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El equipo español que jugó en Belgrado (30-11-1977) |
Hoy se cumplen 40 años de uno de los partidos históricos de
la Selección Española de Fútbol, que marcó un hito en su devenir mundialista.
El Yugoslavia – España de clasificación para la fase final del Mundial de
Argentina 1978. Popularmente conocido desde fechas previas como “La Batalla de
Belgrado” se trata de uno de los partidos más tensos que ha disputado España, en
el que hizo frente a un ambiente extremadamente hostil (desde las gradas hasta
lo meteorológico, pasando naturalmente por el césped) y que terminó en éxito
gracias a un tanto que de forma llamémosle “peculiar” anotó el
hispano-argentino Rubén Cano.
Es preciso situarse en el contexto histórico para
comprender la relevancia del encuentro. El mapa de Europa en aquellos años era
muy distinto al actual. La Unión Soviética y la propia Yugoslavia permanecían
aún unidas embolsando a la pléyade de países que eclosionaron o volvieron a la
vida en la Europa Oriental tras la caída del Muro de Berlín. La República Checa
y Eslovaquia formaban unidas como Checoslovaquia, mientras que Alemania estaba
partida en dos: la federal-occidental y la comunista-oriental. La participación
de eventos en Europa era, pues, la mitad de numerosa que ahora. Tanto las
clasificaciones para Mundiales o Eurocopas como el festival de Eurovisión por
ejemplo, eran muy distintos a lo que son actualmente.
El sorteo de la fase clasificatoria para el Mundial de
Argentina de 1978 encuadró a las selecciones participantes en grupos de cuatro
y de tres equipos. Y a España le tocó en suerte enfrentarse a Yugoslavia y
Rumania. Los yugoslavos nos habían dejado sin Mundial de Alemania en 1974, y
los rumanos eran una selección emergente en cuyas categorías juveniles
empezaban a destacar nombres a tener en cuenta para el futuro (Hagi, Lacatus,
etc.) De entre los tres sólo se clasificaría uno. Misión difícil, pues el grupo
no era precisamente asequible.
El mítico Ladislao Kubala era el seleccionador español. Quien
fuera uno de los mejores futbolistas de la historia llevaba en el cargo desde 1970
y durante su mandato se habría cobrado fama de defraudar en los partidos
decisivos la ilusión que su equipo generaba en los partidos amistosos. En los
periódicos solía ir su nombre acompañado de una célebre máxima de corte bélico
“Gana batallas y pierde las guerras”. La prensa denominó a sus seleccionados
como los “Kubala Boys” y por razón de su cargo, de su carisma de antiguo as del
fútbol y de su carácter peculiar en determinados aspectos su labor estaba en
boca de todos. Contaba a partes iguales con encendidos defensores y virulentos
críticos.
Los rivales
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Dzajic, capitán "plavi", sensible baja |
Desde la anterior década de los años sesenta Yugoslavia
había experimentado un gran desarrollo como selección nacional en varios
deportes. Principalmente en dos: baloncesto (por entonces vigente tricampeona
de Europa) y fútbol. En el deporte que nos ocupa hoy, de ello tuvo mucho que
ver la figura de Dragan Dzajic. Considerado uno de los mejores futbolistas del
siglo XX, pese a que su hábitat natural era la banda izquierda, aglutinaba
sobre sí las acciones ofensivas de los “plavi” (a vuelta, “azules”) desde la
creación de juego hasta los goles. Haber nacido del lado oriental del “telón de
acero” le impidió participar en ligas occidentales –en el Bastia francés- hasta
el final de su carrera y seguramente por ello su recuerdo se ha ido disipando
con el tiempo mientras el de estrellas contemporáneas occidentales (Cruyff,
Beckenbauer, etc) ha permanecido. Con Dzajic como líder, Yugoslavia estuvo a
punto de coronarse como Campeona de Europa en la III Eurocopa de 1968 ante
Italia, y estaba considerada como una de las selecciones más poderosas y
difíciles de batir del Viejo Continente.
Cuatro años antes, de camino al Mundial de la RF Alemana,
se cruzó con España en un partido de desempate disputado en el Waldstadion de
Frankfurt del Meno. Alli, el otro gran puntal de aquella selección (el bravo y
potente lateral Katalinski) ajustició a la Selección Española con su gol clasificando
a los balcánicos. Yugoslavia venía de destacar en las dos grandes citas previas.
En el Mundial germano-occidental hicieron una brillante primera fase con
goleada de escándalo a la débil Zaire (9-0) y superando a la campeona mundial Brasil
en la clasificación de su grupo. La segunda fase fue otra historia y quedaron
eliminados, pero con un puesto entre los ocho mejores combinados del mundo.
Asimismo, en la Eurocopa a cuatro de 1976 de la que fueron anfitriones los
holandeses de Cruyff y Cía. se las vieron y desearon para ganarles por el
tercer puesto.
Rumania era a priori la más débil de las tres selecciones
del grupo, pero ya no era una selección comparsa como antaño. Dirigidos por
Stefan Kovacs, contaban en sus filas con un buen marcador (Satmareanu), dos
mediocampistas de buen nivel (Bölöni y el más adelante seleccionador Anghel Iordanescu)
y un peligroso delantero, potente y oportunista (Dudu Georgescu) Volviendo al
caso de Dzajic, cabe resaltar las trabas que durante las décadas de la “guerra
fría” los regímenes del Este imponían a sus jugadores para salir a jugar a
ligas extranjeras de Occidente. Sin ir más lejos, el propio Kubala hubo de
protagonizar una huída digna del mejor cine para recalar primero en Italia y
finalmente en España. Estos controles iban acorde a la rigidez del régimen
político de turno. El de Ceaucescu en Rumania era especialmente estricto (que
se lo pregunten a Nadia Comaneci, la heroína local de aquellas fechas) La
Yugoslavia del mariscal Tito (cercano ya a su fallecimiento) no ponía los
listones tan altos, pero había que saltarlos…
De camino a
Belgrado
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El escenario: el "Pequeño Maracaná" de Belgrado |
Los resultados del Grupo 8 de la confederación UEFA
fueron sorprendentes. Un penalti agónico transformado por Pirri dio la victoria
a España ante Yugoslavia en el primer partido en Sevilla. Más adelante, los
rumanos vencieron a España en Bucarest. La gran sorpresa fue la victoria de los
hombres de Kovacs ante los yugoslavos por 0-2 en Zagreb. Rumania, contra
pronóstico, tenía ante sí una autopista para clasificarse pero al devolver su
visita a los españoles perdieron por 2-0, y después Yugoslavia se tomó la revancha
de su derrota anterior con un chocante 4-6 en Bucarest que dejó K.O. a Rumania.
Las dos victorias españolas en su campo valían su peso en oro pues ahora, ante
el último partido de grupo en Belgrado, a España le bastaba perder por un gol
para sacar su billete a Argentina. Los yugoslavos necesitaban ganar por dos o
más goles de diferencia.
El partido se iba a disputar a las 13:30h del 30 de
noviembre de 1977 en el estadio del Estrella Roja, más conocido por su
sobrenombre “El Pequeño Maracaná”. Conscientes de la difícil empresa que tenían
ante sí, los balcánicos se tomaron el partido muy en serio, como un asunto de
Estado, y pronto el Yugoslavia – España se tiñó de suspicacias y temores de
encerrona. Tanto es así que el mayor temor de Kubala era extradeportivo: que
los jugadores españoles sufrieran una intoxicación alimentaria en suelo
yugoslavo que mermara sus facultades. Para evitarlo hizo llevar consigo no solo
al cocinero sino también una generosa provisión de productos patrios. Su
suspicacia fue tal que hasta la fruta y el café que consumiría la delegación
española en Belgrado serían comprados discretamente en suelo balcánico, sin
revelar sus destinatarios.
Por parte balcánica se promovió desde altas instancias
generar un ambiente hostil hacia los visitantes. Se sabía desde antes del
partido que muchas de las localidades serían ocupadas por miembros del
ejército, y se determinó que los aficionados españoles que acudiesen al estadio
fueran desperdigados por su graderío. Los yugoslavos estaban muy preocupados,
pues no contarían ni con su veterano líder Dzajic, ni con su habitual
mediocampista Oblak, otra de sus experimentadas figuras.
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Kustudic jugó después en el Hércules |
Tampoco faltaron las declaraciones tensas por parte y
parte: jugadores, entrenadores, columnistas… Tras la derrota rumana en España
por 2-0, el seleccionador dacio Kovacs denunció que se estaba favoreciendo al
equipo español para que se clasificara, habida cuenta de la inmensa colonia de
naturales y oriundos que residían en Argentina. Los yugoslavos, por su parte,
añadieron el caso de una supuesta alineación indebida de Rubén Cano (nacido
argentino de padres españoles) quien había disputado partidos de selecciones
juveniles con Argentina, razón por la cual no podía jugar para España. A Kubala
le sonaba esto último. 24 años antes, en vísperas de un decisivo Turquía –
España muy similar a este que resolvería la clasificación para Suiza’54 la FIFA
envió un telegrama a la delegación española previniéndole de sanción si
alineaban a Kubala, con el argumento de haber jugado anteriormente para las
selecciones absolutas de Hungría y Checoslovaquia.
En la rueda de prensa oficial del día anterior Marko
Valok -seleccionador “plavi” y cabecilla del triunvirato que dirigía entonces
al equipo yugoslavo- ofreció una alineación que nadie se creyó. Ni siquiera los
medios locales. Entre las patrañas, que el delantero centro sería el habitual
Filipovic. Las fuentes más informadas ya intuían que el elegido sería el
debutante Kustudic, jugador de menos clase que el anterior pero más alto y
corpulento para rematar mejor de cabeza los centros al área de sus jugadores de
banda. Kubala, muy receloso, no quiso facilitar alineación alguna. La elección
del Sr. Burns como árbitro del partido (no confundir con el icónico personaje
de “Los Simpson”) despertó suspicacias entre los seleccionados españoles y en
concreto de los madridistas, pues era el mismo de un reciente Estrella Roja –
Real Madrid con eliminación merengue justificada después por la mala actuación
del colegiado.
Los equipos
Las alineaciones definitivas se conocerían sólo pocas
horas antes del encuentro. Por parte yugoslava se fiaba todo al oportunismo –en
efecto- de Kustudic, apoyado por los centros desde la banda de sus dos
extremos: Popivoda y Safet Susic. Popivoda era una de las figuras “plavi”,
reconocido por su velocidad y su buen centro desde la derecha. Safet Susic
daría qué hablar en los años venideros como integrante fijo de la selección
yugoslava. Le acompañaría en la alineación su hermano mayor Sead, inferior en
calidad. Sin Dzajic ni Oblak, el capitán y una de las grandes referencias del
equipo era Surjak. Como Kustudic, era hombre muy alto y de gran potencia física
pero a diferencia del delantero centro Surjak era un interior izquierda muy
técnico, con visión de juego y llegada al área rival (el típico mediapunta
yugoslavo de toda la vida, vamos) La defensa ofrecía menos garantías. Pese a
sus intentos con varios jugadores, Valok no encontró el relevo adecuado de
Katalinski. Trifunovic estaba considerado el menos malo de una defensa de
circunstancias en la que ponía orden el sobrio portero Katalinic.
Los españoles también tenían bajas y dudas que cubrir con
debutantes. Para este trascendental partido que requería hombres de carácter
Kubala confió en el madridista Isidoro San José para ocupar una plaza en el
centro del campo junto a Leal y Asensi, con la misión de custodiar la creación
de juego del bético Cardeñosa -también de estreno-. Juanito y Rubén Cano fueron
las opciones ofensivas elegidas frente a quienes preferían el oportunismo de
Santillana o Dani, quienes fueron relegados al banquillo. Otros delanteros como
Marañón no entraron en la convocatoria final y consumados goleadores como Quini
y Satrústegui ni siquiera viajaron a Belgrado. La defensa preocupaba
especialmente, ya que se esperaban continuas acometidas yugoslavas. Miguel
Ángel se consolidaba como portero titular en detrimento del veterano Iríbar.
Migueli ya era el central fijo en la alineación española y se le encargó el
marcaje de Kustudic. Tuvo gran importancia la elección de los laterales para
contener a los extremos “plavi”. De la marca de Popivoda se encargaría un joven
pero experto en estas lides, de plena confianza: José Antonio Camacho. A Safet
Susic le cerraría el paso el lateral del Atlético de Madrid Marcelino. Ésta
opción despertó recelo en la prensa española. Se le tenía por un jugador
inapropiado para tal labor dados su afán ofensivo y su impetuosidad, que le
hacían susceptible de cometer faltas y padecer sanciones. Todos ellos unidos
por un eje, el capitán Pirri.
Y llegó el
partido.
Desde horas antes, las gradas del “Pequeño Maracaná”
estaban casi repletas de hinchas yugoslavos agitando sus banderas. Muchos de
ellos, uniformados, y no precisamente con la equipación de sus jugadores. Para
colmo, la meteorología se alió con los “plavi”, ofreciendo a diferencia de los
días anteriores frío helador y una constante lluvia en forma de aguanieve que
convirtió el césped en una alfombra dura y a la vez resbaladiza. Al saltar al
césped del “Pequeño Maracaná” para calentar, los españoles fueron recibidos con
una sonora bronca de los espectadores, acompañada por algún que otro objeto
arrojado desde la grada. Hecho que se prolongaría todo el encuentro y que
acarrearía graves consecuencias durante el mismo. Una vez todo dispuesto los dos
equipos, precedidos del trío arbitral, salieron del túnel de vestuarios tras
una de las porterías del estadio. La temperatura ambiente en ese momento era de
un grado bajo cero. En las encendidas gradas, mucho más calor.
*Marca anti-spoiler: Aunque el “qué” es de sobra conocido,
habrá quien no haya visto el “cómo” y desee ver el encuentro. Para ellos, el
post termina aquí con este link al partido completo en Youtube:
Yugoslavia - España (30-11-1977)
https://www.youtube.com/watch?v=izujrDtNYEo
Primera parte

Los yugoslavos, necesitados de la victoria, toman el
control del juego y los hombres de Kubala se disponen a defender. A los tres
minutos, un balón bombeado sobre el área de Miguel Ángel termina en saque de
esquina para regocijo de la muchedumbre que se apelotona en las gradas. El
córner es despejado por la zaga española hacia la derecha. Pirri recoge el
balón y es derribado por una aparatosa entrada de Sead Susic. El capitán
español es sacado del terreno de juego reingresando poco después. Apenas
reincorporado, Pirri vuelve a caer por una dura falta de Hatunic. Atendido de
nuevo en la banda y ostensiblemente cojo, el capitán de los “Kubala Boys” habrá
de ser sustituido por el barcelonista Olmo cuando aún no se había disputado un
cuarto de hora de partido. Como él mismo contaría después a la prensa: “fueron
a cazarme”. Juanito, San José… la nómina de jugadores españoles que padecían
duras faltas de los yugoslavos aumentaba con el pasar de los minutos. La
táctica yugoslava incluía la intimidación y Mr. Burns, en los primeros compases
del encuentro, dejó hacer.
Yugoslavia achucha. Se suceden los saques de esquina
locales de modo infructuoso. Un acertado Miguel Ángel y la zaga española
repelen uno tras otro los ataques locales.
En el minuto 26 tiene lugar una gran (y doble) ocasión
para los “plavi”. Tras un nuevo saque de esquina, un remate de Kustudic es
despejado bajo palos por Marcelino. El rechace es tomado por otro yugoslavo
que, desde la derecha, tira al poste. Era un gol ya cantado por los aficionados
yugoslavos. Fue el gran momento de apuro de la primera mitad. Poco después
España se sacude el dominio local y en una contra, Juanito en carrera se
adelanta a Hatunic y chuta al borde del área. El balón sale lamiendo el palo de
Katalinic aunque el linier señala fuera de juego. Este juez de línea comienza
aquí su cuota de protagonismo.
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En la primera parte los españoles sufrieron |
Minutos después, hacia el 35’, Miguel Ángel se estira
para atajar un peligroso cabezazo de Kustudic a centro bombeado de Surjak desde
la izquierda. La ocasión representa uno de los miedos de Kubala, esa jugada en
la que los yugoslavos persisten una y otra vez hacia la cabeza del delantero
del Rijeka. Un par de minutos más tarde vuelven las hostilidades: Sead Susic
agrede durante una acción fortuita a Rubén Cano, quien acababa de recibir una
tarjeta. El hispano-argentino tiene el acierto de no revolverse.
Al borde ya del descanso, en medio de un ambiente atroz
en todos los aspectos, se produce un momento de tensión con motivo de un
lanzamiento de falta a favor de España. Los yugoslavos se adelantan de la
barrera sistemáticamente para estorbar el lanzamiento. La jugada termina en
rechace “plavi”, si bien poco más tarde termina en una habilidosa acción por la
izquierda de Rubén Cano quien, hallándose solo ante Katalinic, dudó y en vez de
disparar envía hacia la llegada al borde del area de Leal, quien chuta
desviado. Se suceden con mayor frecuencia las agarradas entre jugadores de
ambos bandos, sin que el colegiado inglés Burns acierte a poner orden.
Finalmente, Burns señala el final de la primera mitad con el resultado inicial
de empate a cero y se suceden los resoplidos. De alivio los españoles, de
creciente angustia los “plavi”.
Segunda parte
La reanudación del partido encrespa los ánimos de los
yugoslavos. Se han visto cerca de marcar un 1-0 que les habría dado confianza
pero el no haber conseguido marcar aún les pasará factura anímica. Desde los
primeros compases de la segunda mitad se les ve acelerados, nerviosos, ansiosos
por marcar los dos goles necesarios cuanto antes. Tardan por ello en llegar las
ocasiones. La primera en serio, un balón cabeceado por Kustudic que sale por
encima de la portería de Miguel Ángel. También comienza a pasar factura el
estado del terreno de juego. El frío y la constante aguanieve caída provocan
numerosos resbalones. No es momento para fútbol de calidad.
Pese a ello, emerge el talento de entre el duro fango.
Juanito realiza un pase vertical hacia Rubén Cano, quien se planta solo ante
Katalinic. El hispano-argentino sortea al portero yugoslavo pero se queda sin
suficiente ángulo para lanzar el balón a la red a puerta vacía. Este lance
aumenta el nerviosismo local y Valok da entrada a los delanteros Vukotic y
Halilhodzic en busca de los dos goles salvadores, retirándose el duro Sead
Susic y el cada vez menos inoperante Popivoda, superado por la marca de
Camacho. Será Vukotic quien disponga en pocos minutos de una clara ocasión.
Tras brillante jugada personal en la que se deshace de tres defensas españoles,
chuta con peligro por encima de la escuadra del segundo palo de España. Una de
las pocas acciones de talento que pudieron verse en Belgrado aquella tarde.
Rubén Cano y Juanito celebran el decisivo gol |
Un par de minutos más tarde, con el ¡uy! aún en las
gargantas de los hinchas locales, Asensi recoge en el centro del campo un balón
rechazado, cediendo al próximo Juanito. El de Fuengirola alarga hacia la
apurada llegada por la izquierda de Cardeñosa. El bético centra justo a tiempo
de impedir que el balón traspase la línea de fondo. Más cerca del despeje que
de un centro propiamente dicho, el balón bombeado surca el área de Katalinic
hasta que cae ante Rubén Cano. En el segundo palo, a bote pronto y con la
espinilla, el delantero del Atlético de Madrid realiza un remate “sui generis”
que despista al portero Katalinic y al defensa Boljat colándose en la portería
yugoslava. Gol de España. 0-1.
El gol español hunde moralmente a los yugoslavos, quienes
ahora necesitan marcar tres goles en los veinte minutos que restan. Los
jugadores de Kubala celebran el gol ostensiblemente, como quien se libera de
una pesada carga. Lo que está por venir es dudoso de ser llamado “fútbol”. En
realidad, salvo dos ocasiones postreras de Yugoslavia, el partido como tal
muere en este instante.
Cuando la
batalla se convirtió en guerra
A raíz de una dura entrada de Muzinic a Juanito se
organiza un buen follón entre jugadores de uno y otro combinado que termina con
tarjeta para el medio “plavi”. Poca cosa, en comparación con lo que está por venir.
Instantes después se produce el último cambio del encuentro. El delantero del
Athletic de Bilbao Dani Ruiz-Bazán sustituirá a Juanito. El Genio de
Fuengirola, magnífico para muchas cosas, saca su peor cara y realiza un feo
gesto a la grada. Harto de recibir patadas en el campo y objetos desde la grada
al acercarse a las bandas, Juanito alza su brazo y muestra su pulgar hacia
abajo como hacían los Césares en las batallas de gladiadores. “Palmáis”. La
respuesta del público será de lo más contundente. Cuando Juanito se acerca al
vestuario, flanqueado por el popular periodista deportivo José María García en
pos de sus declaraciones, el madridista es alcanzado por una botella cayendo a
plomo al suelo. Con la policía irrumpiendo en la zona de banquillos, con Kubala
clamando al cielo y con Juanito atendido por el médico mientras siguen cayendo
objetos desde la tribuna, los jugadores yugoslavos desentierran el hacha de
guerra definitivamente y empiezan a hacer lo que los yugoslavos solían (y sus
herederos suelen) hacer cuando se ven superados: pegar.
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Secuencia en capturas del gesto de Juanito y el botellazo posterior |
Se producen en ese momento varias agresiones múltiples a
varios jugadores españoles. Mr. Burns es incapaz de controlar la situación. El
juego se halla detenido y el caos en el césped y fuera de él es total. El
portero Miguel Ángel aprovecha el “impasse” para acudir en ayuda de Juanito,
quien abandona el campo en camilla, para evitar que le caigan encima más
objetos.
Cuando se reanuda el encuentro, un despeje de la defensa
yugoslava con Miguel Ángel volviendo sobre sus pasos termina en gol, pero el
linier “famoso” anula la acción por triple fuera de juego local. Nueva ocasión
para la protesta tumultuaria. Con el reloj corriendo a favor de España, la
efervescencia de la furia “plavi” alcanza su máximo grado. Entre trifulca y tángana,
hay dos últimas oportunidades para los locales. A falta de siete minutos, un
peligroso lanzamiento elevado de Surjak se marcha fuera por poco. Ya con el
tiempo cumplido, Miguel Ángel se echa cuerpo a tierra para blocar un manso pero
peligroso chut yugoslavo.

Y ¿Qué pasó
después?
El Mundial de Argentina se presentó como una gran
oportunidad para los españoles. Jugando prácticamente en casa, con una afición
local de origen español en su mayoría que llenó los estadios de banderas
españolas, el menosprecio a la semidesconocida Austria se pagó muy caro y la
derrota ante Krankl, Prohaska, Schachner, Pezzey, Koncilia y compañía comprometió
las opciones de pasar a la segunda fase. La mismísima Brasil estuvo a punto de
pagar los platos rotos en el segundo encuentro, pero en el momento cumbre
Cardeñosa quiso asegurar demasiado un lanzamiento a puerta vacía que se cantaba
ya como gol y el empate a cero final dejó a España obligada a ganar a Suecia
–cosa que se logró tras mucho sufrir- y a merced de una eventual victoria
austríaca ante Brasil que no se produjo.
Por su parte, la rivalidad España – Yugoslavia se
mantendría con varios episodios más (1982, 1990, 1996, 1997…) hasta llegar al último
con el Milagro de Brujas, el famoso gol de Alfonso en la Eurocopa 2000. Tanto
este último momento como varios de los nombres citados (Kubala, Dzajic, Camacho…)
merecen que hagamos en ellos una parada para contar su historia. Ya hablamos de
Juanito en su día. Espero poder hacerlo de todo ello en un futuro cercano.
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