Pese a que en aquellos años los equipos nacionales disputaban sólo unos cuatro o cinco partidos al año, en apenas 12 partidos disputados hasta la guerra civil le dio tiempo a marcar 17 goles. Unos quince años después, el mítico delantero del Athletic de Bilbao Zarra batió esa marca marcando 20 goles en total. Dichas cifras no fueron igualadas hasta bien entrados los años ochenta. Lángara tiene en su haber el mejor promedio goleador en la Selección Española (salvo el caso aislado de Gaspar Rubio, que marcó 9 goles en 4 partidos). Pudo disputar un 13º partido en 1947, ya que fue convocado para un amistoso en Dublín junto con sus compañeros Herrerita y Antón, pero sólo Herrerita fue alineado. Hubiera significado un nuevo record: volver a la Selección tras once años de ausencia.

Un elástico remate de Lángara
El Oviedo FC continuaba goleando a cuantos equipos pasaban por Buenavista en su nuevo periplo en Primera División. El Barcelona fue el primer equipo en probar la capacidad goleadora de los azules y en particular de Isidro Lángara, que marcó tres de los siete goles del 7-3 final. Después, Lángara continuó sembrando las porterías rivales de goles (Español, Valencia, Racing de Santander, Betis, Athletic de Bilbao, Arenas de Guecho, Donostia –Real Sociedad-, Madrid y un largo etcétera. El Oviedo alcanzó en su segundo año en Primera el tercer puesto, que repitió al año siguiente. En los tres primeros años oviedistas en Primera, Lángara fue el máximo goleador y pieza clave en la Selección Española de preguerra. 

Con la Selección Vasca. Lángara abajo, en el centro
La guerra civil quebró la vida de España desde julio de 1936, y de paso las esperanzas oviedistas de proclamarse campeones de Liga, algo posible para un equipo que crecía año a año. Lángara se encontraba de vacaciones en su tierra vasca cuando la guerra estalló. El País Vasco quedó bajo dominio republicano y en aquellas primeras semanas convulsas llegó incluso a ser detenido, acusado de participar en la represión de la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias. El equívoco partía de una foto suya en tales fechas, uniformado y armado en pleno centro de Oviedo. Obviamente, se hallaba realizando el servicio militar. El equívoco se resolvió y pudo enrolarse en la Selección Vasca que realizó una gira internacional primero por Europa y después por Iberoamérica en busca de fondos y simpatías para el gobierno del Lehendakari Aguirre y la causa republicana. Muchos de los mejores jugadores españoles de la época eran vascos, así que la selección que conformaban Lángara, Luis y Pedro Regueiro o Zubieta entre otros era un equipo de entidad al que muchos equipos deseaban enfrentarse. El mismo día en el que debutaron en París (26 de abril de 1937) la Legión Cóndor bombardeó Guernica.

Uno de los detalles de su biografía sobre los que más se especula es sobre su supuesta ideología republicana. Lángara, hombre prudente y discreto, nunca desveló sus simpatías políticas. Su exilio de España desde la guerra civil hasta su vejez es el argumento más sólido a favor de esta teoría. Para otros, su regreso al Real Oviedo en los dos últimos años de su carrera en lo más “crudo” del franquismo (la posguerra) o sus anuales visitas al País Vasco y Oviedo en fechas veraniegas atestiguan lo contrario.

Durante dos años, la Selección Vasca disputó una serie de partidos en los que Lángara anotó una imprecisa marca de goles. La victoria del bando nacional en 1939 provocó la disolución del equipo. La mayoría de sus integrantes se exiliaron a distintos países de América. Lángara recaló en México, para ser contratado poco tiempo después por San Lorenzo de Almagro, uno de los más importantes equipos de Argentina, que atravesaba una crisis de resultados.

Debut de Isidro Lángara con San Lorenzo de Almagro. Lángara, abajo, cuarto por la izquierda
La Liga Argentina presumía de ser por entonces la mejor del mundo, como lo demostraban las grandes goleadas que conseguían sus equipos de gira por Europa. El nivel técnico de sus jugadores era muy elevado. Lángara quedaba en franca inferioridad en cuanto a cualidades técnicas, pero tenía lo que sólo los elegidos poseen: El don del gol. A los cinco días de su llegada a Buenos Aires, el día 21 de mayo de 1939, debutó en el Viejo Gasómetro ante el River Plate. Lángara, recién llegado al Ciclón de Boedo, marcó los cuatro goles de su equipo en poco más de media hora. Ganaron los “Cuervos” por 4-2. Entre los atónitos espectadores se encontraba un niño aficionado de River llamado Alfredo Di Stefano. Su fulgurante debut se vio confirmado en los siguientes partidos, acompañado por compatriotas como Zubieta o Iraragorri. El “Vasco” Lángara cerró a los cuatro años su etapa en San Lorenzo de Almagro con 111 goles en 130 partidos, habiendo sido máximo goleador de la temporada 1940 con 33 goles.

La imagen más difundida de Lángara
En 1942 pasó al Club España de México, en el que volvió a sembrar el pánico en las defensas rivales. En 1944 el España de Lángara fue finalista del primer campeonato profesional mexicano, perdiendo en la final ante el Asturias por 4-1. Lángara volvió a ser el máximo goleador, obteniendo un record al alcance de muy pocos: ser máximo goleador de tres ligas diferentes. Repetiría título en la temporada siguiente. Firmó en total 105 goles en 80 partidos oficiales. En tierras aztecas se le recuerda especialmente por marcar siete goles en un sólo partido (España-9 Marte-2, 19-05-1946) hito histórico no igualado hasta la fecha.

En 1946, con 34 años, regresó al Real Oviedo para disputar sus últimas dos temporadas. Se quejaba de haber perdido facultades, entre ellas su famoso “latigazo”, pero sus cifras goleadoras siguieron siendo altas: 18 goles en Liga, marcando en siete jornadas consecutivas como ya había hecho en su anterior periplo oviedista. Uno de ellos fue el gol 500 en Primera División, el que firmaba la victoria ante el eterno rival sportinguista por 3-2. En su última temporada (1947-48) disputó nueve partidos ligueros y marcó cinco goles. Marcó sus dos últimos goles a domicilio a la Cultural Leonesa en Copa. Una vez retirado, regresó a México y se estableció en Puebla. En los años siguientes se dedicaría a entrenar a varios equipos en México, Chile y Argentina entre ellos al propio San Lorenzo de Almagro (1955), abandonando los banquillos al cabo de una década y radicando definitivamente en dicha ciudad mexicana. Ostenta el primer lugar entre los goleadores del Real Oviedo con 257 en partidos oficiales (165 en Liga -104 en Primera y 61 en Segunda-, 19 en Copa y 73 en el Campeonato Regional) y más de 300 contando amistosos. En San Lorenzo de Almagro aún ocupa el séptimo lugar.

En la final de 1943-44, con la camiseta del España, junto al delantero argentino Aballay (Asturias)
En una de sus visitas a España (1981)
Ya retirado, viajaba con cierta frecuencia a España para visitar a sus parientes vascos y siempre aprovechaba para pasar unos días en Oviedo y reunirse con sus viejos compañeros Herrerita, Emilín, Antón y tantos otros. Pese a no quedarse a vivir en Oviedo como hicieron otros grandes ex-futbolistas foráneos, permanecía al tanto de la actualidad del club desde el otro lado del Atlántico. En el transcurso de estas visitas solía ser requerido por la prensa local para rememorar su época de futbolista en activo. Hombre afable, humilde y de gran simpatía, respondía cortésmente a las mismas preguntas al cabo de los años. Del mismo modo que su sucesor natural como gran delantero patrio Telmo Zarra respondía una y otra vez a los becarios de periodismo las mismas preguntas sobre su famoso gol a Inglaterra en el Mundial de 1950. Los más grandes suelen ser los más sencillos.

A finales de los años ochenta regresó definitivamente a España. Vivió sus últimos años en Andoain (Guipúzcoa), acudiendo con frecuencia al viejo estadio donostiarra de Atocha acompañado del padre de Luis Miguel y Gonzalo Arconada para asistir a los partidos de la Real Sociedad. Aquejado de los males propios de la vejez, falleció en Andoain el 21 de agosto de 1992, a los ochenta años de edad. El recuerdo de su paso por Oviedo es constantemente citado por los aficionados más veteranos con orgullo y admiración. Una tribuna del Nuevo Carlos Tartière lleva su nombre en homenaje. Gran parte de la gloria del club azul reposa sobre sus hombros.


Ficha:

Nombre: Isidro Lángara Galarraga
Fecha y lugar de nacimiento: 15 o 25-05-1912 en Pasajes (Guipúzcoa) (ESP)
Fecha y lugar de fallecimiento: 21-08-1992 en Andoain (Guipúzcoa) (ESP)
Talla y peso: 1.80m / 80 Kg
Demarcación: Delantero centro
Equipos profesionales:
-         Real Oviedo (1930-36)
-         San Lorenzo de Almagro (ARG) (1939-42)
-         España (MEX) (1942-46)
-         Real Oviedo (1946-48)
Internacional: 12 partidos y 17 goles (A) con España (1932-36). Disputó el Mundial de 1934.
Títulos:
a) Con el Real Oviedo:
- Máximo goleador de 1ª División (1934,1935, 1936) y 2ª División (1932 y 1933)
b) Con el San Lorenzo de Almagro (ARG):
- Máximo goleador (1940)
c) Con el España (MEX):
- Subcampeón y máximo goleador (1944)

Records y menciones especiales:
-         Máximo goleador en tres ligas nacionales distintas (España, Argentina y México)
-         Marcó en siete jornadas consecutivas con el Real Oviedo en dos ocasiones (1932-33, jors 1 a 7; 1946-47, jors 7 a 13)
-         Con el club azul marcó cuatro o más goles en 6 partidos de Liga, en 6 del Campeonato Regional. Como internacional con España marcó cinco en el España-Portugal de clasificación para el Mundial 1934.
-         Es el jugador que más pronto alcanzó la cifra de 100 goles en la Primera División española. Le hicieron falta sólo ochenta y cinco partidos.  
-         Marcó el gol 100 y el 500 del Real Oviedo en Primera División. El nº 100 en el Donostia-Real Oviedo de 1934-35 (3-5, el 2º) y el nº 500 fue el de la victoria del Real Oviedo – 3 R Sporting Gijón – 2 de la temporada 1946-47.
-         Una curiosa muestra de su importancia en aquellos años 30 y 40 es su mención en la conocida película “Vente a Alemania, Pepe”. En una escena, el actor Antonio Ferrandis (que interpreta a un español exiliado en Alemania) evoca el recuerdo de Lángara al leer un titular en un periódico antiguo.

 

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